Semana Santa

María Luisa de Borbón y su amor por las cofradías

La hija menor de Fernando VII llegó a Sevilla en 1848, y desde el primer instante se enamoró de la Semana Santa

PORTADA   María Luisa de Borbón y su amor por las cofradías

PORTADA María Luisa de Borbón y su amor por las cofradías / El Correo

Antonio Puente Mayor

Antonio Puente Mayor

Todos conocen el Parque de María Luisa, pero pocos a la persona que le dio nombre y cuya generosidad fue clave para la Sevilla del siglo XIX. Nos estamos refiriendo a doña María Luisa Fernanda de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, nieta por vía paterna de Carlos IV de España, y por vía materna de Francisco I de las Dos Sicilias. Nacida en Madrid en 1832, fue la hija menor del rey Fernando VII y de su cuarta esposa, María Cristina de Borbón (la reina que dio lugar a la canción «María Cristina me quiere gobernar»), siendo asimismo hermana de la futura reina Isabel II. No puede decirse que su infancia fuera feliz, pues aunque contó con el cariño de su madre, esta no podía dedicarle el tiempo necesario al estar comprometida con los asuntos de la regencia (quedó viuda a los veintisiete años). Los biógrafos nos cuentan que doña María Luisa fue durante su infancia y primera juventud una alumna distraída y con poco interés por aprender, pero desde su casamiento con don Antonio de Orleans, duque de Montpensier e infante de España, llegó a ser una compañera fiel y una madre ejemplar, dando a luz a nueve hijos, de los que sólo le sobrevivirían dos.

Los duques de Montpensier

Los duques de Montpensier en una imagen de 1853 / El Correo

Residencia en Sevilla

Tras recibir las bendiciones nupciales en el Salón de Embajadores del Alcázar madrileño, el 4 de noviembre de 1846, los nuevos duques de Montpensier partieron con destino a París, donde establecidos en la residencia real del castillo de Vincennes, llevaron una existencia palaciega hasta la revolución de 1847. Esta trajo consigo la caída de Luis Felipe I de Francia, padre de don Antonio, por lo que se vieron abocados al exilio. El 7 de marzo de 1848, la pareja llegaría a Sevilla para establecer su residencia, siendo recibidos entre repiques de campanas. Como bien señala José Gámez Martín en su artículo La corona de España y la Semana Santa de Sevilla, «vivieron sus primeros días sevillanos en el Palacio Arzobispal mientras se realizaban unas obras de adaptación en una sala veraniega de la planta baja de los Alcázares en la que nació la primogénita María Isabel el 21 de septiembre». No obstante, tras la firma en 1849 de una Real Orden por parte de la reina Isabel II, los duques adquirieron el edificio que había servido de Colegio Seminario de San Telmo así como de Escuela de Mareantes —en ella estudió Gustavo Adolfo Bécquer—. En dicha residencia, doña María Luisa llevaría a cabo multitud de actos culturales y festivos, mientras don Antonio fomentaba la vida económica sevillana y andaluza con criterios modernos.

Una cofradía pasando por la calle Génova, Sevilla, en 1851

Una cofradía pasando por la calle Génova, Sevilla, en 1851 / El Correo

Devoción por la Virgen María

En el ámbito cofrade, los Montpensier «fueron grandes valedores y defensores de las tradiciones sevillanas, aceptando ser hermanos mayores honorarios de la cofradía de Montserrat», según Gámez Martín. Asimismo donaron piezas artísticas a imágenes marianas como la Virgen de los Remedios, la Salud de San Isidoro o la Virgen de la Paz de Santa Cruz. Respecto a doña María Luisa, el historiador Manuel Jesús Roldán, en una entrevista para la revista Escaparate, argumenta: «Ella estaba criada en un ambiente religioso y eran frecuentes su asistencia a cultos y sus donativos a obras piadosas y a hermandades». Asimismo llama la atención la devoción que la duquesa profesaba a la Virgen María, a la que dedicó parte de la decoración del Palacio de San Telmo. Por ejemplo, en el año 1851, le encargó al pintor Antonio Cabral Bejarano una serie de pinturas que representaran a las Vírgenes de Regla, Rocío, Amparo, Antigua, Salud, Hiniesta y de los Reyes. También apunta José Gámez que los nobles «presenciaban con asiduidad los desfiles procesionales y fue idea de la infanta el que se organizase en 1850 el primer Santo Entierro Magno». El profesor Roldán añade que el listado de hermandades a las que perteneció el matrimonio es realmente significativo: «1848 la Carretería, 1849 Gran Poder y Pasión, 1850 San Isidoro, 1851 Montserrat y la Quinta Angustia, 1853 la hermandad de la O, en los años 60 la hermandad de Montesión…». Por su parte, Julio Mayo, en su artículo La cofradía protegida por los Montpensier, menciona la influencia ducal en la Hermandad de la Carretería, «bajo cuyo manto se llevaron a cabo un buen número de cambios»; desde el traslado de su procesión al Viernes Santo por la tarde —originalmente salían en la Madrugada—, hasta el hábito de sus penitentes y la redacción de unas reglas nuevas.