Cartel de la Semana Santa de Sevilla

«El amor del padre, del hijo y del hermano han inspirado mi obra»: Salustiano narra su creación

Texto completo leído en la presentación del cartel del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla

Salustiano García (i) en la presentación del cartel de la Semana Santa de Sevilla 2024 / ECA

El Correo

El pintor Salustiano García, autor del impactante cartel que anuncia la Semana Santa de Sevilla 2024, dejó, durante la presentación de la obra, en manos de una sobrina la lectura de unas palabras que narran qué quiere decir su pintura. A él, explicó, se le da mejor pintar que hablar en público. El pintor de renombre, nacido en Villaverde del Río (Sevilla) en 1965, es un reconocido autor del ámbito figurativo muy cotizado y con exposiciones en museos y galerías internacionales.

El texto, de gran belleza y profundidad, relata la génesis del cartel, la muerte de su hermano y la observación de su cuerpo muerto cuando el autor tenía solo doce años. Cuenta también por qué eligió a su hijo Horacio para representar la obra.

Este es el texto completo leído en la presentación del cartel del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla.

“Entre la multitud, solo estás tú”

Tenía doce años cuando mi hermano murió. Mi madre me pidió que entrara en la habitación donde reposaba su cuerpo para despedirme de él. Yo estaba aterrado, pero cuando vi su cara y el gesto sereno de sus manos cruzadas sobre su pecho, me quedé estremecido. ¡Cómo un cuerpo yacente podía contener tanta belleza!

Tenía barba de varios días, los párpados y los labios estaban separados apenas un milímetro. Parecía un Cristo, el Cristo más bello que jamás se haya representado en obra de arte alguna.

Mi hermano estaba increíblemente sereno, serenísimo. En su faz no quedaba rastro alguno de los dos años de sufrimiento que había padecido. La plenitud en su rostro era tal que parecía iluminado por dentro. Era como si portara una luz propia, pero la suya no era una luz cualquiera. Era la luz más amable y serena que jamás hubiera visto.

Con el tiempo, me he dado cuenta de que es esa luz interior la que he estado buscando todos estos años para trasladarla a mis lienzos.

Cuando me pidieron crear el cartel de la Semana Santa estuve tentado de representar a Jesucristo yacente, pero esa idea la deseché pronto. Caí en la cuenta de que mi trabajo siempre se había posicionado del lado más sereno e iluminado de la vida y de las cosas.

Por eso, decidí que mi cuadro debía celebrar la parte luminosa de la Semana Santa: la Resurrección. Al hacerlo, de alguna manera me serviría para confirmar la resurrección de la memoria de mi hermano.

Mi Cristo es un cristo clásico a la manera de los cristos barrocos y renacentistas de España e Italia. A diferencia de los germánicos y flamencos, ensangrentados y retorcidos por el dolor, el mío es un cristo sereno, lleno de majestad y dulzura. Ellos representan al hombre que hay en Cristo. Nosotros, los del Sur de Europa, celebramos al Dios que hay en él.

Por eso, el cuerpo de mi Cristo apenas tiene señales de su pasión y crucifixión. Sólo muestras unas heridas mínimas en el costado y en la mano, prácticamente ya curadas.

Mi Cristo luce joven y bello. Como una metáfora de pureza: así se ha mostrado a la Virgen María en la historia del arte, casi como una adolescente. Y bello porque, me remito a Platón, belleza y bondad son la misma cosa.

Mi Cristo nos mira a los ojos con una mirada dulce, pero firme. Si la mirada es la distancia más corta que hay entre dos puntos, la de Cristo es la distancia más corta que hay entre nosotros y el cielo.

Desde que se hizo público la designación de mi nombre para realizar el cartel de la Semana Santa de Sevilla de 2024, he recibido muchos consejos. Todos me pedían que fuera fiel a mi mismo y, al mismo tiempo, me sugerían que representara tal o cuál Virgen o Cristo. Pero la representación de una imagen sacra se aleja mucho de mi estilo. Necesitaba un modelo, un cuerpo real y vivo que me ayudase a reunir toda la emoción, la belleza y la contención que quería transmitir.

Al final, la solución la tenía en casa: mi hijo Horacio es bellísimo, a la manera que lo son los ángeles, los arcángeles y los querubines. Por eso y por la ternura, la serenidad y la espiritualidad que desprende su mirada, enseguida entendí que era el modelo perfecto para mi cuadro. Me habría encantado incluir en el cartel un homenaje a todas las hermandades de la ciudad pero solo he podido evocar a dos de ellas: el paño del Cristo del Cachorro y las potencias del Cristo del Amor.

Considero que el paño del Cachorro es uno de los más hermosos que existen. El movimiento que le imprime el viento le da un carácter dramático y emocionante. Este movimiento enfatiza, aún más si cabe, la quietud y la majestad del Cristo que he representado.

Las potencias del Cristo del Amor son igualmente bellísimas, perfectas para coronar a este cristo joven y resucitado. Además, está su nombre: el Amor. ¿Se puede tener un nombre más bello?

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El amor de Cristo nos alimenta y redime, y ha sido el amor –el amor de padre, el del hijo y el del hermano-- es el que me ha inspirado al crear esta obra, plena de sereno respeto y de un insaciable anhelo de resurrección en la eternidad.

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