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Vacaciones en Paz: objetivo 300

La Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui hace un llamamiento a las familias sevillanas para aumentar el número de niños que pasa el verano en la provincia

08 may 2017 / 06:38 h - Actualizado: 08 may 2017 / 10:54 h.
"Solidaridad","Sevilla y el Sáhara"
  • Recepción de niños saharauis en la Diputación de Sevilla el pasado verano. / El Correo
    Recepción de niños saharauis en la Diputación de Sevilla el pasado verano. / El Correo
  • Dos pequeños sonríen tras llegar a Sevilla desde los campamentos. / El Correo
    Dos pequeños sonríen tras llegar a Sevilla desde los campamentos. / El Correo
  • Una madre biológica expresa sus necesidades.
    Una madre biológica expresa sus necesidades.

El programa Vacaciones en Paz, que organiza cada año la llegada de cientos de niños saharauis para vivir el verano con familias de acogida, no pasa por su mejor momento. Lo reconoce el secretario de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui en Sevilla (Aapss), Federico Rojas, que recuerda tiempos en los que se contabilizaban «hasta 3.000 niños» arribando a la provincia sevillana.

Por ahora, con la financiación como principal hándicap y con el mes de julio, en el que se les da la bienvenida, a la vuelta de la esquina, tienen formalizadas poco más de 200 solicitudes, aunque la experiencia de años anteriores les hace tener la ligera esperanza de que aumenten hasta los 300 a última hora.

Por eso, aún hay margen de fechas para que aquellos que quieran sumarse puedan hacerlo en cualquier momento: «Cuantos más niños podamos traer mejor, aunque se tengan que tramitar de urgencia», explica Rojas. Y es que la necesidad de este pueblo y, sobre todo, de sus más pequeños, es la que motiva un programa que lleva funcionando en la comunidad andaluza desde 1994, con el fin de que se alejen de la extrema dureza de las altas temperaturas del verano en el desierto –que llegan a alcanzar los 60 grados–, así como de las carencias alimenticias, educativas o sanitarias que sufren diariamente en los campos de refugiados de Tinduf (Argelia). De esta forma, Vacaciones en Paz aprovecha para «hacer visible la causa saharaui, a la que España como potencia tiene bastante olvidada», lamenta el secretario de la asociación.

Ante los problemas económicos que presentan las familias de acogida, las cuales tienen que sufragar el viaje, alojamiento, manutención y parte de la educación de los niños, Rojas señala que la Aapss tiene activa la opción del apadrinamiento colectivo, consistente –tal y como ya contó este periódico el pasado marzo– en que miembros de colectivos, sindicatos, partidos políticos o trabajadores de empresas aporten una pequeña cantidad gracias a la cual se llegue a pagar el billete de avión a uno de los niños. «Solo el viaje puede salir por más de 600 euros, pero entre varios no es un desembolso tan grande. Además, procuramos que la familia de acogida salga de la empresa o el colectivo en cuestión para cerrar el círculo», apunta Rojas. Gracias a esta iniciativa, el pasado año se sufragaron 33 billetes.

Una vez aquí, tanto las familias como diferentes instituciones se vuelcan durante esos dos meses para que los chicos pasen un verano inolvidable. Son recibidos en el Ayuntamiento, en la Diputación, en el Parlamento o en la Delegación del Gobierno en Andalucía, además de pasar jornadas en el Acuario de Sevilla e Isla Mágica, de conocer lugares como el Museo de Autonomía de Andalucía, la Casa de la Ciencia o un parque de Bomberos, o de ir al cine, actividades de fácil acceso para cualquier niño sevillano que se precie.

Sin embargo, para que los saharauis puedan disfrutar al 100 por cien de ese calendario tan apretado, es necesaria una labor de concienciación en el lugar de origen, con el objetivo de que las familias biológicas y los propios pequeños sean conscientes de lo que se van a encontrar cuando lleguen a Sevilla. Y aquí entra también en juego la labor pedagógica de la Aapss, que estos días atrás ha mandado a parte de su junta directiva a los propios campamentos de refugiados para «explicarles dónde van, quiénes van a ser sus familias de acogida o cómo se tienen que comportar durante su estancia. Hay que tener en cuenta que las culturas son muy diferentes y al principio vienen asustadísimos, porque tienen que enfrentarse a cosas como la barrera idiomática o a ver una ciudad llena de luces y de coches por primera vez», cuenta Rojas. La idea de esta visita es, en definitiva, unificar criterios y poner en común las necesidades entre familias biológicas y de acogida.

Esta asociación también pone en funcionamiento todos los años la conocida como Caravana por la Paz para recaudar alimentos –en la edición de 2017 han reunido 70.000 kilos–, medicamentos, máquinas de hospital y material escolar y en la que se vuelcan no solo las familias de acogida, sino también colegios, institutos, comercios y ayuntamientos de todas las comarcas.