Sábado Santo de buen gusto y detalle con la salida de las Tres Horas

El Cristo de las Aguas y la Virgen de los Dolores, de la Hermandad de las Tres Horas de Guadalcanal volvió a procesionar cuatro años después. Tarde puramente primaveral en la que brillaron detalles y estampas únicas. La petalada en Juan Carlos I y el reencuentro con La Concepción volvieron a ser enclaves destacados de su discurrir.

17 abr 2022 / 12:20 h - Actualizado: 17 abr 2022 / 12:25 h.
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Hubo un tiempo en que la mañana del Viernes Santo era blanca, y la tarde del Sábado Santo se teñía de gris ausente. Los cambios no siempre son a peor, y una muestra de ello la porta la Hermandad de las Tres Horas de Guadalcanal. Cambió el día y la hora de su salida y con ello salió ganando. No solo esta corporación, sino toda la Semana Santa de Guadalcanal que desahogó su Viernes Santo y dio opción a un nuevo día. Una tarde que se vuelve radiante al paso de una hermandad que conjuga a la perfección el sol temprano de su salida y la noche mística de su recogía. El buen gusto y el detalle.

A diferencia de otras hermandades como la de Ntro Padre Jesús o la del Santo Entierro que, aunque recortando recorrido llegaron a salir, la de las Tres Horas se quedó en su templo en el año 2019. El último de esta pandemia que nos ha traído a los cofrades una nueva visión y una nueva forma de vivir la pasión en estos días. Y tras cuatro años de ausencia, Guadalcanal volvió a disfrutar de su tarde de Sábado Santo en la mejor de las circunstancias.

Un sueño más que arraigado

Durante todo este tiempo un pueblo entero soñó que llegaba este momento. Que el sol bañaba la Plaza de los naranjos y cada rincón se llenaba del blanco y rojo nazareno de esta corporación. Soñó que a las seis la gente se agolpaba en dicho lugar, respetando no obstante a los abuelos de la residencia, que como cada año tenían palco de honor en otra bella salida. Y el sueño se hizo realidad en forma de pasacalles que anunciaba la esperada salida. La Banda de Cornetas y Tambores La Unión de Baena llegaba a la Plaza y tomaba su lugar en la calleja de la Caridad a la espera de que dieran las seis en el reloj de la torre y se abrieran las puertas de Sta. María de la Asunción.

Y esa realidad que fue el sueño no se rompió al despertar, sino que continuó en la vigilia que supuso ver al Cristo de la Aguas sumergido en su monte de lirios y que poco a poco, con el paso ya en la calle fue emergiendo lentamente ante la mirada de hombres y mujeres, de niños y grandes, de cofrades de a pie, músicos ilusionados o nazarenos cargados de fe. La primera de las muchas levantás suaves, inicio de la primera chicotá de este crucificado majestuoso. Silencio hasta la ofrenda de los abuelos de la Residencia Hermana Josefa María y a continuación, sones de Cristo del Amor y Mi cristo moreno para comenzar la estación. El aplauso entonces copó cada rincón libre y llenó los oídos de los presentes, cargados ya de por sí de Semana Santa grande en Guadalcanal. Y poco a poco se fue alejando entre la multitud para dejar paso a la Virgen de los Dolores que al son del himno nacional salía de nuevo a la plaza, a su plaza, a su pueblo, a su gente. Sus manos enlazadas, su rostro sereno. Estrenando manto y portando en su palio lazos con los colores de la bandera de Ucrania, pero sobre todo regalando su presencia, volvió a enamorar y cautivar corazones en aquel bendito momento. Al cielo con ella y al fin del mundo si fuera preciso. Otra vez estaba en la calle, tras una larga espera, que lógicamente, y ahora nos damos cuenta, mereció la pena. La Banda de Música Ntra. Sra. de Guaditoca tuvo el inmenso honor de poner banda sonora a este instante con otra marcha dedicada al detalle, A esas manos.

Lluvia de pétalos

Con paso medido, como suspirando amor y destilando cariño, el cortejo echó un primer vistazo a Mesones para perderse por López de Ayala y aprovechar esa estrechez mágica de Andrés Mirón para, a continuación, aparecer por Milagros. Y de ahí desembocar, esta vez sí de lleno, en Mesones. Y ese momento se inició como solía hacerse por estas fechas antes del parón pandémico uno de esos instantes especiales. Esa hora precisa en la que afloran los nervios y ese cosquilleo sano de estómago anunciando que todas las miradas en encaminan a un mismo lugar. A medida que sube por Juan Carlos I se siente el calor humano mezclado con el olor a incienso de estreno este año, y al de la cera inconfundible de cirios impregnados de fe y devoción. Es parada obligatoria de todo devoto. Es un despliegue de hermosura incomparable. Es un nuevo baño de masas el que se da el Cristo de las Aguas y a continuación la petalada a la Virgen de los Dolores que concentra miradas y aplausos a partes iguales. Y tras este primer clímax toca bajar por Costalero y adentrarse en Antonio Machado para elaborar otra mágica antesala de otro momento culmen. Antes de llegar a la Plaza Cristo de las Aguas, toca esa revirá imposible, esa callejita estrecha que poco a poco se va ensanchando para recibir las plegarias expectativas de un pueblo que se concentra ante la que fue su casa antaño. La vieja Iglesia de la Concepción recibe primero al Cristo de las Aguas, que con su caminar sereno dedica una nueva reverencia al que fuera su templo. Mucho el tiempo que pasó de aquello, mucho también el que nos ha hecho esperar esta reverencia, pero más aún el que recordaremos este momento. Y cómo no, la Virgen no podía faltar a esta cita sublime, llevada en volandas por una cuadrilla de categoría.

Y puestos a inmortalizar momentos, una vez más el cortejo se pierde por San Sebastián cuando la noche ya desplegó todos sus encantos. Es tiempo para la reflexión íntima, para la serena luz que alumbra cada rincón, y para que salgan a flote nuestros más enraizados recuerdos y nuestros deseos venideros. Deseos cargados de esperanza para vivir un nuevo Sábado Santo con este esplendor. Y todo ello antes de despertar de este sueño en el que la Hermandad de las Tres Horas sumergió a todo un pueblo. Un sueño que se iniciaba en una mañana de Viernes Santo y que ahora, trasladado al sábado no pierde su encanto, sino que lo gana y que permite que cuando uno despierte quiera volver a dormir con soñar con el Cristo de las Aguas y la Virgen de los Dolores.