GERONTOLOGÍA

¿Cómo saber que a una persona le ha llegado el momento de dejar de conducir?

En Estados Unidos hay especialistas en hacer exámenes de conducir a personas mayores, y eso facilita el momento porque siempre es mejor poder culpar a un tercero, pero en España no tenemos esa figura

¿Cómo saber que a una persona le ha llegado el momento de dejar de conducir? / Freepik

Michael Houses

Es probablemente uno de los momentos más duros para una persona que se va haciendo mayor. La hora en que él mismo nota, o lo que es peor, alguien le dice, que ha llegado el momento de echar el freno y bajarse del asiento del conductor.

No es fácil para nadie, pero es una conversación que antes o después hay que enfrentar.

Y si nuestro padre o nuestro abuelo no es consciente de su importante pérdida de facultades, habrá que hacer acopio de tacto, mano izquierda y cariño, pero habrá que decírselo. Por su bien y por el de todos los que se crucen en su camino.

En Estados Unidos hay especialistas en hacer exámenes de conducir a personas mayores, y eso facilita el momento porque siempre es mejor poder culpar a un tercero.

Además, suelen ser neuropsicólogos y están muy habituados al trato con conductores mayores y a someterles a observación valorando, fundamentalmente, sus habilidades visuales, sus tiempos de reacción y la velocidad de procesamiento.

Pero aquí no tenemos esa figura.

Un duro golpe para el sentido de independencia

Es importante tener en cuenta, además, que conducir puede ser una forma importante para que nuestros mayores se mantengan en contacto con los demás, asistan a las citas médicas y a las actividades, y vivan una vida plena.

Pero, desgraciadamente, conducir es una tarea muy compleja.

  • Implica habilidades motoras finas, realizar varias tareas a la vez, mantenerse alerta durante largos períodos de concentración...
  • Y a nadie se le escapa que a medida que envejecemos nuestros sentidos se vuelven menos fiables.
  • Aparecen los problemas de audición o de visión, que les hacen menos capaces de identificar posibles peligros en su entorno.
  • También es más probable que tomen medicamentos que afectan su capacidad de concentración, imprescindible para conducir con seguridad.
  • Y no olvidemos que con la edad disminuye la resistencia y aumenta la fatiga, lo que afecta al estado de alerta e incluso a los tiempos de reacción.

La lista podría ser mucho más amplia, pero sea cual sea el problema, se trate de circunstancias físicas o mentales, la decisión de dejar de conducir suele suponer un trauma y provocar angustia, ya que habitualmente afecta al sentimiento de independencia de la persona.

En cualquier caso, y siendo conscientes de las dificultades, lo peor es no asumir la responsabilidad de separar del volante a quien ya no puede manejarlo con garantías, por muy deshumanizante que nos pareja.

¿Qué señales, sin contar con el médico, indican que ha llegado la hora de dejarlo?

Hay quien dice que la mejor manera de saber en qué momento estamos es subirse en el asiento del copiloto y emprender un pequeño desplazamiento con la persona mayor al volante.

Y en ese trayecto qué debemos mirar:

  1. Lo primero, si se salta algún semáforo o ignora algunas señales.
  2. Si es conductor habitual puede ser recomendable analizar el estado de los neumáticos para comprobar si se está golpeando con los bordillos.
  3. Si tiene dificultades para mantenerse dentro del carril o para circular sin sobrepasar el límite de velocidad.
  4. Si tiene despistes que se salen de lo habitual.
  5. Si no mantiene la concentración y la atención en lo que está haciendo.
  6. Si se confunde, sobre todo, en rutas conocidas.

Además, puede ser una gran señal de advertencia mirar su coche y observar si aparecen golpes, abolladuras pequeñas, rasguños... porque nos indicará que algo no va tan seguro como debería ir, aunque no haya ocurrido nada serio.

Eso sí, hay que prestar atención a todo esto sin prejuicios. Porque el hecho de poder conducir no es cuestión de una edad en concreto. Puede ocurrir en personas jóvenes.

¿Qué señales de advertencia son médicamente importantes?

Suele ocurrir, en la mayoría de los casos, que la señal de alerta la enciende el médico de cabecera, el geriatra si lo hay (debería) o el oftalmólogo. Porque son las personas que mejor conocen el estado físico de la persona.

Pero en general podríamos afirmar que hay 4 señales de advertencia que indican que una persona mayor ya no debería conducir

Disminución de la visión y deterioro de la audición

Tienen una condición física que hace que sea menos seguro para ellos conducir.

Las enfermedades que afectan a la visión son especialmente peligrosas para las personas que circulan por la carretera.

El glaucoma, la degeneración macular o las cataratas son causas habituales de problemas de visión que pueden provocar la aparición de puntos ciegos (zonas que no se ven) que impiden ver otros coches o cualquier incidencia repentina.

Lo mismo ocurre con el oído, si nos pueden sorprender situaciones que podríamos haber anticipado al escucharlas, pero no hemos sido conscientes de ellos.

La artritis también afecta a la conducción

Quizás nunca nos lo habíamos planteado, pero afecciones tan habituales como la artritis pueden llegar a provocar rigidez, dolor y disminución de la movilidad. Y eso puede ser igualmente preocupante si interfiere con la conducción segura.

Por ejemplo, una persona con dolor y rigidez en el cuello puede tener dificultades para girar la cabeza y comprobar si hay peligros antes de cambiar de carril o incorporarse al tráfico.

Pérdida de fuerza y aumento de la fatiga

Ambas cosas son bastante habituales según vamos cumpliendo años. Y especialmente la primera, que puede provocar dificultades para mantener una postura adecuada e incluso para girar el volante de forma eficaz mientras se conduce.

Y en cuanto a la fatiga, está bastante claro que tiene una relación muy directa con el riesgo de accidentes.

Cambios cognitivos: multitarea y tiempos de reacción

La afirmación general suena fuerte, pero es lo que hay: los geriatras, acostumbrados a tratar con personas mayores, han estimado que a partir de los 50 o 60 años, las personas tienen una menor capacidad para realizar varias tareas a la vez y dividir su atención.

Más obvio es cuando hablamos de otras enfermedades neurodegenerativas, como la demencia, que también suelen provocar una disminución de la capacidad cognitiva y de la rapidez de reacción.

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