Tal día como el de hoy, hace 81 años, trece chicas jóvenes de entre 18 y 29 años fueron fusiladas en la tapia del cementerio del Este de Madrid por la dictadura franquista, cuatro meses después de haber finalizado la guerra. Sin motivo alguno, les arrebataron la vida de la forma más cruel posible por defender la democracia. Todas ellas son símbolos de amor, pasión y lucha por la sangre derramada; una carga simbólica por la que estas mujeres han pasado a la historia como las ‘Trece rosas’.
Trece mujeres que fueron arrestadas por pertenecer a Juventudes Socialistas entre mayo y junio de 1939 y que, más tarde, fueron acusadas en julio por unos asesinatos que nunca pudieron cometer porque estaban en prisión. Además, la mayoría de ellas fueron fusiladas siendo menores de edad, ya que en aquella época la mayoría de edad estaba establecida en los 21 años.
Según los testimonios de otras presas de la cárcel de Las Ventas, cuando se les condenó a muerte, les llevaron a una capilla para que «confesarán sus pecados» y, en ese momento, pudieron escribir unas cartas para despedirse de sus familiares. Solo 3 cartas han salido a la luz.
Las últimas palabras que la modista Julia Conesa reflejó en la carta para su familia fueron «que mi nombre no se borre en la historia». Y nunca se ha borrado. La carta comenzaba así: «Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Cuidar a mi madre. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Besos para todos, que ni tú ni mis compañeros lloréis».
Este sería el último escrito que Julia Conesa podría escribir en el resto de su vida; unas palabras desgarradoras que muestran el último aliento de una joven inocente que fue acusada por «cobradora de tranvías durante la dominación marxista».
La pianista Blanca Brisac Vázquez dedicó su último pensamiento a su hijo de 11 años, a quien le enseño que nunca hay que rendirse: «Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabe. Quique mío. Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de papachín. ¿Verdad hijo que en mi última hora me lo prometes? Quédate con mi adorada Cuca y sé siempre para ella y mis hermanas un hijo. El día de mañana, vela por ellas cuando sean viejitas. Hazte el deber de velar por ellas cuando seas un hombre. No te digo más. Tú Padre y yo vamos a la muerte orgullosos. No sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia ante le piquete. Yo sí lo he hecho».
La modista Dionisia escribió sus últimas palabras a su familia, a quien les pide firmeza y tranquilidad. «No os apuréis, conservar la serenidad y la firmeza hasta el último momento, que no os ahoguen las lágrimas, a mí no me tiembla la mano al escribir. Estoy serena y firme hasta el último momento. Pero tened en cuenta que no muero por criminal ni ladrona, sino por una idea. Que no se preocupen, que el apellido Manzanero brillará en la historia, pero no por crimen».
Dionisia nos da una lección de vida con su última frase: «la vida es muy bonita y por todos los medios hay que conservarla».
Veinticuatro horas más tarde de aquellas cartas, estas trece mujeres fueron asesinadas. Sin embargo, junto a ellas, la madrugada del 5 de agosto también fusilaron a otros 43 hombres en el mismo cementerio.
Tanto en el cine como en la literatura, hay una gran cantidad de obras que reflejan su historia: el libro ensayístico Trece rosas rojas, del periodista Carlos Fonseca; la novela de Jesús Ferrero, Las trece rosas; los documentales Que mi nombre no se borre de la historia (Verónica Vigil y José María Almela) y Del olvido a la memoria. Presas de Franco (Jorge Montes y Tomás Sequeiros); la novela Martina, la rosa número trece, de Ángeles López; el poema de Julián Fernández del Pozo, de 2004, titulado Homenaje a las Trece Rosas; y la película Las trece rosas (2007) de Emilio Martínez-Lázaro.
Son mujeres que se han convertido en una leyenda para muchas generaciones y que perviven en la memoria colectiva de la sociedad española como un símbolo de lucha por la justicia y la libertad. La historia de las trece rosas nunca ha muerto y sigue viva por la fuerza y la valentía que demostraron. Ellas son: Carmen Barrero (20 años), Martina Barroso (24 años), Blanca Brisac Vázquez (29 años), Pilar Bueno (27 años), Julia Conesa (19 años), Adelina García (19 años), Elena Gil Olaya (20 años), Virtudes González García (20 años), Ana López Gallego (21 años), Joaquina López Laffite (23 años), Dionisia Manzanero Salas (20 años), Victoria Muñoz García (18 años) y Luisa Rodríguez de la Fuente (18 años).