Nace en casa una hora después de volver del hospital

La pequeña Julia vino al mundo en su propia casa de Los Palacios y Villafranca después de que a su madre la enviaran de regreso porque era primeriza

La bebé Julia junto a sus padres.

La bebé Julia junto a sus padres. / Álvaro Romero

Álvaro Romero

En Los Palacios y Villafranca parece que se acumulan en este fin de año las noticias relacionadas con recién nacidos. Afortunadamente, como ha ocurrido con la bebé que fue arrojada al contenedor –que ayer se fue con su familia adoptiva-, también el caso de Julia ha terminado con final feliz. Pero para sus padres fue toda una aventura que empezó el Día de Navidad, cuando Concha, la madre, decidió dejar la fiesta familiar para descansar, “aunque ella no paraba y le teníamos que decir que se sentara de vez en cuando”, refiere su marido, Lito, el padre de la criatura. “Ella estaba perfectamente”, insiste. Fue “ya sobre las dos de la mañana cuando las molestias no cesaban y lo preparamos todo para irnos al hospital de Valme”, cuenta él. Los dos pensaban, efectivamente, que la niña iba a estar aquí ya. Pero al llegar al hospital, sobre las cuatro de la madrugada, pusieron a la joven en monitores. Allí estuvo, con ciertas molestias, hasta casi el amanecer, pero la enviaron a casa con la sospecha de que solo tenía “un poco de infección”. “Tenía poco de dilatación todavía y nos dijeron que todo era típico de las primerizas”, cuenta ahora Lito.

A la pareja solo le dio tiempo pasar por la farmacia de guardia “para comprar los sobres que nos habían recetado”. Concha necesitaba ir al servicio imperiosamente. Así que al llegar a su domicilio, se dio una ducha y, nada más salir, “vi cómo se ponía de rodillas sobre la alfombra que tenemos junto a la cama”, cuenta ahora Lito, mucho más calmado que entonces. “Vi la cabeza de mi niña y me puse muy nervioso”, dice. Fue en ese momento cuando lo llamó por teléfono su primo, pensando tal vez que seguían en el hospital, o que no habían ido todavía. “Vente para mi casa, primo”, le dijo Lito, muy nervioso, justo después de haber marcado el 061, “porque mi mujer está pariendo ya”. Iban a ser las nueve de la mañana del pasado día 26.

El primo llegó bastante antes que la ambulancia. También llegó una vecina, alertada por los gritos y las voces. Y hasta el hermano de una cuñada de la pareja que, afortunadamente, es matrón. “Menos mal que llegó Manolo, que se encargó luego de todo”, dice ahora Lito, suspirando, aunque mucho más tranquilo que cuando en aquellos momentos rompió a llorar. “Yo no sabía dónde meterme”, dice ahora entre bromas, agradecido de que su primo le desenrollara a Julia el cordón umbilical. Manolo, por otro lado, le hizo un torniquete al cordón de la madre, después de cortarlo. Entonces llegó la ambulancia, “no de Los Palacios, porque al parecer no había ninguna, sino de Utrera”, refiere Lito, si bien lo dejaron todo en manos de Manolo, que era el especialista. “Menos mal que estaba Manolo, porque los médicos que llegaron en la ambulancia parece ser que no estaban preparados para asistir a un parto”, recuerda, si bien montaron en la ambulancia a la madre y a la pequeña Julia, con Manolo incluido, y volvieron al hospital de Valme para terminar de sacar la placenta y lavar a la niña.

Julia ha pesado 3 kilos y 700 gramos, y está perfectamente tres días después. “Eso es lo único importante”, dice su padre, algo extrañado de que en el hospital no le hubieran ofrecido ninguna explicación. “La enfermera que le había dado la cartilla a la madre una hora y media antes se sorprendió al verlos de nuevo. “¡Pero si yo te acabo de dar la cartilla hace un rato!”, les dijo. “Pues sí”, contestó Lito, “nos ha dado la cartilla cuando éramos dos y hemos vuelto tres”.