Aniversario
Diez años sin Cayetana de Alba, la duquesa que amaba a las cofradías
Fue hermana de Montesión, el Gran Poder y la Macarena, siendo su gran devoción el Señor de la Salud y la Virgen de las Angustias de los Gitanos, en cuyo santuario reposan sus cenizas
Este miércoles, 20 de noviembre, se cumplen diez años de la muerte de Cayetana de Alba / A. P. M.
“De todos los nombres que mis padres eligieron para mí —ocho o nueve—, el de Cayetana es el que más me gusta y el que siempre he usado”. Así arranca Yo, Cayetana, la autobiografía de María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva, más conocida como Cayetana de Alba. Una mujer sin igual que poseyó más títulos legalmente reconocidos que ningún otro noble en el mundo, según el Libro Guinness de los récords: era cinco veces duquesa, dieciocho veces marquesa, veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa, además de ser catorce veces grande de España, la mayor dignidad nobiliaria del Reino.
Siendo descendiente directa del último rey de Escocia merced a una historia de amor casi novelesca, Cayetana de Alba no podía llevar aparejado otro adjetivo que el de pasional. Y es que su fervor por la belleza, por el alma de las personas y el pulso de lo cotidiano es lo que la impulsó a embelesarse por las cosas de Sevilla desde su puesta de largo con diecisiete años en el Palacio de las Dueñas. Ese día recibió el título de Montoro —que hoy posee su hija Eugenia—, la hermandad de la Macarena le regaló un estandarte antiguo y el Tercio Duque de Alba la nombró madrina.
Cayetana de joven / El Correo
Boda en la Catedral de Sevilla
Nacida el 28 de marzo de 1926, Jueves Santo, en el madrileño Palacio de Liria, fue la primera y única hija de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, xvii duque de Alba, y María del Rosario de Silva y Gurtubay, IX marquesa de San Vicente del Barco. Días después, sería bautizada en la capilla del Palacio Real, siendo sus padrinos el rey Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia.
Para su bautizo se trajo la pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán, que solo se utilizaba para bautizar a monarcas o sus descendientes. Ya desde pequeña, su contacto con las artes fue bastante estrecho —fue pintada por Ignacio Zuloaga y Mariano Benlliure le realizó un busto—; mientras que la muerte la tocó muy de cerca demasiado pronto —se quedó huérfana de madre a los ocho años, pocos meses antes de hacer su primera comunión—.
Tras residir en París y Londres, donde estudió en un colegio de monjas de Kensington, pasó largas temporadas en España a partir de 1942, siendo Sevilla el lugar elegido para su boda con Luis Martínez de Irujo, hijo de los duques de Sotomayor y marqueses de Casa Irujo. La boda tuvo lugar el 12 de octubre de 1947 en la Catedral hispalense, y seguidamente los novios pasaron por la Iglesia de San Gil para rezar ante la Macarena.
La duquesa con la Virgen de las Angustias / El Correo
Devoción por los Gitanos
“Mi primer recuerdo de la Semana Santa es una salida de la Amargura. Sería por el año 45 o 46”, revelaba la duquesa al periodista Sebastián Torres en el año 2005. “Cuando volví a Sevilla, la Semana Santa me la enseñaron un grupo de amigos jóvenes, que me llevaron con ellos (…) Siempre salíamos a ver las cofradías a pie”. En dicha entrevista, realizada para el periódico El Mundo, Cayetana refiere que le impresionaron muchísimo “todas esas luces de los pasos en medio de la oscuridad”. Seguidamente, Cayetana se declaraba devota de los Gitanos (“soy camarera de la Virgen y, claro, es a la que más quiero”), pero también del Gran Poder y la Macarena.
De la Hermandad del Señor de la Salud y la Virgen de las Angustias afirmaba: “Hubo un tiempo en que no tenían dónde guardar los enseres de la cofradía y se habilitó un sitio aquí en casa, al lado del garaje, para que pudiesen guardar todo. La hermandad era muy pobre entonces”. Y es que la cercanía de la corporación al Palacio de las Dueñas motivó que la duquesa profesase una enorme devoción a sus Titulares, estando presente en actos importantes como la coronación canónica de la Virgen de las Angustias en 1988 —el manto rojo fue donado por la aristócrata— y participando desinteresadamente en numerosas obras asistenciales.
Como muestra de su amor por los Gitanos, en 1996 le regaló a la dolorosa un nuevo manto que incorporaba el escudo de la Casa de Alba, y en 2009 donó para el paso de palio unos preciosos respiraderos con 123 kilogramos de plata. Pero no sólo fue benefactora. Su fidelidad la llevó a tomar partido en las decisiones de los hermanos, ocupando el cargo de consiliaria primera en una junta de gobierno.
Cayetana de Alba observa el discurrir de la Hermandad de Los Gitanos / El Correo
Una ofrenda al Gran Poder
Para la duquesa, los momentos más hermosos de la Semana Santa eran las salidas y las entradas de las cofradías. “También es muy bonita la calle Feria cuando pasa la Macarena y, luego, el Cachorro por el puente de Triana”. Asimismo disfrutaba con el tránsito de la Candelaria por los Jardines de Murillo y sentía un gran apego por la Virgen del Rosario de Montesión.
Esto la llevó a convertirse en hermana, al igual que lo fue de la Macarena y el Gran Poder (“Como yo tardaba en ser concebida, la tía Sol hizo una ofrenda al Cristo del Gran Poder para que mis padres tuvieran descendencia y, al año siguiente, el Cristo se lo concedió”, relata en sus memorias).
Según la escritora especializada en gastronomía Eva Celada, llegada la Madrugá, y cuando los pasos de los Gitanos se detenían frente a la cancela del Palacio de las Dueñas, Cayetana ofrecía a los costaleros pescaíto frito, croquetas, ahumados, canapés y dulces como pestiños, tocino de cielo y torrijas, para que repusieran fuerzas. Tampoco solía faltar la tortilla de patatas, uno de sus platos favoritos.
Llamada a la Virgen de las Angustias / El Correo
“Nunca te irás de Sevilla”
Nombrada camarera honoraria y distinguida con la Medalla de Oro de la corporación, recibió un homenaje por parte de los Gitanos en el año 2007. Y es que, además de sus donaciones, Cayetana de Alba fue decisiva a la hora de realizar el cambio de sede de la Hermandad, desde San Román al ex convento del Valle, acudiendo personalmente al Ayuntamiento de Sevilla y a la Junta de Andalucía para solicitar los terrenos, y apoyando económicamente parte de las obras. Por esta razón, en el año 2011 manifestó su firme decisión de ser enterrada a los pies del Señor de la Salud, en lugar de hacerlo en el panteón de Loeches, en Madrid (“un sitio frío, triste e inhóspito”).
Delante del Señor de la Salud / El Correo
Algo que se materializó tras su fallecimiento, el 20 de noviembre de 2014, merced a la autorización del arzobispado de Sevilla. Tres años después, los hermanos de la cofradía sustituyeron la lápida lisa inicial tras la que reposan sus cenizas por otra con relieves con el siguiente poema de Isabel de León, marquesa de Méritos: “Nunca te irás de Sevilla / porque ella te reclama. / Siempre llevaste su nombre / que con amor pronunciabas. / Esculpida entre rosas / como una flor sevillana. / El Señor de la Salud / quiso con Él te encontraras / para llevarte al cielo / junto a Angustias Coronada. / Porque de Dueñas saliste / y en su templo te quedabas. / Como la noche y el día / que ni el viento lo separa / quedan unidos dos nombres / para la historia de España. / Uno se llama Sevilla / y el otro es Cayetana.”
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