La madurez de las librerías palaciegas: trabajar en el paraíso de Borges

Mientras varias librerías de la capital hispalense echan el cierre a pares, en Los Palacios y Villafranca no van nada mal ni la Fleming, que cumple 40 años, ni la Blanco, que ya tiene 20

Pedro Blanco junto a una de las estanterías de su librería. / Álvaro Romero

Álvaro Romero

Decía el escritor argentino Jorge Luis Borges que se sentía más orgulloso de los libros que había leído que de los que había escrito y, más aún, que siempre había imaginado el paraíso como una especie de biblioteca. Eso mismo estarían dispuestos a firmar todos los libreros del mundo, que como todo el mundo sabe no son exactamente vendedores de libros, sino algo más: entusiastas de ese paraíso borgiano que han tenido la suerte de ganarse la vida, además, con su pasión. Lo malo es que casi nunca son buenos tiempos para la lírica ni para montar una librería, a la vista de lo que les ha sucedido este verano a algunas de las que han tenido que cerrar en Sevilla porque les salían las letras pero no los números. Panella, en pleno barrio de Los Remedios, llevaba 45 años ofreciendo sus libros; Yerma, en Viapol, 30 años; e Isla de Papel, en el corazón de Puerta Osario, seis. Y sin embargo ya forman parte del recuerdo. El mes pasado echó el cierre la librería Balzac de la calle Baños. La otra sequía va siendo igual de grave...

Menos mal que la llamada huerta sevillana en su sentido literal también lo es, en parte, en sentido figurado, porque en Los Palacios y Villafranca, antes al contrario de que entren las librerías en crisis, hay algunas que empiezan a ser históricas, como dos que precisamente ahora están de cumpleaños: la librería Fleming, que acaba de cumplir 40 años; y la librería Blanco, que cumplió 20 este verano.

Los dos propietarios, Javier Gutiérrez y Pedro Blanco, respectivamente, explican que, en sus casos, al menos no tienen que pagar alquiler. Y eso es una primera ventaja con respecto a las que han podido cerrar –o incluso están a punto de hacerlo- en la capital. Los Palacios y Villafranca, de casi 39.000 habitantes, no es un pueblo especialmente lector, pero las librerías sí tienen sus lectores fijos. Y su clientela fija también. Porque aquí hay que diferenciar entre lo que estos establecimientos tienen de verdadera librería -que en los casos de Fleming y Blanco es muchísimo- y lo que tienen de papelería. Y se funciona con ambos perfiles.

Javier Gutiérrez se hizo cargo de la librería más céntrica de Los Palacios, la Fleming, hace ahora 14 años, más o menos cuando sus suegros se jubilaron. La librería nació, cuenta ahora Javier, en el verano de 1983, cuando su suegro y su cuñado pensaron en una papelería, de cara al curso escolar, para que despachase en ella la cuñada de ambos. No estaba exactamente donde hoy, sino en la esquina, aunque tampoco se complicaron demasiado a la hora de buscarle un nombre y la bautizaron con el nombre de la calle, Doctor Fleming. La Fleming, que muchos años después consolidaría un logo con ese búho de la sabiduría que incluso le pintó en la fachada la pintora local Mercedes Antequera, sobrevivió muchos años a base de libretas, bolis, cajas de colores y fotocopias. Cuando se hizo cargo de ella Javier, empezó su paulatina transformación en auténtica librería. Y ahora que ya ha cumplido los 40 años, cualquier palaciego la conoce como un sitio de referencia donde o tienen el libro o te lo traen en un periquete. “Hay unos 30 lectores que vienen periódicamente y repasan todo el catálogo”, dice Javier, satisfecho con la calidad de esos clientes que suelen comprar varios libros al mes y que suelen acudir a las recurrentes presentaciones de libros que se celebran en la librería. “Otros muchos, por mucho que yo le recomiende, vienen exactamente a por el libro que tienen en mente”, cuenta.

Algo parecido dice Pedro Blanco de su librería, que ya ha cumplido 20 años en otro extremo de la localidad, en el barrio del Manchón de la Pepona. “Hay 20 ó 30 lectores que vienen periódicamente y algunos de ellos se llevan muchos libros”. También la Librería Blanco empezó su andadura, allá por el verano de 2003, en un local que no es exactamente el de ahora, de alquiler “y para probar”. El experimento no tardó en dar sus frutos y hoy en día Pedro Blanco no se entendería con otro oficio, en un local ya de su propiedad. “Yo me siento un privilegiado porque además soy muy lector, tengo amigos lectores y me encanta recomendar libros”, cuenta quien suele publicar en sus redes, a final de año, una simpática foto con la pila de libros leídos, que funciona a modo de invitación. “A veces viene alguien, le pregunto por sus gustos o por los de la persona a la que le va a regalar el libro y, aunque yo tenga más ganancia con un libro concreto, me encanta que se lleve el que realmente necesita, más allá de lo que cueste o del margen que a mí me pueda quedar”.

“A mí no me gusta, por ejemplo, vender juguetes u otras cosas que nada tienen que ver con la librería”, dice, por otro lado, Javier, el de la Fleming, consciente de que las librerías como la suya siguen sobreviviendo, pese a la competencia de las grandes superficies o incluso de determinadas plataformas en la red, no solo por la confianza que los libreros generan en los lectores, sino también porque la ley mantiene, para todos, los precios que marcan las editoriales e incluso las posibilidades cerradas de descuento: un 5% a particulares, un 10% en las ferias del libro y poco más.

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Ambas librerías, con un catálogo realmente envidiable de libros exquisitamente organizados –por los más vendidos, más comerciales, ficción y no ficción, sección de autores locales, infantil, etc.- están perfectamente integradas en la vida social y cultural de Los Palacios y Villafranca. La Fleming suele participar en la feria del libro que, desde hace unos años, ha reactivado el Ayuntamiento, y además suele organizar sus propios actos. La Blanco se ha convertido en un valor seguro en la feria del libro que organiza cada año el IES Marismas. “Además suelo ir a cuantas presentaciones de libros hacen amigos o clientes que escriben, y me encanta”, dice Pedro Blanco, orgulloso además de que, cada Navidad, pueda seguir organizando el especial cuentacuentos para sus clientes más pequeñajos. Es siempre un éxito.

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