¿Nació Jesús "antes de Cristo"? Desentrañando el origen de la Navidad

Un censo romano, un cometa en el cielo y un posible error de copista podrían obligarnos a reescribir la historia tal como la conocemos

Pesebre de la Basílica de la Natividad de Belén

Pesebre de la Basílica de la Natividad de Belén / Antonio Puente Mayor

Antonio Puente Mayor

Antonio Puente Mayor

Si le preguntamos a cualquier persona cuándo y dónde nació Jesús de Nazaret, es probable que responda: “en Belén, el 25 de diciembre”. Alguno incluso añadirá que el acontecimiento tuvo lugar el año 1 a.C., apenas seis días antes del cambio de era. Pero, ¿fue realmente así?

Para empezar, no todos los expertos coinciden en que Yeshua ben Yosef, el verdadero nombre de Jesús —Yeshua fue traducido al griego como Iesous, y posteriormente al latín como Iesus— viera la luz en Belén. Dicha ciudad, ubicada a casi 800 metros sobre el nivel del mar, se conecta con la Natividad a partir de la profecía de Miqueas, personaje del Antiguo Testamento que afirmó que el rey de Israel habría de nacer en la ciudad de David.

Pero ¿y a nivel histórico? ¿Tenemos constancia de la antigüedad de esta ciudad independientemente de los relatos bíblicos? En efecto, gracias a las Cartas de Tell al-Amarna, tablillas de arcilla pertecientes a la administración egipcia, sabemos que Belén ya existía al menos desde el siglo XIV a.C., siendo conocida como Bit-Lahmi.

El decreto del César Augusto

¿Por qué habría de nacer en un lugar tan distante de Nazaret, la aldea donde creció y con cuyo nombre siempre se le ha identificado? La razón hay que buscarla en los Evangelios, comenzando por el de San Mateo, que se estima que fue redactado en torno al 80-90 d.C. En el capítulo 2 se dice expresamente que Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes”.

Posteriormente, San Lucas añadiría lo siguiente: “Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad”. ¿Dónde reside el problema? En que ambos evangelistas se contradicen, ya que Augusto gobernó el Imperio romano hasta el año 16 d.C., mientras que Herodes I el Grande, nombrado por el Senado como “rey de los judíos”, falleció en el 4 a.C.

Pesebre de la Basílica de la Natividad de Belén

Pesebre de la Basílica de la Natividad de Belén / Antonio Puente Mayor

Tres censos

La solución la podemos buscar en base al empadronamiento del que nos habla San Lucas, el cual habría obligado al matrimonio formado por María y José a desplazarse hasta la ciudad de David. De acuerdo con la Res Gestae Divi Augusti, testamento en piedra del César Augusto —del que se conserva una copia en un templo de Ankara (Turquia)—, hasta la muerte de este emperador se realizaron no uno sino tres censos.

El primero de ellos tuvo lugar el 28 a.C., y según la tesis del historiador jiennense Juan Sánchez Galera, “Supuso la práctica equiparación jurídica de todos los habitantes libres de Roma, a excepción de los derechos políticos inherentes a la ciudadanía”. Posteriormente, en el año 5 a.C., se realizaría el “primer censo universal”, en palabras de este experto, con un sistema fiscal nuevo que consideraba a las personas como miembros del Imperio. Este registro arrojó un total de 4.233.000 ciudadanos. Por último, Octavio Augusto ordenó realizar un tercer censo en el 16 d.C., donde la cifra aumentó en 600.000 personas.

¿Una mala transcripción?

¿Cuál de estos censos pudo ser el “empadronamiento” que menciona San Lucas? Sin duda el segundo. Y es que, además de que en el año de su realización, el 5 a.C., Herodes todavía reinaba en Judea, uno de los primeros cónsules en la época de este censo era Cayo Marcio Censorino, un senador de Roma que fue elegido cónsul en el año 8 a.C. junto con Cayo Asinio Galo.

Esto lleva a pensar que el ‘Cirino’ mencionado en el Evangelio no es más que una mala transcripción de ‘Censorino’, algo perfectamente posible, dada la antigüedad de los textos y la mala praxis de algunos copistas a lo largo de la historia. De ahí que Sánchez Galera, autor de El censo de Augusto: la ley que Dios obedeció (La Esfera de los Libros, 2024), apueste por la fórmula: Censorino = Ci[nso]rino = Cirino.

Estrella de 14 puntas en la Basílica de la Natividad de Belén.

Estrella de 14 puntas en la Basílica de la Natividad de Belén. / Antonio Puente Mayor

La Basílica de la Natividad

De ser cierta su teoría, podríamos afirmar que Jesús nació “antes de Cristo”, es decir, cinco años antes de lo que siempre hemos pensado, en una cueva de Belén utilizada como fatné o establo. Esta gruta de piedra, común en la región, fue integrada posteriormente en la Basílica de la Natividad, construida por la emperatriz Flavia Julia Helena en el siglo IV.

En su interior podemos ver una estrella de plata de catorce puntas (en referencia a las 14 generaciones mencionadas en el Evangelio de San Mateo: 14 desde Abraham hasta David, 14 desde David hasta el cautiverio en Babilonia, y 14 desde ese periodo hasta Jesús), así como un pesebre o comedero destinado a los animales. El templo, que fue saqueado y destruido durante una sublevación de los samaritanos, en el año 529, sería reconstruido por el emperador Justiniano I en el año 565.

Como dato curioso, el Protoevangelio de Santiago, un texto apócrifo redactado hacia el año 150, ubica el nacimiento de Jesús en una gruta. Asimismo este dato aparece en otro evangelio no incluido en el canon de los 27 libros que componen la Biblia, el Pseudo Mateo —inicialmente conocido como Libro sobre el origen de María Santísima y la infancia del Salvador—, que vio la luz hacia mediados del siglo VI. Sin embargo, en Occidente prevaleció la representación del portal o cobertizo, tal como se recoge en la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine, una obra que se convirtió en un bestseller durante la Edad Media.

Estrella de 14 puntas en la Basílica de la Natividad de Belén.

Estrella de 14 puntas en la Basílica de la Natividad de Belén. / Antonio Puente Mayor

La Estrella de Belén

A este dato hemos de sumar la investigación realizada por Colin J. Humphreys, profesor de ciencia de materiales de Goldsmiths en la Universidad de Cambridge y profesor de física experimental en la Royal Institution de Londres, que ha localizado tres eventos astronómicos cuya secuencia pudo estimular el viaje de los “Magos” mencionados por San Mateo. Estos son la triple conjunción de Saturno y Júpiter en 7 a.C.; la alineación de los tres planetas, Saturno, Júpiter y Marte en 6 a.C.; y finalmente la aparición en 5 a.C. de un cometa sin cola. ¿Sería este último la estrella de Belén?

Todo apunta a que sí, ya que la descripción de este evento en el Han shu, historia oficial de la antigua dinastía china Han (206 a.C.- 9 d.C.), añade que pudo verse con claridad en el Ch’ien-niu, área del cielo correspondiente con la constelación de Capricornio que incluía los “cinco planetas” conocidos por los astrónomos hace 2000 años: Saturno, Júpiter, Marte, Venus y Mercurio.

¿Invierno o primavera?

En cuanto a la fecha concreta de su aparición, el registro chino habla del “Segundo año del período de reinado Chien-p’ing, segundo mes” (del 9 de marzo al 6 de abril del 5 a.C.), siendo visible durante más de setenta días. Esto daría la razón a quienes sostienen que Jesús no nació en diciembre sino en primavera, siendo el período más probable “en torno a la Pascua (13-27 de abril del 5 a.C.)”, según el profesor Humphreys.

La primera mención del 25 de diciembre como fecha de la Natividad se encuentra en el siglo IV d.C. en el obispo cristiano San Nicolás de Bari (o de Myra), quien vivió en el siglo IV y es conocido por sus actos de caridad y por ser el origen de la figura de Santa Claus. En el año 350, sería el Papa Julio I (337-352) quien la estableciese como día oficial del Nacimiento de Jesús.

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