Perfiles
Antonio Castillo Muezas, una vida junto al Cachorro
Sus sesenta años de unión a este icono universal le han servido para ser reconocido como el servidor perpetuo de su Cristo
Antonio Castillo Muezas con una imagen del Cachorro / El Correo
Es una tarde de un templado mes de noviembre. En su casa de Triana, Antonio Castillo Muezas, un cachorrista de los de siempre y muy querido en su hermandad, habla de sus vivencias y recuerdas en torno al Cristo de la Expiración. Lo hace con un brillo especial en sus ojos pues gran parte de su vida ha estado volcada en ella. Además, ha sabido transmitir esta devoción e implicación a toda su familia; su esposa, Mª Carmen, es camarera del Cristo del Camino (el Nazareno que se encuentra en la capilla sacramental) y ambos han visto crecer a sus hijos y nietos apegados a la hermandad.
Antonio nació en 1941 en la ciudad de Tánger (por aquel entonces del Marruecos español) y una vez en Sevilla, vivió su primera Semana Santa, la que nunca olvidaría y marcaría su futuro para siempre. Cuenta que fue su abuela María quien lo llevó a ver al Cristo de la Expiración junto a sus primos cuando tenía diez años: “Pese a tener un déficit en las piernas, ella siempre iba a ver al Gran Poder y al Cachorro y me llevó a las sillas de la Avenida de la Constitución. Recuerdo cómo me decía que mirara al Señor y que le pidiera lo que quisiera porque me estaba escuchando. Ahora da la casualidad de que tengo las sillas en el mismo sitio que aquel año y, cada Viernes Santo, rememoro ese momento”. Antonio se quedó fascinado al ver andar al Cachorro hacia él y que, desde aquel primer encuentro, siempre ha sido como un imán de su devoción.
Recuerdo cómo me decía que mirara al Señor y que le pidiera lo que quisiera porque me estaba escuchando
Ha sido desde muy joven un gran trabajador y un valiente emprendedor fundando su propio negocio. En los años 60, su taller se trasladó desde Los Remedios hasta el Corral de Salas, justo en frente de la antigua Capilla del Patrocinio; “es en 1964 cuando me hago hermano, por cercanía y trato constante con el entorno de la hermandad”, señala.
La tragedia de 1973 muy presente en su vida
Serio y con un nudo en la garganta, Antonio recuerda el fatídico 26 de febrero de 1973, cuando la Iglesia del Cachorro se incendió. La imagen de la Virgen del Patrocinio quedó abrasada y el crucificado también se vio bastante afectado. “Por aquel entonces ya teníamos el taller en la Vega de Triana tras abandonar el Corral de Salas. Cuando volví de hacer unas entregas en Nervión, me dijeron que el Cachorro se había quemado. Me fui para allá y vi al hermano mayor, Carlos Elliot, en la puerta de la iglesia. Entré y vi una imagen tan impactante que no sabría describirla; estaba todo negro, aún había una nube de humo en la cúpula y en el centro de mi mirada, estaba el Cristo. Me acerqué y vi que la imagen tenía distintas partes afectadas, como el costado derecho y el sudario”.
La tragedia de aquel febrero hizo que Antonio estuviera aún más unido al Cachorro. Vio trabajar muy de cerca a los hermanos Cruz Solís, los elegidos para devolverlo a su estado original. Esta restauración está considerada como la primera gran intervención en una imagen de la Semana Santa de Sevilla. Antonio recuerda que ya en aquel entonces “los restauradores eran unos profesionales muy prestigiosos. Vinieron desde Madrid e, incluso, un miembro de la Junta de Gobierno les dejó su chalet de Chipiona para el verano”. Como buen cachorrista, presume de la calidad que tiene la imagen: “Los Cruz Solís me decían que, cuanto menos se moviera al Cachorro, mejor sería. Ellos me llegaron a decir que no querían ni que saliera a la calle porque es una imagen de tal valía que es única en el mundo”.
Me dijeron que el Cachorro se había quemado. Me fui para allá y vi al hermano mayor, Carlos Elliot, en la puerta de la iglesia. Entré y vi una imagen tan impactante que no sabría describirla; estaba todo negro
Aquella unión más íntima con el Cachorro se prolonga hasta el día de hoy; “desde el año 1973, todos los hermanos mayores y sus juntas de gobierno han contado con Antonio Castillo para lo que les ha hecho falta”, explica él mismo. Su larga vida le ha permitido vivir momentos únicos e históricos como los actos del tercer centenario del Cachorro en la Catedral de Sevilla en 1982. Además, accedió en 1994 a ser miembro de la Junta de Gobierno durante cuatro años como mayordomo segundo.
Servidor perpetuo de una imagen universal
En la actualidad, es miembro de la junta consultiva de la hermandad junto a otros cachorristas de renombre. Antonio ya ha vivido varios Vía-Crucis, una participación en el Santo Entierro Grande y espera, con la gran responsabilidad que le caracteriza, la procesión magna en pleno diciembre y el viaje del Cachorro a Roma; hitos que refuerzan, aún más si cabe, el significado devocional y mérito artístico del Cachorro como icono único para todo cristiano.
No obstante, cada vez que se mueve al Cristo de su ábside, nuestro protagonista siente cierta preocupación: “La palabra no es miedo pero sí respeto; será cosa de mis vivencias o de mi edad. A mí me han enseñado que al Cachorro no hay que moverlo tanto pero donde esté mi Cristo, ahí estará Antonio Castillo”.
Placa que lo reconoce como servidor perpetuo / El Correo
La conciencia de hermandad y el gran amor a su Cristo hizo que Antonio fuera nombrado servidor perpetuo del Cachorro en el año 2006, siendo hermano mayor José María Ruiz Romero. Como el experto conocedor de la talla que es, siempre intenta estar presente cuando el Cachorro se mueve; para subirlo al paso, al altar o para el besapié.
Por motivos de la edad ya no puede salir con la túnica cada Viernes Santo, pero disfruta de la salida de su hermandad desde la basílica. Después de tanto tiempo, su relación trasciende más allá de lo patrimonial y material: “Hace muchos años que no le pido nada al Cristo y mira que siempre ha sido mi particular pañuelo para las lágrimas. Ahora solo me dedico a darle las gracias por todo lo que me ha dado”.
La imagen del Cachorro participará en la procesión de clausura del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular. Lo hará trasladándose el día 7 de diciembre a la Catedral de Sevilla y el día 8 formará parte del magno cortejo en sexto lugar; un reconocimiento especial que servirá como previa de la peregrinación a Roma del próximo mes de mayo. Todo ello gracias a personas como Antonio, verdaderos forjadores de la Semana Santa del siglo XXI y promotores de devociones universales como lo es el Cristo de la Expiración.
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