Lunes de Pentecostés
La Virgen del Rocío regresa a su ermita tras casi 12 horas de procesión
Al filo de las tres de la mañana, 2:57 horas, los almonteños han saltado la Reja para que la patrona recorra la aldea. "Qué guapa está, qué guapa", se regocijan sus fieles con los ojos iluminados de fe y devoción
La Blanca Paloma se ha recogido más de once horas después de su salida, pasadas las 14:00 horas
No han llegado las tres de la mañana cuando los almonteños saltan la Reja para que la Virgen del Rocío pueda procesionar por las calles de la aldea, un recorrido que se ha dilatado por más de once horas, hasta las 14:14. La ermita está a reventar, pero los vecinos de Almonte forman un pasillo para que su patrona pueda discurrir sin ningún problema por el interior del templo. En menos de diez minutos la Virgen está fuera, las campanas repican y los vivas y palmas se repiten.
Los almonteños más jóvenes abren hueco entre la multitud para que el paso pueda discurrir bien. A quienes logran agarrar el paso de la Virgen se les cambia la cara. El rostro desencajado se vuelve sereno. Están serios. Ha llegado el momento. El frío aprieta y los volantes parecen por debajo de los chaquetones de plumas.
Dos hermanas almonteñas charlan sin quitarle la vista de encima. Discuten sobre cuántas hermandades tiene que visitar la Virgen, pero no se ponen de acuerdo, no saben si 147, 159 o cuántas. Hay 127. “Qué barbaridad, ese montón de rezos”, dice una de ellas. La conversación de corta cuando suena el teléfono, es su hija Rocío, claro. “Qué guapa está, qué guapa”, comenta mientras la otra. Es uno de los comentarios más repetidos entre los fieles que están esta noche en la aldea, la restauración a la que se sometió la Virgen del Rocío este otoño ha sido todo un éxito. Entre la multitud a las dos mujeres se le iluminan los ojos, son sus hijos, que acaban de cargar con la Virgen y una de ellas ya solo sabe pedir que la dejen entrar que ella también quiere llevarla.
Niños entre la bulla
En Umbrete llueven pétalos, pero la Virgen no se detiene, el paso tan solo ha recorrido las primeras hermandades y quedan muchas horas por delante. No hay tiempo para tirar todos los pétalos, pero si para subir a un niño que no tendrá más de cuatro años. El pequeño se pasa al menos cinco minutos sentado a los pies de la patrona de Almonte, mientras otros niños flotan entre la bulla.
El paso cae una y otra vez. En apenas media hora, las esquinas pueden tocar hasta diez veces el suelo, las manos de los almonteños que la llevan no impiden el porrazo en seco y a todos se les escapa una exclamación. La Virgen pisa por completo el suelo y sus ojos están casi a la altura de los rocieros, que la miran mientras intentan guardar silencio. A trompicones, entre todos consiguen ponerla de pie cada una de las veces y los peregrinos estallan en aplausos.
La multitud empuja. Hay que abrir paso, una chica se ha mareado y se la tienen que llevar. El cura reza un Dios te salve y los almonteños aprietan. “A ti llamamos los desterrados hijos de Eva” y las mujeres también empujan “porque la Virgen tiene que pasar”. “Vida, dulzura y esperanza nuestra” y estallan los cohetes, no importa la prohibición por la nueva ley de bienestar animal, las hermandades prohíben su uso, pero los particulares pueden elegir si se enfrentan a la multa que ello conlleva. “Vuelve a nosotros esos tus ojos” y le rajan la camisa de arriba a abajo. Los rezos se pierden entre la muchedumbre.
Suenan palmas y sevillanas desde los balcones y cuando pasa la casa hermandad de la Palma del Condado, empieza a amanecer. Son las siete de la mañana y ya se pierde en busca de más romeros. “Yo siempre digo que me voy a ir, pero la miro y no puedo".
El sol aparece en la aldea
En la estrechez de la calle la Romería el paso se encuentra con Estepona y los romeros no paran de mirar al cielo, en el porche de la casa hermandad preparan las cajas llenas de pétalos para que le lluevan a la Virgen. Los esteponeros tocan campanas y comienzan a caer las flores rosas. Las andas vuelven a tocar el suelo y vuelca hacia la casa de los malagueños, que siguen tirando pétalos mientras la bulla canta Paloma, no hay quien te lleve.
Cuando desemboca en la plaza de Doñana, todo el mundo estalla en júbilo. Decenas de hermandades esperan a encontrarse una vez más con la Virgen y posicionan sus simpecados para volver a mirarle la cara, ya iluminada a pleno sol. El calor aprieta, los abrigos sobran y aparecen las mangas cortas. Los niños nadan sobre las cabezas y los almonteños sudan después de cargarla durante horas.
En Gines se han cortado los desayunos y todos los hermanos rodean la casa hermandad. El padre que elevan los romeros ronda los 90 años y viste de corto, y aunque no es capaz de gritar los vivas, canta la salve junto al resto. La Virgen se acerca tanto que en cualquier momento podría tocarla. Las rosas que la rodean le dan más luz todavía y poco a poco se despide.
A las 14:10, después de 11 horas de recorrido por la aldea, la Virgen del Rocío ha vuelto a su ermita. Los romeros que pueden, descansan después de una noche en vela para ver a la patrona de Almonte y quienes este mismo lunes emprenden su camino de vuelta, recogen y organizan los últimos detalles de su camino. Todos sueñan con un nuevo pentecostés.
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