La 'Madrugá'
Cuando las flores callaban la pobreza de Triana: "La Esperanza tiene personalidad propia"
Ceramistas, pescadores y mareantes están en el origen de una hermandad con seis siglos de historia que adora a una Virgen morena y al Cristo de las Tres Caídas con una devoción inigualable
La Esperanza de Triana, Capilla de los Marineros 2024 / Juan Bezos
“Recuerdo que estábamos arriba tomando la decisión de no salir y estaba diluviando al otro lado de la ventana. Cuando se comunicó, sonó un aplauso”. Era 2011 y lo rememora Manuel Romero, consiliario de la Hermandad de la Esperanza de Triana, que nos retira a un rincón de un templo abarrotado de fieles. Él es una de las personas que más sabe de la historia de esta hermandad. Acumula cientos de anécdotas. Se crió jugando a los pies de la Virgen porque su tía era la cocinera de los dominicos en San Jacinto. Viene de una familia de areneros de Triana, de los que sacaban la arena de las entrañas del río Guadalquivir para venderla a pie de obra.
“En 2004 la única que salió fue la Esperanza y no nos cayó ni una gota”, recuerda. Él ha sido su nazareno hasta hace dos años. Ahora su nieto Marco, de seis años, le pide ir a ver a la "Virgen guapa". Esta noche a las 22:00 horas la junta de gobierno de la hermandad comenzará a analizar los partes meteorológicos para tomar una decisión. "En 2013 nos tuvimos que refugiar en la catedral". La memoria de Manuel se remonta a aquel año en que era hermano mayor el torero Antonio Ordoñez y llovió tanto que se tuvieron que refugiar en la Magdalena. Era 1974. Su nieto, Francisco Rivera Ordoñez, está en un bar junto a la capilla tomando café. Los Ordoñez son devotos fieles de la Esperanza.
Manuel Romero, Hermandad de la Esperanza de Triana / Juan Bezos
Exuberancia floral
El paso de la Esperanza de Triana luce exuberante de flores blancas. La Virgen estrena manto en morado, lució el bordado sobre verde en 1994, toca y blonda de encaje de Bruselas. Todo es lujo. Las flores tienen pinceladas de oro. Manuel cuenta por qué la Virgen lleva siempre un adorno floral tan ubérrimo. “Es que éramos muy pobres. El paso era de lata y de alpaca mala y había muchísimos detalles que estaban rotos, lleno de agujeros. Se veían los alambres y se forraban con papel de plata de las tabletas de chocolate. Entonces, para taparlo todo se ponían muchas flores, flores por todos sitios”, cuenta Romero.
Hoy el paso es imponente, de plata de ley, “se encargó en 1953 por 104.000 pesetas”. Los varales están inspirados en las rejas de la Capilla Mayor de la Catedral de Sevilla. El basamento es igual que el remate de la fuente que está delante del Archivo de Indias. Y las flores siguen marcando la diferencia respecto a otros palios de Sevilla.
Detalle flores palio de la Esperanza de Triana. / Juan Bezos
¿Qué hace distinta a esta hermandad? “Mira el otro día estaba aquí grabando un compañero tuyo de Andalucía Directo y cuando lo miré estaba con la cámara delante de la Virgen y boquiabierto. La Esperanza es diferente, es única, yo he visto que mucha gente se queda delante con la boca abierta”, rebosa orgullo el consiliario. "Ella no se parece a ninguna otra. No hay otra con la que se pueda confundir", añade. "La Esperanza no se parece a nadie", zanja.
"Carita gitana"
“Todo mi ser se desgrana en piropos ‘pa’ tus penas, que eres tan guapa y morena, cómo le reza Triana. Si tu eres Capitana, soldado yo quiero ser, que esa carita gitana es bandera de mi fe y Esperanza de Triana”, la pregonó Juan Moya en 1989, en un párrafo que se repite en muchas casas de fe trianera.
Perfil Esperanza de Triana. / Juan Bezos
Durante años se creyó que era una talla de 1812 atribuida a Juan de Astorga. Las pruebas del carbono 14 hace dos años demostraron que es del siglo XVII. “La Virgen tiene paladar, lengua y arco dentario y a sus labios solo le falta la saliva”, narra Manuel. “Tiene personalidad propia”. El Cristo de las Tres Caídas es también del siglo XVII y en sus manos se aprecian “los tendones y las venas”. Está claro que entonces los escultores, señala, tenían estudios anatómicos.
Cristo de las Tres Caídas con lirios. / Juan Bezos
Club de alterne y carbonería
La historia está viva en boca de Manuel. “La Esperanza de Triana es la única hermandad de Sevilla que ha comprado su templo dos veces. La primera en 1756, la segunda en 1958. En 1962 nos mudamos a la capilla de los Marineros, tenía yo 12 años”, narra Romero paladeando la historia. Esa misma capilla que esta mañana de Jueves Santo tiene a decenas de persona a las puertas, bajo los paraguas, haciendo cola para ver a sus titulares.
Cuando se mudaron el techo era de uralita y las casas de los laterales estaban en ruinas. Este Jueves Santo el barrio reluce engalanado pese al agua. Se asume que es muy probable que no puedan salir, los pronósticos son malos, pero Triana es Triana y de pena o mustios, nada. Los balcones, los zaguanes, todo honra al Cristo y a la Virgen.
La desamortización de Mendizábal expropió la iglesia de la Esperanza y condenó a la Hermandad a 96 años de exilio. La subasta quiso que la capilla cayera en manos de un súbdito inglés. Donde ahora se profesa la fe hubo mucho tiempo un club de alterne y una carbonería. Para que volviera a manos de la hermandad hizo mucho Don José Sebastián y Bandaran, canónigo de la Catedral y capellán de la Familia Real. Fue el capellán de la infanta María Luisa, la madre de María de las Mercedes, la bisabuela del rey Felipe. “Está enterrado justo bajo la Virgen”, señala Romero.
Fiesta para los sentidos
El consiliario ha sido funcionario del ayuntamiento y ahora está jubilado. Cuando se lo piden, para las visitas más especiales, hace de guía del museo de la Esperanza. De esos momentos acumula muchas historias. “Recuerdo cuando tres señores doctores y catedráticos vinieron para que les explicara la historia y al verme hacerlo con tanta pasión me advirtieron: mire usted que nosotros somos ateos, agnósticos”, le avisaron. “Le dije que no importaba. Que para no sentir la Semana Santa hay que ser de aluminio o de escayola porque era una celebración que se metía por los cinco sentidos. Un museo en la calle con las mejores esculturas de todos los tiempos para la vista. Música celestial para el oído. Olor de azahar e incienso. Una torrija, una tapa de bacalao con tomate o unas espinacas con garbanzo para el gusto. Si con eso no se te eriza la piel…”. Así los convenció.
Palio de la Esperanza de Triana, 2024. / Juan Bezos
Manuel ha visto esta Capilla de los Marineros sin altares. El primero que llegó es de Manuel Guzmán Bejarano, lo cedieron los condes de Galvez, es un altar de la orden franciscana de Antonio de Padua, era de su oratorio privado. En mitad de la bulla del templo recuerda que "entonces los ricos no querían mezclarse con la gente para no pillar tifus ni tuberculosis". El altar principal, el de la Virgen, parece que se lo hubieran hecho a medida pero llegó a Triana cuando el techo del convento de Osuna de las Mercedarias se desplomó.
Lágrimas ante la Virgen
La historia cambia cuando a Manuel se le pregunta cuál ha sido el momento más emotivo delante de su Virgen, cuando más ha llorado. “No ha sido en Semana Santa sino cuando a mi mujer le detectaron una enfermedad muy grave. Me venía y me escondía ahí detrás para rezarle, para pedirle ayuda. Hoy mi mujer gracias a ella está perfectamente curada”, cuenta generoso sin esconder su emoción.
La hermandad de la Esperanza nació en 1418 fruto de la desesperación. Esa desesperación que ahora cura. El gremio de la cerámica de Triana no tenía ayudas para las viudas y los huérfanos de los ceramistas, que se morían de hambre si el padre fallecía. Se pusieron unas cuotas para ayudarlos. En 1556 se sumó la hermandad de los pescadores, en 1616 la de los mareantes, los expertos en el arte de la navegación, y en 1971 se sumó la hermandad sacramental de Santa Ana. Hoy tiene 15.000 hermanos y 2.600 nazarenos.
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