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Un regalo que hay que cuidar y mimar

Historias. Los receptores de órganos valoran mucho la generosidad de los donantes y la de sus familias y animan a seguir su ejemplo

06 jun 2017 / 12:21 h - Actualizado: 06 jun 2017 / 07:51 h.
"Sanidad","Medicina","Trasplantes, una alternativa de vida"
  • Inicio de una operación de trasplante en un quirófano. / El Correo
    Inicio de una operación de trasplante en un quirófano. / El Correo

Las personas que han recibido un órgano –su motor para seguir viviendo– agradecen y mucho la generosidad de sus donantes y la de sus familiares. Son conscientes de que sin el altruismo de estas personas su vida se hubiera acabado. Todos ellos y sin excepción, explican una y otra vez que desde que fueron trasplantados y ya recuperados de la intervención pueden llevar una vida completamente normal, como la de cualquier otra persona sana. Eso sí, indican que tienen prohibidos los excesos, para así cuidar «el regalo» que han recibido. Insisten en que no pueden desaprovechar la segunda oportunidad que les ha brindado la sociedad.

Manifiestan que para que se sigan realizando trasplantes son imprescindibles las campañas para fomentar la donación de órganos, aunque también señalan que, al mismo tiempo, es necesario concienciar a los más pequeños para que lleven una vida ordenada, algo fundamental para tener una buena salud y para mantener sus órganos en buen estado.

No obstante, aclaran que la mayoría de las personas que han necesitado un trasplante de órganos no se han visto abocados a ello por no haberse cuidado. Explican que hay personas con problemas de corazón por culpa de una gripe mal curada.

Todos los consultados por este periódico elogian el buen funcionamiento del Organismo Nacional de Trasplantes (ONT) y ponen como ejemplo el alto número de donantes que hay en España: 43,8 por millón de población, frente a los 22,9 de Italia y los 28,1 de Francia.

Manuel López / Trasplantado hepático

El presidente de la Asociación Andaluza de Trasplantados Hepáticos Ciudad de la Giralda, Manuel López, reconoce que el trasplante le ha cambiado «el chip», su forma de pensar, «porque aprendes a valorar lo que es la vida. Lo que antes era un problema importante, ahora deja de serlo».

Recuerda que su grave afección hepática la detectó porque se sentía muy flojo, «tenía mucho malestar y estaba sin ganas de nada, además me daban ataques de encefalopatía». Fue a raíz de la encefalopatía por lo que le ingresaron y le comenzaron a hacer pruebas en 2006, pero no fue hasta casi un año después cuando le anunciaron que lo que tenía era una lesión de hígado grave. En un principio, señala Manuel, le comenzaron a tratar para intentar recuperar el hígado, «porque es un órgano muy agradecido», pero explica que el suyo no sanó y le indicaron que la única alternativa era el trasplante. «La noticia me cayó como un jarro de agua fría, pero lo acepté, mi familia es la que lo llevó peor», explica.

Hasta que recibió la llamada esperada del anuncio de que había un órgano compatible con él pasaron 13 meses, en los que su calidad de vida «fue pésima». El esperado telefonazo llegó por «sorpresa a las dos de la mañana y dos horas después ya estaba en el quirófano». Manuel señala que la intervención duró aproximadamente 3,5 horas y su recuperación ocho días: «Estuve cuatro días en la UCI y otros cuatro en planta y ya me dieron el alta». Aclara que no todas las recuperaciones son tan rápidas, «porque no se puede generalizar».

Actualmente hace una vida totalmente normal, «como de todo con moderación y hago deporte, voy al gimnasio varios días en semana, pero tengo compañeros que incluso participan en maratones».

Respecto de su donante no sabe nada sobre él, solo tiene noticias de que su hígado vino de fuera de Andalucía y que no era para él. El destinatario era un paciente en código cero –necesitado de un órgano de urgencia– que no superó su dolencia. Como Manuel era el segundo en la lista le llamaron: «Fue un doble milagro», señala tras llevar ya seis años trasplantado.

Manuel está ahora al frente de la asociación, promoviendo la donación de órganos y el fomento de una vida sana entre los más jóvenes. Además, su entidad en el piso donde tiene las oficinas dispone de habitaciones para alojar a enfermos hepáticos, trasplantados y a sus familiares.

Francisco Garrido / Trasplantado de corazón

El 4 de agosto de 2005 le comunicaron a Francisco Garrido, presidente de la Asociación de Trasplantados de Corazón e Insuficiencia Cardiaca Ciudad de Híspalis, que se encontraba muy mal y que no iba a aguantar, «pero el corazón le llegó el 8 de agosto, cuatro días después de la mala noticia». Relata que le quedaba muy poco tiempo de vida, entre 15 días y un mes: «El corazón llegó por los pelos. Yo estaba muy mal, solo pesaba 42 kilos». Recuerda, además, que en aquella época no había corazones artificiales como existen en la actualidad.

Francisco, admite, no obstante, que él ya estaba preparado para todo, pero la llamada llegó. Telefonearon a su casa para informarle de que había un corazón para él y que se tomase un Nolotil, «fue un regalo». «Ingresé ese mismo día a las tres de la tarde y a las ocho entré en el quirófano, donde estuve unas cinco horas». Su recuperación fue muy buena. A los 21 días le dieron el alta y a los dos días de estar en su casa ya salió a la calle a dar una vuelta.

Actualmente hace una vida totalmente normal, con reconocimientos médicos cada seis meses aproximadamente, pero antes su vida fue dura. Desde que con 43 años le detectaran su insuficiencia cardiaca hasta los 52 años que es cuando fue trasplantado lo pasó regular, tomando hasta 20 pastillas al día –actualmente la dosis se ha rebajado a menos de la mitad, ocho–. Además, rememora que tenía dos hijos estudiando y que no le quedaba más remedio que seguir trabajando, a pesar de la gravedad de su dolencia, por eso no duda en declarar que la persona que le donó su corazón «me ha regalado la vida y me ha enseñado a ser generoso y solidario, por eso no hay que olvidar nunca la grandeza de la donación».

Asegura que la gente es muy solidaria, pero remarca que hay que seguir luchando y no dejar que caiga en el olvido la importancia de la donación de órganos.

Pablo Beca / Trasplantado de riñón

El presidente de Alcer Giralda –asociación para la Lucha Contra las Enfermedades Renales–, Pablo Beca, no se podía ni imaginar que ese 30 de diciembre de 2003, cuando acudió solo a las urgencias del Virgen del Rocío por tener un malestar general, le iba a cambiar por completo la vida. «Entré y no salí. Me hicieron una analítica y es cuando detectaron que tenía una insuficiencia renal crónica. La doctora que me atendió me indicó que me quedaba ingresado, porque estaba mal, y en la madrugada del 31 de ese mes de diciembre ya comencé con la diálisis. Estuve ingresado 28 días», recuerda.

A partir de entonces comenzó con la diálisis, tres días en semana, con una duración de cuatro horas cada sesión. En esa época la dieta que llevaba era severa y lo peor es la sed que pasaba, porque no les está permitido beber más de litro y medio de líquido al día, «por eso, cuando hacía mucho calor, tomaba hielo», rememora.

Después de cada sesión tenía que acostarse, «pero al día siguiente me levantaba bien», indica. Enganchado a la diálisis vivió menos de medio año. El 1 de junio de 2005 entró en lista de espera para recibir un riñón y el 15 del mismo mes ya fue trasplantado. Admite que tuvo mucha suerte, porque además su grupo sanguíneo es A –compatible con todos los grupos– y su factor rh es positivo, «pero las personas que son 0 negativo lo tienen mucho más complicado, permanecen en lista de espera muchísimo más tiempo».

El trasplante fue todo un éxito y el riñón comenzó a funcionar de inmediato, por lo que su recuperación también fue muy rápida y a día de hoy hace una vida normal: «Incluso he hecho este año una etapa del camino del Rocío con la hermandad de Triana».

Actualmente, informa de que se están realizando trasplantes entre vivos, «una operación en la que se ha avanzado mucho, porque la donación se hace por laparoscopia y el donante a las 48 horas ya está en su casa».

Manuel Gaona / Trasplantado de corazón

Sufrir un infarto estando ingresado en el hospital es lo que le salvó la vida a Manuel Gaona, vicepresidente de la Asociación de Trasplantados de Corazón e Insuficiencia Cardiaca Ciudad de Híspalis. Recuerda que sus problemas de corazón comenzaron sufriendo anginas de pecho que desembocaron en infartos, «el último me dio dentro del hospital, de lo contrario no lo cuento».

En un principio fue tratado en el Virgen Macarena y luego fue derivado al Virgen del Rocío por la necesidad de tener que ser trasplantado. Llegó a estar varios meses ingresado entre 1998 y 1999 hasta que le estabilizaron y le dieron de alta, pero en su casa solo permaneció 43 días, el tiempo que transcurrió hasta que se encontró con un corazón compatible con Manuel. Indica que en esos días hacía una vida prácticamente normal y que la llamada del hospital comunicando de que había un «posible» le llegó estando comprando con su mujer en el mercadillo de Brenes, municipio en el que reside. La voz al otro lado del teléfono le dijo que se duchase y que acudiese tranquilo al hospital. Manuel recalca que todo salió muy bien y que en el hospital solo estuvo unos 14 días «y porque me pilló las Semana Santa y la Feria». Desde entonces realiza una vida totalmente normal y con un régimen alimenticio como el de cualquier otra persona, sin cometer excesos, aunque señala que se puede tomar hasta una copa de vino o una cerveza de vez en cuando.

Este hombre dice que estará eternamente agradecido a su donante –un chico joven del que no tiene más datos– y a los profesionales sanitarios, porque gracias a todos ellos ha podido conocer a sus dos nietos, de tres años y seis meses. Esta experiencia, insiste Manuel, te marca para toda la vida, porque vives gracias a la solidaridad de otras personas que te han dado tanto. «Los padres de mi donante saben que su hijo está viviendo en otra persona gracias al regalo que me hicieron», manifiesta.

En estos 18 años viviendo con el corazón de otra persona, Manuel ha sufrido otro problema de salud. En 2012 le dio un ictus, del que se ha recuperado perfectamente y que no le ha impedido seguir trabajando como voluntario en la asociación de la que es vicepresidente. Asegura que es una labor que le recompensa, porque ayuda a pacientes que están pasando por lo que él pasó y a sus familiares. Recalca que es muy importante que estas personas cuenten con un apoyo, «porque es un estímulo para salir adelante y no hundirse».