17 años de terror y toda una vida de dolor y rabia

Comando Andalucía. Los terroristas de ETA estuvieron más de tres lustros atentando en la comunidad andaluza. Tras el descubrimiento del piso franco en la calle José Laguillo, los pistoleros atacaron matando a sangre fría a Muñoz Cariñanos, Martín Carpena y Portero

10 mar 2017 / 10:11 h - Actualizado: 11 mar 2017 / 18:49 h.
"Terrorismo","Víctimas del terrorismo","En pie contra la barbarie"
  •  Alberto Jiménez Becerril, durante su etapa como concejal del Ayuntamiento de Sevilla. / El Correo
    Alberto Jiménez Becerril, durante su etapa como concejal del Ayuntamiento de Sevilla. / El Correo
  • Funeral por el médico militar Antonio Muñoz Cariñanos. / EFE
    Funeral por el médico militar Antonio Muñoz Cariñanos. / EFE
  • Una corona de flores por el noveno aniversario del asesinato del matrimonio Jiménez Becerril. / El Correo
    Una corona de flores por el noveno aniversario del asesinato del matrimonio Jiménez Becerril. / El Correo
  • Homenaje en la calle Don Remondo a Jiménez Becerril y su esposa, Ascensión García. / Javier Díaz
    Homenaje en la calle Don Remondo a Jiménez Becerril y su esposa, Ascensión García. / Javier Díaz

El 21 de marzo de 1998 la Policía Nacional entraba en un piso de la calle José Laguillo y lograba desactivar el Comando Andalucía de ETA, un grupo terrorista que desde 1983 sembraba el terror en la comunidad y que solo dos meses antes habían quitado cobardemente la vida a Alberto Jiménez-Becerril y a su mujer, Ascensión García, en una fría noche en la calle Don Remondo de un tiro en la nuca a cada uno. Mike Azurmendi y José Luis Barrios habían acordado quién dispararía a quién. Contaron hasta tres y apretaron los gatillos a la vez. Las dos balas que entraron por la nuca se llevaron dos vidas y dejaron un dolor eterno en sus familias.

Dos meses después fueron detenidos en el piso franco que tenían en las inmediaciones del centro de la ciudad, en una zona de fácil acceso y mucho tránsito y buenas comunicaciones para entrar y salir de la ciudad sin levantar demasiadas sospechas. Mikel Azurmendi Peñagarikano, José Luis Marrios y María Teresa Pedrosa Barrenetxea –los dos primeros, asesinos del matrimonio sevillano– guardaban más de 700 kilos de explosivos y su detención confirmó que el Comando Andalucía está bastante más establecido de lo que pensaban las Fuerzas de Seguridad del Estado y que se preparaba una gran ofensiva asesina en territorio andaluz. Con este polvorín tenían material para 15 coches bomba. En el registro apareció documentación de muchos cargos públicos y nombres de periodistas. Entre ellos estaba el de Manuel Gómez Cardeña, director de El Correo de Andalucía.

Aunque el comando se diera por desactivado tras estas detenciones, los etarras lograron reorganizarse en Andalucía y continuaron atentando a la desesperada en el sur del país. El concejal del PP en Málaga José María Martín Carpena; Luis Portero, fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y Antonio Muñoz Cariñanos, médico y coronel del Ejército del Aire, fueron asesinados a tiros en el año 2000 en solo tres meses. Carpena fue abatido a tiros en presencia de su mujer y su hija cuando se subía al coche una tarde noche de julio del año 2000 camino de un acto del partido. A Portero le esperan escondidos tres pistoleros en el portal de su casa granadina cuando llegaba a almorzar. Le pegaron dos tiros y falleció pocas horas después en el hospital. Tenía chófer pero no escolta. Era el 9 de octubre del año 2000. Pero la sinrazón de esta barbarie terrorista no terminó ahí. El 16 de octubre de ese mismo año dos asesinos entraron en la consulta de Cariñanos, en pleno centro de Sevilla, y lo mataron a tiros. Andalucía y Sevilla, que ya estaban hartas de tanta sangre en nombre de nada, se echaron a la calle y lograron que a las pocas horas se detuvieran a los asesinos de estas tres muertes: Jon Igor Solana y Harriet Iragi.

Habían atacado a la desesperada y de la forma más certera aunque la que más pistas suele dejar a la Policía de cara a su detención: el tiro en la nuca. Los terroristas habían fallado varias intentonas asesinas con coches bomba para vengar a unos etarras que fallecieron en un accidente de tráfico meses antes cuando iban a cometer un atentado y no les quedaban más opciones, tenían que arriesgarse y disparar a sus víctimas.

Pero esta barbarie de ETA en Andalucía había comenzado el 14 de octubre de 1983, cuando el médico de la prisión de El Puerto de Santa María, Alfredo Jorge Suar Muro, se convertía en la primera víctima de los etarras en suelo andaluz. Había emigrado de Argentina huyendo de la dictadura militar y se nacionalizó español porque aquí iba a estar más seguro. Los etarras lo secuestraron de la consulta, lo metieron en un coche y allí mismo le dispararon. Días antes, varios presos de ETA habían denunciado en un periódico vasco que la atención sanitaria que recibían en la cárcel no era buena.

Seis años después llegaba el segundo atentado mortal en Andalucía. Conrada Muñoz Herrera, madre de un funcionario de prisiones, perdía la vida en el pueblo granadino de Montillana tras abrir un paquete que iba dirigido a su hijo Dionisio Bolívar Muñoz.

Tras estas dos muertes, los etarras intentaron una gran masacre en pleno centro de Sevilla el 2 de abril de 1990. Eran los años previos a la Exposición Universal de 1992 y el objetivo era hacer volar la comisaría de la Policía Nacional de la plaza de la Gavidia, un edificio que se levanta todavía –ahora sin uso– junto al que era entonces el Parlamento de Andalucía, el centro comercial del Corte Inglés y el colegio de las Esclavas. Afortunadamente, un control rutinario de la Guardia Civil en Santiponce detectó un coche que circulaba con la parte trasera muy hundida. Los agentes pensaron que podía ir lleno de naranjas robadas y le dieron el alto. El etarra Henri Parot huyó a toda velocidad y tras un intercambio de disparos con el cabo primero José María Infante Borrero –que recibió varios disparos en sus brazos– fue detenido por los agentes, que de esta manera lograban salvar las decenas de vidas que casi con toda seguridad habrían fallecido en la explosión planeada en la capital sevillana.

Pero poco meses después, el 28 de junio, un paquete bomba explotaba en la cárcel Sevilla I y mataba al funcionario Manuel Pérez Ortega, a los presos Donato Calzado y Jesús Sánchez y de Edmundo Pérez, que había acudido a una visita al penal.

Tras estas muertes, la siguiente no ocurrió hasta cinco años después. El 20 de mayo de 1996 una bomba mataba en Córdoba al sargento Miguel Ayllón mientras esperaba el autobús militar que le llevaba a su destino. La bomba, escondida en un contenedor, iba dirigida al autobús que, lleno de pasajeros, paró de forma imprevista metros antes evitando de esta forma una nueva masacre terrorista. Un año después, la muerte llegaba de nuevo a Andalucía. El 10 de febrero de 1997 un coche bomba explotaba al paso de un furgón que llevaba a trabajadores civiles a la base de Armilla en Granada. Domingo Puente, peluquero de la base aérea, perdía la vida en el acto.

Tras este atentado hubo varias intentonas más que afortunadamente terminaron sin víctimas mortales, aunque sí con heridos. Luego llegaron las tres muertes a tiros que afortunadamente fueron las últimas del Comando Andalucía.