Una playa de bandera verde y sin competencia

La ’playa’ de San Nicolás del Puerto cumple 40 años de vida. El Ayuntamiento invierte varios planes provinciales en su mejora

03 jul 2018 / 07:26 h - Actualizado: 03 jul 2018 / 07:26 h.
"Ocio"
  • En la playa artificial de San Nicolás ya se han hecho presentes los primeros bañistas. / J. Á. F.
    En la playa artificial de San Nicolás ya se han hecho presentes los primeros bañistas. / J. Á. F.
  • Este año se han colocado barandillas nuevas, y más largas. / J. Á. F.
    Este año se han colocado barandillas nuevas, y más largas. / J. Á. F.

Ni el azul de la costa gaditana, ni el dorado que al atardecer da el sol a las aguas que bañan Cataluña. Ni siquiera el turquesa impoluto que aquel mar que dan en llamar Caribe. El agua de la sierra, no podía ser de otra manera, es verde. Y ese es el color que acompaña al nombre de esta playa de interior, la playa de San Nicolás del Puerto. La playa verde. El turismo rural, en constante crecimiento en esta última década, le ha dado un impulso especial, aunque los lugareños ya disfrutan de esta playa artificial desde hace cuarenta años. Este fin de semana, precisamente, tuvo lugar tal efemérides. Desde entonces muchos bañistas han tenido el privilegio de sumergirse en sus aguas, las del río Galindón, quedo y sereno, frenado por las compuertas que impiden su paso. Uno de esos bañistas es Julián Parrón, vecino de la localidad, que vio en su tierna adolescencia cómo nacía esta playa. «Era la mitad de lo que actualmente es hoy», relata Julián.

«La hicieron por fases. Al principio las compuertas estaban colocadas en el puente romano y se levantaban con manivelas para vaciar la playa. Al lado del puente había un aliviadero por donde salía el agua más sucia que se quedaba en la superficie. Existían chiringuitos que los hacían con palos de madera y los tejados eran de helechos, no como los actuales». Uno de los elementos de lucha constante, y al cual se ha conseguido derrotar en los últimos años, era el limo de la orilla de la playa. Un limo que ha costado más de un resbalón y que Julián también sufrió en sus carnes en aquellos inicios, «en un resbalón me partí el dedo gordo del pie». En el transcurso de estos años muchas costumbres han cambiado, como la de utilizar los elementos arquitectónicos a modo de trampolín. Parrón recuerda que la gente se tiraba del puente y de las polleras de los laterales del mismo, hasta que una vez se produjo el triste suceso de la muerte de un bañista. Desde entonces está prohibido. Eso sí, lo que más ha cambiado ha sido la forma de entender el turismo. Según Julián, hoy hay un mayor número de turistas, pero no solo por la playa, sino «por todo lo que ofrece San Nicolás, la ribera, el nacimiento del Huéznar, las cascadas, la vía verde, etcétera».

Por su parte, Joaquín no es autóctono de San Nicolás, aunque sí está muy ligado al pueblo por su vecindad con Alanís. Asimismo contempla asombrado cómo ha cambiado aquella playa verde de sus inicios, cuando llevara a conocerla a sus hijos. «Cuando se la enseñen a sus propios hijos tal vez sea muy distinta, pero ellos por lo menos la recordarán como era en origen». Para Joaquín no solo ha cambiado la playa físicamente, sino también en la forma de entenderla. «Han visto que este lugar se puede explotar turísticamente y lo han conseguido. El ambiente que se respira en San Nicolás parece el de un pueblo de la costa».

Este año San Nicolás ha perdido el privilegio de ser la única localidad de la provincia con playa, ya que este verano ha nacido una nueva en La Puebla de los Infantes. Sin embargo, el alcalde de San Nicolás, Juan Carlos Navarro, no ve competencia en ello. «Considero que son actividades turísticas de la comarca», afirma el primer edil, que además añade que «nuestra playa funciona bien y la ponemos cada vez más moderna y más atractiva, y si hay otra alternativa para atraer turismo a la comarca así debe ser». A San Nicolás la naturaleza le hizo un regalo, con el tesoro natural que suponen las cascadas del Huéznar. La mano del hombre le ha brindado otro regalo más, el de su playa fluvial. Consciente de ello, Navarro, al igual que sus antecesores, lucha cada año por mejorar su bien más preciado. De esta manera, este año ha vuelto a invertir en ella. «Este año hemos invertido un Plan de Empleo Estable en el césped y del Plan Supera otra inversión en tema de seguridad. Hemos limpiado los accesos a la playa con una máquina especial, quitándole limo, que por eso se resbalaba tanto, hemos puesto barandillas nuevas más largas y más cantidad de las mismas y se han tapado agujeros», enumera el primer edil marucho, quien también habla de un tema controvertido pero aceptado de buen grado por todos como es el tema de los parquímetros. Para el máximo mandatario, estos parquímetros generan unos treinta mil euros cada verano que se reinvierten en puestos de trabajo. Unos puestos que engloban a socorristas, mantenimiento o seguridad. Este año la zona azul se ha ampliado en unos treinta aparcamientos, por lo que la recaudación, estima el alcalde, será mayor aún. Medidas como esta, afirma Navarro, ayudan a «cribar a cierto turismo que no quiere cumplir las normas. Queremos turismo que tengan civismo y que cumplan las normas, y el sentirse controlado por policía, como por controladores de playa como por socorrista ha hecho cribar ese cierto turismo malo que había antiguamente».

Cuando pase septiembre y las cubiertas se abran, el Galindón continuará su curso normal. Cuando eso ocurra habrá dejado atrás otro verano de ensueño en un pueblo serrano que ya no es el único que cuentan con este privilegio fluvial en la provincia, pero que sí atesora historia, historias y recuerdos. Tantos como para albergar otros cuarenta años de vida, como poco.