La Iglesia de Santa María de Carmona cuenta desde este fin con una nueva obra de arte. Se trata del lienzo San Agustín con la Virgen y el Niño perteneciente a la escuela de Esteban Murillo de finales del siglo XVII, copia de muy buena calidad de un original del maestro sevillano de 1664 que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
La obra pertenece a los hermanos Juan Ignacio y Valentín Pinaglia quienes la han cedido de forma temporal a la parroquia para que pueda ser contemplada en un contexto adecuado. El cuadro se encuentra en su capilla familiar, conocida como la capilla de la Encarnación, a los pies del templo. La imagen de San Juan Grande que estaba en el hueco que ahora ocupa la pintura ha sido trasladada a la capilla del Cristo de los Martirios, cerca de la Virgen de Gracia.
Tal como indica la familia Pinaglia, es un cuadro comprado por Cristóbal de Medina y Cansino, el primer administrador de loterías de su familia. Según la abuela de Juan Ignacio y Valentín, en palabra de sus nietos, “fueron varios los cuadros que llegaron a manos de Cristóbal años después de la desamortización de Mendizábal. Cristóbal de Medina fue hombre soltero, adinerado y con residencia en la finca La Medina. Dicho cuadro, entre otros, compartía las paredes de esa residencia con una Inmaculada, un San Juan Bautista y un San José de una gran calidad artística, creemos que de la misma escuela murillesca”. Todos se conservan en la actualidad por la familia Pinaglia.
La estela de Murillo
El cuadro, cedido temporalmente por la familia Pinaglia a la Parroquia de Santa María de la Asunción de Carmona, se trata de un lienzo de finales del siglo XVII y que según palabras del doctor Enrique Valdivieso, en una visita que realizo hace unos años a la casa de la familia Pinaglia, es “una excelente obra de algún seguidor aventajado de Murillo”. El historiador del Arte y miembro del grupo de Pastoral Artística de la parroquia, Rafael Morales, afirma que la pintura que nos ocupa es una copia del San Agustín con la Virgen y el Niño que el gran Bartolomé Esteban Murillo realizara alrededor de 1664 “para el retablo mayor del sevillano Convento de San Agustín y que hoy se conserva en el Museo de Bellas Artes de nuestra capital”. Cabe destacar que este grupo pastoral de conservación y promoción del patrimonio artístico de la magna iglesia carmonense es único en la archidiócesis de Sevilla, bajo la tutela del cura párroco de la misma, José Ignacio Arias.
La obra representa el momento en el que a San Agustín de Hipona se le aparecen la Virgen María y el Niño Jesús transverberando su corazón como señal de amor divino. El mismo San Agustín narró este episodio místico de su vida en su obra “Confesiones” escrita entre los años 397 y 398. En la pintura original podemos observar ya a un Murillo “muy maduro y, aunque sean palpables sus influencias italianas, es patente su estilo personal y son muy reconocibles las figuras y las caras de sus figuras, prototipos que se vienen repitiendo en sus vírgenes, sus niños y sus angelitos”, afirma Morales.
San Agustín se presenta al espectador de una forma muy cercana, arrodillado sobre unos escalones para que juntos puedan compartir el momento -en la copia de Carmona esta parte del lienzo no existe, quizás porque tuvieran que adaptarlo al marco del siglo XIX en el que está colocado, marco que adquirió el pintor Joaquín Valverde Lasarte, miembro de la familia-. La Virgen y el Niño aparecen sobre unas nubes en un bellísimo rompimiento de gloria, envueltos en una luz celestial, rodeados de ángeles y querubines.
La flecha que atraviesa el corazón marca “la composición diagonal básica de la pintura, composición que se vuelve mucho más dinámica y compleja si se observan la cantidad de movimientos, gestos y cruces de miradas de todos sus personajes. La belleza de las figuras traspasa lo físico para adentrarse en la belleza espiritual y es que el maestro sevillano supo captar como nadie los sentimientos religiosos y la espiritualidad de la sociedad de la Sevilla del momento y, aunque a lo largo de su producción no se dedicara en exclusiva a trabajar para la Iglesia, está claro que esta temática solicitada por tantos mecenas y gestionada con tan buen gusto y tanta maestría, le ayudó a hacerse popular entre el pueblo más necesitado y entre los más ricos promotores. No debe extrañarnos que la influencia de Murillo haya sido tan grande a lo largo del tiempo y tantos y tantos pintores hayan querido imitar su estilo y copiar sus creaciones”, concluye.
Con todo lo dicho, la ciudad de Carmona podrá admirar desde ahora en la capilla de la Encarnación, propiedad de la familia Pinaglia, una obra que engrandece aún más el rico patrimonio de la Prioral de Santa María, y da continuidad a lo que el padre de ambos, el querido profesor Don Valentín, ya hizo antaño cediendo obras de arte, no sólo en el Hospital de la Santa Caridad, sino también con los dibujos de Valverde Lasarte en el museo de la ciudad, o la cesión de un cuadro del pintor anteriormente citado para el cartel de feria de 1994.