Cofradías

El origen de la Hermandad de los Estudiantes

Un artículo firmado por el alumno de Derecho José Bernal Montero en el que lanzaba la idea de crear una hermandad que fuese "expresión de los sentimientos católicos de los estudiantes sevillanos" fue el punto de partida de la cofradía del Martes Santo

El Cristo de la Buena Muerte entre el patio porticado y la iglesia la Anunciación. / El Correo

Antonio Puente Mayor

A principios del siglo XX, Sevilla vivía una etapa de grandes contradicciones. Por un lado experimentaba una fuerte inmigración rural debido a la crisis agraria que había comenzado a finales del siglo XIX. Muchos veían en la urbe una oportunidad para mejorar su situación, sobre todo por las expectativas generadas por la Exposición Iberoamericana de 1929, que impulsaría numerosas obras públicas y modernizaría la ciudad. Sin embargo, la falta de empleo constante y el déficit de viviendas para los nuevos habitantes provocaron un aumento del chabolismo. Asimismo, las clases medias, que habían prosperado durante los años favorables de la Primera Guerra Mundial —debido a la neutralidad de España—, se vieron afectadas por la recesión económica y la crisis internacional.

Miembros del Laboratorio de Arte de la Facultad de Filosofía y Letras en 1922. / El Correo

La Semana Santa popular

En esos tiempos, la ciudad contaba con 220.000 habitantes y las cofradías habían alcanzado una dimensión que trascendía lo religioso, abarcando aspectos sociológicos, económicos e incluso políticos. Desde la perspectiva de estas corporaciones, el primer cuarto de siglo, coincidente con el reinado de Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera, representó un periodo de creación y reorganización que desembocaría en la transformación de los cortejos procesionales y en la creación del Lunes y el Martes Santos. La estación de penitencia ya no sólo atraía a un gran número de sevillanos sino que se consolidaba como un fenómeno turístico auspiciado por las instancias públicas que daría paso a la denominada “Semana Santa popular”. No en vano, y como bien exponen Álvaro Pastor, Francisco Robles y Manuel Jesús Roldán en Historia general de la Semana Santa de Sevilla, entre 1919 y 1926 ven la luz las hermandades del Dulce Nombre, la Candelaria y San Esteban, la trianera cofradía del Cristo de la Sangre es refundada en San Benito, y surge “una nueva corporación ‘de silencio’, la de los Estudiantes”.

María Santísima de la Angustia, de Antonio Bidón (1931). / El Correo

Un Cristo sin capilla

Hoy pocos pueden imaginar que el Cristo de la Buena Muerte, encargado por Pedro de Urteaga para una hermandad de sacerdotes constituida en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, no obtuviese su advocación hasta 1725 —esta no figura en el contrato firmado por Juan de Mesa y Velasco en 1620, ni tampoco en la descripción de la procesión que se efectuó al año siguiente para entronizar la imagen en su altar—, y mucho menos que la imagen, tras haber presidido el lado de la epístola de la iglesia de la Anunciación, acabase relegada a un espacio que ponía en comunicación el patio porticado de la residencia jesuita con el templo. Y es que la expulsión de la orden religiosa por parte de Carlos III trajo consigo un nuevo destino para el edificio ubicado en la antigua calle de la Compañía (hoy Laraña). Desde el 31 de diciembre de 1771, este acogería la Universidad de Sevilla fundada por Rodrigo Fernández de Santaella en 1505, inaugurando una nueva etapa para los estudios hispalenses. Y así llegamos hasta 1914, cuando, coincidiendo con el resurgimiento de la celebración religiosa que daría lugar a la “edad de plata de la Semana Santa de Sevilla”, el Cristo, que durante años había suscitado la admiración de profesores y alumnos, fue colocado en una capilla adosada a la iglesia universitaria. Un lugar mucho más digno que fue promovido el año anterior por el catedrático de Filosofía y Letras Anselmo L. García Ruiz. A propósito de este hito, se publicó en la revista Alma Mater, órgano de la Asociación Escolar Sevillana, un artículo firmado por el alumno de Derecho José Bernal Montero, en el que lanzaba la idea de crear una hermandad de estudiantes que rindiese culto a la citada imagen, y que fuese "expresión de los sentimientos católicos de los estudiantes sevillanos".

El Santísimo Cristo acompañado por la primitiva Virgen de la Angustia y San Juan. / El Correo

El Acta de fundación

Dicha propuesta no llegaría a prosperar hasta 1924, cuando un grupo de universitarios vinculados al Laboratorio de Arte de la Facultad de Filosofía y Letras decidió llevarla a la práctica. Enrique Respeto Martín, Manuel y Miguel Bago Quintanilla, Ángel Camacho Baños, José María González Nandín o Agustín Sánchez Cid son algunos de los cincuenta nombres que figuran en el Acta de fundación del 17 de noviembre de 1924. Al día siguiente, medios como El Correo de Andalucía recogerían la noticia, y pocos días después, el 26 de noviembre, la recién creada corporación celebraría su primer Cabildo Ordinario, siendo su Hermano Mayor Feliciano Candau y Pizarro, Rector de la Universidad de Sevilla. Tres pesetas mensuales —de Hermano Mayor a Consiliarios—, dos pesetas los restantes cargos, y una peseta el resto de hermanos, fueron las cuotas fijadas en dicho Cabildo, siendo elegidas como primeras camareras Dolores Medina y Setefilla Pacheco.

Pulsa para ver más contenido para ti

Unos inicios difíciles

Según se recoge en la obra La Hermandad de Los Estudiantes. Aproximación a la historia de una cofradía sevillana en el siglo XX, “la facultad que aportó mayor número de miembros fue la de Derecho (14), seguida de Filosofía y Letras (12), Ciencias (7) y Medicina (4)”, ingresando igualmente “personalidades destacadas de la vida pública sevillana”, especialmente en la esfera política —varios habían ganado puestos de concejal en las elecciones de los años precedentes, y en la Diputación Provincial—. Asimismo, varios de estos hermanos pertenecían a otras instituciones y asociaciones ciudadanas, como el Ateneo, o a la Asociación de Antiguos Alumnos de Villasís (colegio de los jesuitas). No fueron fáciles los inicios de una cofradía en cuya concepción formó parte Miguel García Miranda, capellán de la Universidad, quien sugirió la advocación de María Santísima de la Angustia para la Virgen titular —la primera talla, obra de Antonio Bidón, sería bendecida por el Cardenal Ilundáin en marzo de 1930—. Por ejemplo, para costear la construcción del paso del Cristo se abrió una suscripción pública, se solicitó ayuda a los estudiantes madrileños, se realizaron cuestaciones entre las personas que acudían al vecino mercado de la Encarnación, y se llevaron a cabo funciones en el Cine Pathé. Finalmente, la cofradía realizó su primera estación de penitencia el 30 de marzo de 1926, procesionando únicamente con la imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte sobre un paso de estilo neoclásico realizado en madera de caoba por el ebanista Serradilla. No se sabe a ciencia cierta quién sostuvo el martillo en aquella salida, si bien Antonio Gutiérrez de la Peña, Hermano Mayor entre 2000 y 2008 y autor del libro La Hermandad de los Estudiantes: noventa años de historia, en base a un recibo por valor de 411 pesetas abonadas a un tal “Miguel Fernández”, apunta a Miguel “el de la Plaza”, capataz surgido en los años veinte que conservó el estilo antiguo en la forma de llevar los pasos.

Pulsa para ver más contenido para ti