El amanecer trajo negras nubes sobre el santuario de Setefilla. Pero nada iba a frenar que los devotos de la Virgen la acompañaran hasta Lora del Río. El día estaba marcado en rojo desde que el Viejo, Manuel Ledro, pidiera en diciembre la Venida. Y la lluvia no estropearía un momento tan anhelado. Hasta el punto de que se agotaron los chubasqueros e impermeables en la localidad. Todo es poco cuando se trata de acompañar a la Serranita Hermosa hasta su pueblo.
Los hombres, con pañuelo blanco en la cabeza, hicieron guardia desde media noche, y apenas que abrió el templo a las ocho de la mañana se agarraron a los varales. Dos misas precedieron al rezo del Santo Rosario. La Junta de la Hermandad y el clero, haciendo sonar la campana, se abrieron paso entre el gentío, arrodillado para rezar la letanía en latín. Justo a las 11.00 horas, en el Santa María, el templete hizo la levantá y el pueblo setefillano estalló en vivas. Comenzaba la Venida, y ya el paso no se posaría más hasta hacerlo en la parroquia. La imagen fue llevada en volandas hasta la Cruz del Humilladero, a escasos metros del santuario, desde donde se divisa Lora. Tras exponerla al pueblo, los descendientes de Diego Martínez, únicos facultados para esa tarea, corrieron las cortinas del templete y lo cubrieron con el capote, entre vivas y salvas del cuerpo de 25 escopeteros de la Virgen. Uno de los encargados de cubrir el paso cayó mientras lo cubría, sin tener que lamentar consecuencias. El inmenso gentío dirigía vivas a la Virgen, camino de la escalereta para descender del cerro, dispuesto a recorrer los 11 kilómetros hasta Lora sin dejar nunca sola a la Virgen.
Largo y a veces dificultoso fue el camino, sobre todo por los intermitentes chubascos. Al pie de la escalereta, en los arroyos del Santero y Helecho se pujó por llevar las andas. En el arroyo Aguabuena, bajo un intenso chaparrón, la puja alcanzó los 3300 euros. Pujas que guardaban también promesas o momentos puntuales donde las fuerzas flaqueaban y el ánimo se venía arriba al pujar por portar a la Virgen el tiempo de una Salve.
Al medio día la comitiva llegó a la pedanía de Setefilla, que toma el nombre de la Virgen y del desaparecido asentamiento En la parroquia fue descorrida la cortina frontal para dedicar una Salve y, nuevamente protegida, se retomó el camino.
Sobre las 21.30 y con tormenta hizo la Virgen entrada en el pueblo. Llegada la Cruz de San José escampó justo en el momento en que fue descubierto el templete, que conservó la funda impermeable. Entre una masa de devotos recorrió el pueblo desde la Roda Arriba, lugar donde el Prior del Santuario firmaba con el clero local la entrega de la Virgen y el compromiso de devolución finalizada la visita. A pesar de los efectos de la lluvia, las calles engalanadas con flores celestes y blancas y arcos florales recibieron a la Virgen, que regaló momentos inolvidables, como la visita a las monjas Mercedarias hasta la reja de la clausura de su convento. Pasada la media noche la Virgen se posó en su capilla y, brillando como el Lucerito de la Sierra, permanecerá por dos 8 de septiembre en su pueblo.