Yo trabajo en la Feria

"Hay clientes que creen que han alquilado un coche de motor y no piensan en tu descanso y el del caballo"

Daniel Jiménez, cochero en la Feria de Sevilla, vive junto a sus caballos largas jornadas laborales, desde por la mañana en las yeguadas hasta la noche cuando se marcha del Real

Daniel Jiménez y su lacayo, sentados en un carruaje en el Real de la Feria de Sevilla / Jorge Jiménez

Rafa Aranda

Es mediodía, el calor hace acto de presencia en el Real, y la gente se refugia en las casetas mientras aprovecha para beber y comer. Fuera, en la calle, se hace difícil estar sin ponerse a la sombra. Pero a Daniel Jiménez, un joven cochero, no le queda otra que quedarse allí, al sol, sentado en su coche de caballos y a la espera de que sus clientes quieran dar un paseo después del almuerzo. "Estás todo el día con ellos. Los tienes que llevar a donde quieran. Eres su taxista particular", explica, a las puertas de una caseta de la calle Pepe Luis Vázquez.

Siempre se dice de la Feria de Sevilla que es como una ciudad dentro de otra ciudad. Con sus propias normas, sus propias tendencias, y sus propios oficios. Y hay uno de ellos que está presente prácticamente en cada calle del Real. Además de andando, es la única forma de moverse entre caseta y caseta. Son los coches de caballos.

No trabajan exclusivamente en la Feria, pero es casi con lo que más se les asocia. Algo con lo que no están de acuerdo, afirman desde el sector, porque parece que queda sin valor todo lo que hay detrás para que en esta semana los caballos y los carruajes estén en perfecto estado. No es solo dar un paseo. "Nos dedicamos a la cría, a la doma, a la venta de los potros y caballos. Ese es nuestro trabajo durante el año. Y a preparar estos caballos para cuando llegue la Feria", cuenta Jiménez.

Lleva cuatro años seguidos trabajando en la Feria, y mientras atiende a este medio se encuentra junto a su lacayo (como se le llama al que le acompaña) en un pequeño momento de descanso dentro de una dura jornada. La yeguada de caballos españoles en la que se gana la vida es alquilada por el Ayuntamiento de Sevilla, y con sus dos caballos y su coche prestan su servicio a cualquier persona que lo desee durante todo el día. En su caso, toda la semana para los mismos.

Daniel Jiménez y su lacayo, hablando en su coche de caballos en el Real / Jorge Jiménez

Son jornadas muy largas de dedicación y servicio absoluto al que quiera hacer uso de su coche de caballos. "Llegamos a la cuadra a las 8 de la mañana, alimentamos a los caballos, después le damos un repaso a todo lo que vamos a utilizar, arreglamos todo y nos venimos para la Feria. Sobre las 13 o las 14h estamos ya en el Real”.

Desde entonces, según la normativa, solo tienen permiso para estar hasta las 20h, aunque se puede alargar el trabajo dependiendo de lo que se haya contratado: "Si quieren que te quedes después, si quieren irse a Sevilla. O puede pasar lo contrario. El otro día nos dijeron a las 17h que ya no querían el coche".

¿Cuándo comen? ¿Se sienten respetados?

Durante la Feria de Sevilla, los cocheros viven una mezcla de sensaciones, algunas positivas y otras no tanto. "Muchas experiencias diferentes", resume Jiménez. Lo mejor, asegura, es "que casi todo el que viene es aficionado y se dedica a esto. Para nosotros es un gustazo. El ambiente de Sevilla me encanta".

Daniel Jiménez continúa con su jornada como cochero, delante de la Caseta Municipal / Jorge Jiménez

Sin embargo, lo peor es "el calor" y "no descansar". Aunque él cuenta haber tenido suerte y siempre le han tratado bien, explica que hay de todo: "Muchos pasan un poco de la gente que está trabajando y no nos atienden bien". "Si estás todo el día funcionando no tienes tiempo de comer en la caseta y descansar un poco. Si no piensan en ti y te toca un cliente que no sea atento pasas un día regular”, lamenta.

Además, no son meros conductores. También son cuidadores: "Esto es todo el año trabajando para que tengan un fondo físico, para que no fallen, para que vengan bien, para ir a lo seguro. Hay mucho trabajo detrás, muchas horas de preocupación por el caballo, de alimentación, gastos veterinarios….”.

No se valora el esfuerzo del caballo

Aunque Daniel Jiménez reconoce a este medio, sentado en el coche de caballos mientras se tapa del sol, que son "los taxistas de la Feria", pide un cambio de mentalidad y que se piense más en el propio animal. "No es un coche de motor", protesta.

Explica este cochero que los caballos "tienen que tener sus descansos, tienes que darles agua, tienes que dejar que se relajen. Aunque esté todo plano, es un trabajo duro. Se forman muchos atascos. Ahora arranca un coche que pesa 500 kilos, cargado con gente. Arrancas, paras, arrancas, paras, y eso es esfuerzo que hacen ellos con el cuerpo...".

Caballos sujetos por el cochero / Jorge Jiménez

Para ello, en la yeguada tratan a los equinos como "deportistas que necesitan un entrenamiento y un fondo físico", aunque la gente los vea "como animales". "Echan jornadas de ocho o nueve horas de calor, mucho esfuerzo y mucho peso".

Por último, también observa que hay "poco respeto" por parte de los viandantes. "Entiendo que hay cocheros que van avasallando, pero hay gente que va andando y se pone delante de los caballos y los asusta y los espanta. Lo ven como una molestia en vez de disfrutarlo”, lamenta, antes de volver a reanudar su paseo.

De la juventud a la experiencia

Además de los coches de caballos que hacen un servicio público, también están aquellos que lo ofrecen de forma particular y para gente de confianza. Es el caso de Juan Oliva, que acude a la Feria por amor al arte, por amor a los caballos, algo que le viene "desde pequeño".

Juan Oliva posa junto a su coche de caballos en el Real de la Feria de Sevilla / Álex Mérida

Junto a su coche de caballos, frente a una caseta de la calle Ignacio Sánchez Mejías, aporta una visión distinta del oficio, aunque con un mismo mensaje de respeto por el animal. Al igual que Jiménez, desde por la mañana, sobre las 9h, ya tiene los caballos preparados, y a las 13h se encuentra en el Real. "Esto no es un hobby, es un veneno", afirma.

“La gente mira al caballo solo para la Feria. Pero hay muchas cosas detrás que no todo el mundo ve. Cuesta mucho de mantener", explica. Para Oliva, "los caballos son otro niño más. Comen antes que yo, lo puedo asegurar. Hay que ducharlos, relajarlos...". A lo que hay que sumar el cuidado de los coches: "Limpiarlos, sacarle brillo a las correas, que valen mucho dinero, etc”.

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Juan Oliva, en el Real de la Feria de Sevilla, junto a su coche de caballos / Álex Mérida

"Los hay más bonitos y más feos, pero yo tengo los que sirven", sentencia, antes de volverse a subir al coche y dejar claro que disfruta de la Feria "como otro más". Lo suyo, lo de Oliva, Jiménez y otros tantos cocheros que trabajan en el Real, es un ejemplo de dedicación y amor por el oficio y por los caballos. Todo el año preparándose para recorrerse de punta a punta la Feria, un día sí y otro también, bajo el calor del abril sevillano y las exigencias de los clientes.

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