A Bartolomé Esteban Murillo, que fue primero niño huérfano, luego niño aprendiz para pintar el mundo como soñaba, y más tarde adulto inspirado por niños que convertía en querubines o en el mismísimo Cristo, no le hubiera importado cambiar su paleta durante unos meses por la pizarra o la tablet en un colegio de su provincia, como el CEIP María Doña de Los Palacios y Villafranca, que terminará este primer trimestre «habiendo conseguido romper el libro de texto», como recalca metafóricamente su director, Jacinto Quiroga, satisfecho de que «por fin este año hayamos podido desarrollar un proyecto educativo integrando todo el currículo académico». De hecho, el gran pintor barroco del que Sevilla empieza a celebrar el 400 aniversario de su nacimiento ha resultado, en este centro palaciego, maestro de todo, porque las matemáticas, las ciencias, la lengua y por supuesto la plástica, se han podido estudiar teniendo a Murillo y su época como protagonistas. «Hemos elaborado un cuadernillo para el alumnado de primer ciclo y otro, un poco más completo, para el de segundo ciclo, y hemos conseguido no solo que los profes consiguieran dar sus contenidos sin apartarse del proyecto común, sino que aprendiesen verdaderamente y que vinieran felices al cole», asegura Quiroga.
El colegio se ha transformado en un efímero museo durante meses, con láminas, pinturas y reproducciones del más de medio millar de cuadros de un pintor que era capaz de convertir las estampas más canónicas en tiernas escenas cotidianas, como la Sagrada Familia en que el centro de atención no son la Virgen ni San José ni el Niño Dios, sino el pajarito que este sostiene en la mano para jugar con un perrito que lo mira entre impaciente y divertido en el suelo. «Si nos fijamos, la luz del cuadro nos conduce a ese eje que forma el Niño alzando el pajarito», explicaba hace unos días un alumno de 3º de Primaria, erigido en auténtico crítico de arte mientras pasaban los padres en una jornada de puertas abiertas en la que estos aprendieron mucho, sobre todo porque tuvieron la oportunidad de contemplar en vivo decenas de los famosos cuadros que acaban de aterrizar precisamente en el Museo de Bellas Artes. «Preciosas las dos chicas sosteniendo la Giralda», decía una madre. «Somos Santa Justa y Rufina», le contestaba una de ella sin moverse.
El salón de actos del colegio se inundó de obras de arte, es decir, de niños representando esos cuadros en un ejercicio colectivo de dramatización que no solo recordaba los instantes pintados por Murillo, sino los ropajes, los instrumentos, las costumbres, los alimentos y los valores de una España en la gran era del desengaño imperial. Por los pasillos, pequeños Murillos ataviados de negro y con su blonda, pincel en mano, explicaban las particularidades de sus Inmaculadas.
Murillo les ha servido a los chicos para estudiar, entre las Ciencias Naturales y la Historia, la peor cara de aquel imperio de capa caída en que la picaresca campaba ya a sus anchas, espoleada por enfermedades mortales como el escorbuto, las pulmonías, la viruela y aquella peste negra transmitida a través de las pulgas de las ratas. Por otro lado, a través del número de obras facturadas en cada año, en pleno corazón del siglo XVII, los chicos aprendieron a elaborar gráficas. Cada texto, literario o periodístico, sobre el artista ha sido una oportunidad para aprender a resumir, buscar sinónimos, antónimos o palabras derivadas, por lo que los profes de Lengua han seguido con su programa en clave barroca. Para los más pequeños, los problemas con operaciones han girado en torno a las cifras astronómicas que han llegado a alcanzar en las más cotizadas subastas del mundo los cuadros del artista sevillano, que ahora podrán ver en los museos de la capital en una excursión que esperan con ilusión. «Mi Virgen preferida es la Virgen de la Servilleta», decía una cría de Infantil, mientras coloreaba concentrada y con los dedos una ficha de un Pastorcito Divino. «Hasta educación física podemos trabajarla con Murillo», dice su profesor, «porque se han preparado ejercicios de expresión corporal en el patio con chicos haciendo de marco y otros con distintas posturas».
En el segundo trimestre, el colegio ampliará el proyecto a la provincia. «Con el rodaje de Murillo, conocer la provincia será más fácil, pero será un reto integrar las asignaturas en un trabajo común», advierte el director.