Sevilla
Los mercados de Triana y la Encarnación pierden vecinos: "Antes vivíamos de las familias, ahora de los turistas"
Las plazas de abastos de estos dos céntricos barrios han visto cómo los visitantes extranjeros han ganado peso entre la clientela hasta alcanzar hoy día "el 80% del total"
"Spanish saffron, saffron from Spain, pregona Miguel Montero de corrido. La estampa se podría ubicar en Bristol o Canberra, pero es el mercado de Triana. Este tendero, habitual en la lista de cates en inglés durante su época de estudiante, tuvo que memorizar algunas frases básicas cuando montó el puesto de especias. "No, thank you, le responde un hombre con pantalones cortos, gorro y mochila al hombro. No llevará de vuelta del viaje el conocido azafrán español. Al menos no el que vende Miguel.
"Esta plaza de abastos está de moda, aquí entran muchos extranjeros. De hecho el 80% de nuestra clientela son turistas", asegura Montero. Justo la misma proporción que da el frutero José Chaves: "Esto ha cambiado muchísimo: antes todos eran de Sevilla, ahora son el 20% de los que vienen". "Y entre semana ese porcentaje baja al 10%", añade con resignación Chaves, buen conocedor de este espacio después de 44 años de trabajo.
El mercado, como buena parte del barrio, no está tomado ya por los trianeros. "Esto era muy diferente, no se ve esa convivencia que había entre vecinos", cuenta Mercedes Gutiérrez, una clienta mayor y fiel de estos puestos, tan de Triana que es "nieta de alfareros". "Los que vivían aquí, con el precio de la vivienda actual, se han ido. Solo quedan pisos para los turistas", señala Miguel Montero.
Esta adaptación a los visitantes de afuera se aprecia en la propia oferta de este espacio. En mercados como el de Triana o la Encarnación, considerados "turísticos" según un informe de la Federación de Mercados de Abastos de Sevilla, "los puestos tradicionales conviven con espacios de degustación orientados a una clientela de curiosos, turistas y habituales que buscan nuevas experiencias y productos de primera calidad".
En el Taller Andaluz de Cocina, por ejemplo, se imparten clases culinarias para grupos desde hace una década. Los usuarios principales de estos talleres son extranjeros, que se inician en la gastronomía española con "la paella, el gazpacho y las espinacas con garbanzos", tal como explica Eduardo Romero, chef y profesor. "El curso dura unas tres horas y cuesta 50 euros. Primero les damos un paseo por el mercado para adquirir la materia prima y luego aprenden a cocinar recetas típicas de aquí", detalla Romero.
A la espalda de la semillería de Miguel, junto a un bar de tapas, una veintena de alumnos esperan que el arroz se temple. "Vienen de muchos sitios distintos: europeos, americanos, ingleses...", menciona el instructor de este curso. Cuando esté listo, podrán probar la paella que han elaborado entre todos. Que para eso han venido a Andalucía.
La Encarnación, un mercado "adaptado" al turismo
"Lo encontré por internet y decidí venir esta mañana. Este tipo de productos, tan buenos y baratos, no los tenemos en Inglaterra", resalta Gary Bell mientras pasea por el mercado de la Encarnación con una bolsa de dátiles en la mano. Aquí también el turismo gana con diferencia a la clientela nativa.
En el centro histórico de Sevilla, al igual que en Triana, la presencia de viviendas destinadas a los visitantes es considerable. Y eso se nota en el flujo de personas en estos comercios: "Los que vienen del barrio son personas mayores que mantienen su casa. Los hijos de esa generación las dedicaron a apartamentos turísticos, que son más rentables", apunta Antonio Giráldez, copropietario junto a su hermano de la frutería Giráldez.
Esta mayor afluencia extranjera ha provocado cambios hasta en la forma de vender: "Antiguamente salía la fruta por kilos, ahora la despachamos por piezas", precisa Giráldez, frutero en este mercado desde hace 35 años. "Antes vivíamos de las familias, ahora lo hacemos de los turistas".
La pescadería Angelito, en la Encarnación desde los sesenta, también tuvo que introducir novedades en su oferta: "Hemos empezado a vender marisco cocido para que la gente lo consuma mientras se toma una cerveza en alguno de los bares del mercado. No queda otra, te tienes que adaptar", reconoce Javier Mellado, empleado de este local.
Cerca del mediodía, las señoras mayores, pocas, esperan su turno apoyadas en el carro. En los pasillos, mesas y puestos, turistas impresionados con el móvil en la mano. Se oyen frases en italiano, inglés y alemán. Décadas después de su apertura, plazas de abastos como la de Triana o la de la Encarnación resisten gracias al empuje extranjero. Salen melocotones por piezas, sandías cortadas en cuartos, tarritos de azafrán. Aunque también con ellos se va, poco a poco, la autenticidad de estos mercados que un día fueron de sus vecinos.
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