Lebrija pretende exportar al mundo su concentrado de tomate ya transformado
La cooperativa Las Marismas de Lebrija SCA busca apoyo político y tres millones de euros para instalar una cocina industrial que termine de transformar los miles de toneladas de tomate concentrado que cada año exporta a los cinco continentes
En el prolífico Sector B-XII de las marismas del Bajo Guadalquivir –más de 2.000 hectáreas- se crían cada año más de 300 millones de kilos de tomate que, una vez pelado y concentrado, se quedan en un volumen cinco veces menor y acaban en bidones de 240 kilos listos para exportar a cualquier rincón del mundo desde la cooperativa Las Marismas de Lebrija SCA (580 socios), especialmente a Japón, donde abundan los exigentes compradores que reconocen a este concentrado de tomate como “el mejor del mundo”.
Esta campaña que acaba de terminar y que ha sido festejada en Lebrija con un I Certamen bajo el título de Concentrado de Calidad y Salud –en la que se distinguió al agricultor David Muñoz por ser el que más kilos netos de tomate ha producido por hectárea- no ha sido especialmente buena, pero aún así se han cosechado 31.000 toneladas (ha habido años con 60.000). Solo para la primera transformación del tomate han estado empleados durante el verano alrededor de mil trabajadores, que no son solo lebrijanos, sino de toda la comarca, de los mismos pueblos de donde también proceden los productores de esos tomatales: Trebujena, El Coronil, Las Cabezas de San Juan, Utrera o Los Palacios y Villafranca, entre otros. El problema es que la cadena de transformación termina estos días y la mayor parte de la mano de obra también. El proceso se ha convertido en costumbre: se siembra antes del verano, se recoge luego y se concentra y empaqueta a continuación. A partir de estas fechas, son las empresas transformadoras de todos los continentes del mundo quienes empiezan a ganar dinero convirtiendo este concentrado cultivado aquí en kétchup, salsas y otros condimentos catapultados por diversas marcas y cuyo precio va multiplicándose. La cooperativa lebrijana suele cobrar cada tonelada a 750 euros, es decir, a 75 céntimos de euro el kilo. No hay más que darse una vuelta por cualquier supermercado para observar lo que cuesta un bote de 125 gramos de cualquier derivado de los tomates del Sector B-XII.
El presidente de Las Marismas de Lebrija SCA, Juan Sánchez.
Por eso la directiva de la cooperativa, encabezada por Juan Sánchez, lleva dos años trabajando en el diseño de un plan que terminaría cerrando el círculo anual de la siembra, la primera y la segunda transformación. La idea es disponer de su venta directa a los consumidores finales, sin salir de Lebrija. Ganas no faltan, materia prima tampoco, ni canales ya abiertos de comercialización, ni terreno. La cooperativa lebrijana cuenta con 60 hectáreas de las que actualmente solo están construidas 25. Hay espacio de sobra para las cocinas de transformación final en las que podrían trabajar otros miles de personas de toda la comarca. “Pero hacen falta recursos, y una inversión superior a los tres millones de euros, y confiamos en que sean las administraciones públicas quienes se decidan”, explica Juan Sánchez. El riesgo de un préstamo es tan grande, que podría acabar con la propia cooperativa. “A los políticos se les llena la boca hablando de estabilidad laboral, así que tienen la oportunidad de trabajar en ello”, apostilla. “Si somos capaces de diferenciarnos, seguiremos creciendo con un tomate único a través de un producto sano y de calidad”, dijo esta semana en el I Certamen, al que no solo acudió el alcalde lebrijano, Pepe Barroso (PSOE), sino también el prestigioso doctor nutricionista Antonio Escribano, que dio una conferencia sobre las bondades del tomate que se cultiva en la comarca.
“El Kétchup que viene transformado de fuera no lleva ni el 20% de tomate de verdad; el nuestro sería 100% tomate”, asegura Sánchez, que confía en las gestiones del regidor lebrijano con el Gobierno de España, “en manos de su partido”, señala. “Yo también tengo varias citas en la Consejería de Agricultura para proponer el proyecto, y quiero reunirme directamente con el presidente, Juanma Moreno”. Barroso, por su parte, ha prometido no escatimar esfuerzos por un proyecto de tal envergadura y con el tomate para industria como protagonista. “Es una manera de conseguir que el valor añadido de estos productos se quede aquí y no tengamos que llevarlo a otros mercados”.
El alcalde de Lebrija, Pepe Barroso.
El alcalde lebrijano encumbró esta semana la trayectoria de 41 años de la cooperativa para hacer que “Lebrija esté presente en todos los países del mundo”. Barroso reconoció que la cooperativa es “la mayor empresa con diferencia de nuestra localidad, y debemos estar caminando junto a ella por todos los puestos de trabajo directos e indirectos que se crean en campañas como la del tomate”.
“El dinero hay que ponerlo a producir”
El presidente de Las Marismas de Lebrija SCA no se cortó en su discurso del pasado martes. “El dinero hay que ponerlo a producir”, dijo, y añadió con ironía, en referencia a las grandes partidas presupuestarias procedentes de administraciones superiores que cada año se gastan en obra pública: “¿Cuándo vais a encontrar el tesoro?”. “Gastar dinero cada año en obras y en puestos de trabajo que duran meses no soluciona nada, porque siempre volvemos a empezar, y esta es una oportunidad de riqueza y empleo estable en la comarca”, ha explicado a este periódico, al tiempo que ha recordado que, durante la pandemia por el coronavirus, “los agricultores hemos seguido produciendo e invirtiendo a pulmón, sin ayuda de ningún tipo”. “No se puede estar eternamente confiando en el turismo, porque después de esta pandemia vendrá otra y otros países del sur podrán ocupar nuestro puesto mientras nosotros nos olvidamos de darle continuidad al sector primario, tan maltratado”, ha añadido.
“Una fábrica de salud”
El doctor Escribano, célebre endocrinólogo y nutricionista hasta de la Selección española de Fútbol, lo dejó claro el martes: “Si no hubiese agricultores, todos tendríamos que dedicarnos a ello para producir el combustible que necesitan nuestras células. Y sin lugares como Las Marismas de Lebrija, sería imposible que tuviésemos ese combustible disponible”. Escribano presentó el tomate del Sector B-XII y el concentrado que se obtiene a partir de este, destacado por su alto contenido en licopeno, Vitamina A y Vitamina C, entre otros, como un valor para la salud, con vistas a ser procesado y manipulado para que llegue al consumidor final, con Marismas Salud como proyecto catalizador de esta segunda transformación, que por sus características y dimensiones “será conocido en el mundo entero, y hará que Lebrija sea reconocida a nivel mundial”. Según Escribano, “las investigaciones llevadas a cabo han destacado el alto índice de licopeno que posee el tomate cultivado en las marismas del Guadalquivir, una cantidad superior a la que se obtiene en otras zonas”. “Hagamos que junto a Las Marismas de Lebrija nos convirtamos en una fábrica de salud, logrando que se reconozca a Lebrija como exportador de salud y futuro a todo el mundo”, concluyó.