Un año de pandemia, de confinamiento, de relaciones sociales a distancia que van, progresivamente, erosionándose y limitándose, arrastra consigo muchas secuelas. Algunos psicólogos han afirmado que habrá una cuarta ola a causa del coronavirus, y será la de la depresión. Otra repercusión posible, y que ya está dejándose sentir, es la de la obesidad. El 4 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Obesidad, una fecha que, como otros tantos aspectos de nuestra vida, tendrá este año una dimensión especial: Se habla ya de epidemia invisible, con ocho millones cuatrocientos mil afectados en España. Un millón y medio de ellos son menores de edades.
Para ayudar a las personas con sobrepeso y obesidad, nació en 2016 Obymed, con clínicas en Sevilla y Las Palmas de Gran Canaria. Obymed cuenta con médicos, psicólogos y nutricionistas, todo esto destinado a, como señala Rafael León, al frente del equipo médico, “diseñar un abordaje más integral” en el tratamiento de todas aquellas patologías relacionadas con el exceso de peso.
¿Es fácil de diagnosticar la obesidad?
La obesidad en sí es una enfermedad crónica multifactorial tendente a la recidiva, es decir, que tiendes a recuperar el peso perdido porque es complicado cambiar estos hábitos alimentarios, que es lo único que nos va a permitir cambiar de peso a largo plazo. El diagnóstico nos viene en función de la talla y el peso del paciente. Hay una fórmula, la del Índice de Masa Corporal, que divide el peso entre la talla al cuadrado: No es lo mismo 90 kilos en una persona de dos metros que en una de un metro y medio. Por tanto, a partir de esta fórmula, se distingue el sobrepeso y la obesidad en sus distintos grados, además del peso normal y el peso bajo.
¿Qué ha de hacer un paciente diagnosticado de obesidad?
Clásicamente, se ha determinado el estar fuera de peso como algo estético. Lo primero de todo es reconocer que la obesidad y el sobrepeso son enfermedades, porque asocian enfermedades como el colesterol o la diabetes, aumentan el riesgo de padecer enfermedad cardiovascular, infartos cerebrales y cardíacos y el riesgo de cáncer. Así que el primer paso es identificar que ahí hay un problema que puede menoscabar nuestra esperanza y calidad de vida. Una vez dado ese paso, lo ideal es acudir a un profesional que sepa asesorarnos en cuál es la mejor forma para perder peso.
Además de las secuelas que ha comentado, ¿También nos afecta psicológicamente el tener obesidad?
Efectivamente. El tema de la obesidad, aparte de todo lo dicho, conlleva que los pacientes tengan menos autoestima, depresión, problemas para salir y relacionarse, sobre todo en épocas en las que se va menos tapado por el calor. Aunque es algo que no se cuente, nosotros trabajamos con un equipo multidisciplinar de psicólogos, médicos y nutricionistas, ya que, aunque a veces piensa uno que está perfecto, y que no necesita un psicólogo, indagando un poco más se ve que hay, por ejemplo, hambre emocional, es decir, el impulso a alimentarse a deshoras debido al empleo o al estrés. Nosotros trabajamos esa parcela psicológico que es la que nos hace dar el paso y luego, mantenernos en nuestros hábitos.
¿Es difícil, a veces, por parte del paciente, recibir la noticia de que tiene obesidad por todas las connotaciones sociales que ello conlleva?
Sí, sobre todo en los que tienen sobrepeso, ya que la obesidad es más evidente. Está muy metido en la sociedad que a una persona pueden sobrarle cinco o diez kilos y verse bien, cuando en realidad hay mucha grasa visceral [la ubicada en el abdomen] que es la que implica más riesgo. Hay una tendencia a pensar que se está bien aunque se tenga “barriguita”, pero cada vez hay más estudios sobre pacientes que, visualmente, no presentan sobrepeso pero tienen un grado de grasa visceral preocupante, con lo que esos “kilitos de más” pueden reportarle un riesgo de padecer diabetes, entre otras enfermedades, en el futuro.
Esta temporada de confinamiento, de sedentarismo, ¿nos puede hacer más proclives a la obesidad o al sobrepeso?
Por supuesto. Desde marzo del año pasado, fuimos testigos de cómo nos cambiaba a todos la vida con el confinamiento, y hemos visto cómo pacientes sin sobrepeso ni obesidad, al estar más horas en casa, debido al sedentarismo, tienden a elegir productos más procesados, de peor perfil alimentario, con lo que se ha tendido a un incremento de peso en la población global.
¿Han notado un aumento en el número de pacientes en su clínica?
Sí, hemos aumentado sobre todo la consultas a raíz del confinamiento. Esto engloba una esfera social, con lo que al empeorar la situación económica, limitarse la movilidad, etc., la situación se convierte en una bomba que favorece el sedentarismo, el elegir productos de mala calidad y el ganar peso.
¿Es un privilegio el hecho de mantenerse en un peso correcto?
A veces, se tiene la creencia de que sí, pero nada más lejos de la realidad, aunque es cierto que hay sectores de la sociedad con peores recursos, que eligen, por tanto, productos de peor calidad porque son más baratos de comprar. Sin embargo, muchas veces se puede elegir comer saludable con las mismas condiciones y precio. Es una creencia social la de que aquellos que están delgados se gastan más dinero que los que no lo están.
¿Qué piensa de las dietas milagro?
Debemos huir de las dietas y productos milagro, que nos prometen perder peso con rapidez y facilidad, ya que, efectivamente, lo pierdes, pero al final no hay constancia ni mantenimiento de estos hábitos a largo plazo. Cualquier cosa que restringas en alimentos y calorías te va a ayudar a perder peso, pero eso tiene una caducidad, y si el paciente acaba retornando a sus malos hábitos, no sirve de nada. Nosotros trabajamos con el paciente en función de mantener unos hábitos alimenticios saludables, e intentamos evitar el concepto de dieta.
Después de lo que hemos hablado, la respuesta parece bastante evidente, pero ¿se puede ser obeso y estar completamente sano?
El otro día salió un estudio que hablaba de que los pacientes con actividad física habitual, pese a ser obesos, podían tener menos riesgo cardiovascular que aquellas personas de peso normal pero muy sedentarias. Sin embargo, a largo plazo, aquellos pacientes con sobrepeso y obesidad, aunque mantengan el ejercicio, acabarán corriendo riesgo de padecer enfermedades vinculadas a su peso, con lo que existía esa incongruencia en el estudio: Puede pasar, pero no es lo habitual.
¿Qué le diría a una persona que tuviese sobrepeso u obesidad y no se decidiese a tomar medidas?
Le animaría a que contemplase la posibilidad de dejarse asesorar por un equipo de profesionales, como nosotros tenemos en la clínica, porque al final tenemos el convencimiento de que tendrán mejor calidad de vida y vivirán mejor con un peso saludable que de la otra forma. Le animaría a que mirarse por su salud y futuro. No se trata de restricciones ni de limitaciones, sino de adquirir hábitos saludables, beneficiosos para ellos y también para su familia.