La huella histórica de Peñaflor aflora otra vez

La recuperación del cuadro que corona la escalera imperial de los balcones largos muestra sus primeros tesoros

26 nov 2016 / 21:38 h - Actualizado: 28 nov 2016 / 08:00 h.
"Cultura"
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Cerrado durante prácticamente doce años, el Palacio de Peñaflor, los emblemáticos balcones largos, empezaba a dejar de ser un símbolo del barroco civil ecijano para ejemplificar la dejadez y el abandono del patrimonio local. Las obras de rehabilitación de su zona monumental, iniciadas en mayo, empiezan a dar frutos visibles y a dejar constancia de lo mucho y valioso que el palacio atesora y que merece la pena ser mostrado, conservado y legado al futuro.

Una muestra ejemplar de esos tesoros que van viendo la luz es el cuadro que presidía la escalera imperial de los balcones largos, una tela de grandes dimensiones, enmarcada en un retablo de yesería, en el rellano desde el que se dividía en dos la escalinata que preside la entrada noble del edificio. Ese cuadro ha sido restaurado apenas comenzada la obra de rehabilitación del Palacio de Peñaflor. Ha sido rehabilitado en dos meses y es prácticamente la primera pieza de las incontables que esperan ser restituidas a su aspecto más a menos original durante la intervención que lleva a cabo la empresa pública Tragsa en el palacio.

El cuadro es una representación de la Virgen del Rosario. «Cuando empezamos los trabajos, estaba desmontado y almacenado perfectamente para su conservación, y nos parecía que era el momento de iniciar su rehabilitación para alejarlo de un entorno de obras, para evitar que sufriera más deterioro», explica Agustín Martín de Soto, responsable de restauración dentro de la dirección facultativa de la obra de rehabilitación de Peñaflor, un amplísimo equipo de técnicos y profesionales que velan por el desarrollo de la intervención de Tragsa.

Martín de Soto señala que el cuadro –de grandes dimensiones y «bien ejecutado»– está datado en el siglo XVIII, la época de construcción del palacio. «Quizá no sea de extraordinaria factura, pero es muy significativo», opina el restaurador. Tratándose de un edificio tan conocido y reconocible como el Palacio de Peñaflor y de un elemento tan a la vista en el entorno de la (esa sí) extraordinaria escalera imperial de la entrada, no es de extrañar la opinión de Martín de Soto: pocos ecijanos –básicamente aquellos que no han tenido la suerte de entrar en el palacio por estar cerrado tantos años– no han contemplado el cuadro de la Virgen del Rosario coronando el rellano de la citada escalera monumental. «Lo hemos visto todos los que somos de Écija o hemos pasado por el palacio», señala.

El cuadro sufría el consabido deterioro que lleva consigo el paso de los años, «aumentado por la dejadez y por haber estado expuesto a las diferentes obras que ha habido en el edificio», explica. Eso aconsejó ponerlo el primero en la lista de los elementos a restaurar nada más comenzar las obras en los balcones largos.

Como ya estaba perfectamente almacenado y fuera de los peligros que podría sufrir en un entorno de obras, los dos restauradores del proyecto lo fueron recuperando en tiempos muertos. «Mientras se montaban andamios o se llevaban a cabo trabajos previos que impedían actuar en otros puntos o enseres del palacio que también había que restaurar, fuimos trabajando sobre el cuadro, por quitarlo de en medio y que no sufriera sin necesidad», resume.

Ese trabajo llevó los dos primeros meses de las obras, desde finales de mayo y hasta julio. «El soporte estaba en muy buen estado de conservación, y se ve que lo había protegido de la humedad que suele afectar a este tipo de elementos», señala el restaurador. Pero la tela sumaba daños. «Las capas externas presentaban acumulaciones de polvo, deyecciones y gotas de cal», que revelaban el poco cuidado tenido.

«Lo primero que hicimos fue frenar el deterioro de la tela y consolidarla; luego limpiamos la mucha suciedad que tenía y procedimos a hacer alguna fijación temporal y a limpiar los barnices oscurecidos; eso hizo que afloraran los colores originales del cuadro», explica Martín de Soto. El resultado de la limpieza se puede apreciar en la foto, con un antes y un después que revela lo que se escondía tras el paso de años y el poso de suciedad.

La rehabilitación del cuadro de la Virgen del Rosario ejemplifica el trabajo para recuperar la parte monumental de Peñaflor. «Es un trabajo muy minucioso, que conlleva este tipo de procesos», señala el restaurador, convencido de que deben aflorar más tesoros ocultos y maltratados por el tiempo. «Queremos conservar lo que ha pasado, mostrar las distintas fases por las que ha pasado el palacio, hacer aflorar la huella histórica», afirma. Y todo, marcando en esta primera fase los criterios de actuación, «que se podrán cambiar en un futuro, por supuesto, pero siempre que sea por el bien del edificio», apostilla.