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San Nicolás del Puerto

San Nicolás volvió a disfrutar de una noche magnífica con la procesión de San Diego

El Patrón de San Nicolás del Puerto y la Sierra Morena de Sevilla recorrió las calles de la localidad en una tarde-noche espléndida y con buena afluencia de personas

14 nov 2023 / 08:44 h - Actualizado: 14 nov 2023 / 08:45 h.
"Cofradías"
  • Procesión de San Diego en san Nicolás del Puerto / Fontecha
    Procesión de San Diego en san Nicolás del Puerto / Fontecha

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Y llegó un nuevo 13 de noviembre. Y con él, San Diego. No importa el día de la semana. Es el día en que dijo adiós al mundo terrenal que habitamos, aunque nunca murió en la memoria de San Nicolás del Puerto. De hecho, es su Patrón, y el Patrón de la Sierra Morena de Sevilla.

Poco podía imaginar nadie que allá en el año 1400, en aquella modesta vivienda de tan modesto pueblecito, fuera a nacer alguien con tanta historia. Fue tal día como hoy, un 14 de noviembre, y enseguida, educado en la fe cristiana inició una vida de ermitaño aunque también fue hombre viajero. Siempre le acompañó la humildad, y tal humildad sigue vigente tras su canonización y perdura en el tiempo.

San Nicolás volvió a disfrutar de una noche magnífica con la procesión de San Diego
Procesión de San Diego en san Nicolás del Puerto / Fontecha

La tradición de San Diego

Esa humildad es la que trasladan de abuelos a padres, y de padres a hijos para seguir una cadena infinita entre aquellos que lo veneran y quienes además se ponen bajo sus palos para llevarlo por cada una de las calles de la localidad cada 13 de noviembre. No importa el día. En esta ocasión cayó en lunes. Y allá que se fue a la calle una nueva procesión.

Poco antes de las cinco de la tarde irrumpía en pasacalles la Banda de Música de Alanís, y puntual como el propio reloj de la torre, a la hora en punto, San Diego se ponía en la calle. A pesar de ser un día de noviembre, la temperatura no resultaba nada desagradable. La tarde iba a regalar un cielo azul con pocas nubes y una media de veinte grados de máxima. Un tiempo que bien podría ser primaveral si se olvidaba que estábamos a las puertas del invierno.

Muy buena afluencia

Fue así y no de otra manera como se inició el cortejo de San Diego por las calles de San Nicolás. Un cortejo, como de costumbre, muy concurrido, con un paso sacado a hombros de hermanos devotos que lucían elegancia por fuera y también por dentro, en su paso, en su serenidad, en su saber estar. Estaba todo medido con la precisión que el momento requiere. También la música, elegida de antemano y regalando una obra de arte como lo es Siempre Macarena para iniciar el discurrir del santo por las calles de su pueblo.

La algarabía de fieles, entre los que había mucho niño y niña aprendiendo de lo que significa la fe y la devoción, no cesó en ningún momento, e incluso llegó a aumentar en ciertos tramos. Uno de ellos fue la revirá que el paso hizo en la Avenida del Huéznar para adentrarse en calle Cruz. Una revirá hasta hace algunos años inexistente pero que en esta ocasión se hizo al presentar el recorrido una modificación. El momento resultó especialmente bonito por cuanto novedoso y también en lo ceremonioso, a lo que contribuyó una marcha que va camino de convertirse en clásico como es Caridad del Guadalquivir.

Momentos mágicos

Avanzando en su recorrido y buscando con determinación su llegada a las inmediaciones del Galindón, San Diego atrajo para sí un atardecer de tonos pastel muy en consonancia con el otoño pero sin abandonar la envidiosa primavera que se afanaba en acompañar la tarde de San Diego. Con esta estampa que solo San Nicolás puede mostrar al mundo, el paso llegó a otro de los momentos que coronan la retina del recuerdo y los escenarios mágicos. Con el soniquete inconfundible de los cascabeles de Pasan los Campanilleros, los costaleros de San Diego enfilaron el camino por el puente romano que atraviesa la ribera que en verano se convierte en playa. Y mientras el sol se despide y las estrellas aparecen cual luciérnaba, el paso rindió visita obligada a esa otra zona de la localidad que también está deseosa de ver a su Patrón.

En menos que el ojo pestañea con desidia, pues nada quiere perderse, la noche dio el salto definitivo y con sábanas de seda envolvió el ambiente y prendió las velas de los candelabros divinos de San Diego. Media vuelta al finalizar la calle y camino inverso antes de enfilar el último tramo de la procesión.

Lluvia de pétalos

La arteria principal de San Nicolás, esa que atraviesa a modo de avenida el pueblo, volvió a engalanarse un año más con luz y banderas para recibir a quien tantos ruegos recibe al cabo del año, bien en la parroquia o bien en su ermita. Momentos de auténtica veneración a cada paso que los costaleros de San Diego ofrecieron en su devenir. Se buscaba otro punto álgido. Antes había que volver a la Plaza y disfrutar de esa reverencia ante la estatua del Patrón. Había que darse un nuevo baño de masas a los sones de Rosario de Montensión y Aniversario Macareno. Y entonces sí llegaría la lluvia. Una lluvia que caía del cielo, pero no en forma de agua, sino de flores. De pétalos de las mismas que acompañada del atronador Viva San Diego mojaban de belleza metafórica un momento para recordar. Incesante la lluvia, inolvidable el instante.

Calle San Diego

El momento festivo dio paso a uno de más recogimiento, pues el clímax estaba cercano. De la luz se pasó a la solemne oscuridad en la calle San Diego. La calle donde él nació. La calle en la que el silencio gana enteros para hacer verdadera música. Paso sencillo, humildad ante todo y dos marchas bien elegidas dentro del repertorio, Mi Amargura y Siempre la Esperanza. De vellos de punta iba la noche y así quedó patente en todo momento. Desde que se inició el recorrido de la calle hasta que las palabras de fe y el himno de España pusieron el culmen al momento. Tras ello tan solo había que encarar la última y definitiva parte del recorrido, aquella que llevaría al paso hacia su recogía.

La tradición de las pujas

Quedaba, sin embargo, ese singular momento que es el de las pujas. Una tradición que no se pierde en el tiempo, porque es parte de la esencia de la propia procesión, de la propia idiosincrasia de San Diego y de San Nicolás del Puerto. Subasta pública para ser portador de uno de los palos que llevaran hacia el interior del templo la imagen de San Diego. Importantes sumas de dinero que ayudan al devenir de la hermandad y que perpetúan el amor que siente un pueblo y una comarca por su Patrón. Tras esta subasta y con el himno nacional de nuevo sonando a modo de despedida se dio por concluida una nueva procesión de San Diego. Un evento que volvió a demostrar que cada 13 de noviembre, sea el día en que sea, algo grande se mueve en la Sierra Morena de Sevilla y es, nada más y nada menos, que San Diego.


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