LA RECOGÍA

Cristóbal de Rojas y Sandoval y el origen de la Hermandad del Museo

Nacido en Fuenterrabía, el arzobispo que aprobó la fundación de la cofradía hispalense fue capellán de Carlos V, asistió al Concilio de Trento e impulsó la devoción al Dulce Nombre de Jesús 

Cristóbal de Rojas y Sandoval y el origen de la Hermandad del Museo

Cristóbal de Rojas y Sandoval y el origen de la Hermandad del Museo / Antonio Puentemayor

Antonio Puente Mayor

Antonio Puente Mayor

Fue el año de la victoria de los tercios españoles en Schoonhoven, de la creación del marquesado de Villamanrique y de la finalización del Hospital de Santiago de Úbeda. Mientras en Venecia Tintoretto ultimaba su pintura Crucifixión y en Roma se instalaba la Fontana del Moro, Santiago de Chile se recuperaba del primer gran terremoto de su historia.

En Nueva España, una epidemia de cocoliztli causaba la muerte de tres cuartas partes de los aztecas, y en Filipinas era fundada la ciudad de Nueva Cáceres. Por su parte, George Braun y Frans Hogenbert daban inicio a Civitates Orbis Terrarum, proyecto editorial que, complementando el atlas del mundo de Ortelius, incluía a Sevilla como una de sus ciudades distinguidas —por aquel entonces era la urbe más poblada de España y de la mayores de Europa—.

Vista de Sevilla en el 'Civitates Orbis Terrarum'

Vista de Sevilla en el 'Civitates Orbis Terrarum' / Antonio Puente Mayor

Ese 1575, la historia de la Iglesia hispalense escribiría una página dorada con la llegada de Teresa de Jesús, quien acompañada de seis monjas accedió a la ciudad con el objetivo de fundar un nuevo convento. No lo tuvo fácil la santa, quien pese a la colaboración de su hermano Lorenzo de Cepeda y Ahumada, Regidor del Ayuntamiento de Quito, hubo de emplear todo su ingenio para dar apertura a San José del Carmen en la calle Pajería (actual Zaragoza) tras un paso fugaz por la calle de las Armas (hoy Alfonso XII).

En una ciudad repleta de parroquias, hospitales y cenobios, el apoyo definitivo llegaría de manos del arzobispo Cristóbal de Rojas y Sandoval, quien tras oponerse inicialmente a la fundación de las Carmelitas Descalzas, quedó fascinado por el carisma de Teresa.  

Hijo de un marqués y una noble dama

Mención aparte merece la vida de un personaje cuya trayectoria le llevó a presidir la sede episcopal de Oviedo, Badajoz y Córdoba, asistir al Concilio de Trento y beneficiar a órdenes religiosas como los jesuitas. Y eso que su venida al mundo no pudo ser más imprevista.

Fruto de la relación extramatrimonial entre Bernardo de Rojas y Sandoval, segundo marqués de Denia, y Dominga de Alcega, noble dama guipuzcoana, vio la luz en Fuenterrabía tras el paso de la comitiva de Juana I y Felipe de Habsburgo camino de Castilla, el 26 de junio de 1502. Casado con Francisca Enríquez de Luna, prima de Fernando de Aragón, el padre del futuro arzobispo de Sevilla se había instalado en la villa fronteriza meses antes por orden de los Reyes Católicos para disponer todo lo necesario de cara a la estancia de los futuros herederos al trono —en 1497 había fallecido Juan, el único hijo varón de los monarcas—.

Plaza del obispo en Fuenterrabía

Plaza del obispo en Fuenterrabía / Archivo El Correo de Andalucía

Pese a lo complicado del asunto, el marqués de Denia otorgó sus apellidos al recién nacido, quien tras ser criado por la madre emprendió carrera universitaria en Alcalá de Henares, doctorándose en teología. Dada la gran capacidad del muchacho, Bernardo promovió su entrada en la Iglesia contando con el respaldo de Carlos V, quien nombró a Cristóbal como uno de sus capellanes y con este oficio le acompañó en algunos de sus viajes a Alemania. 

Entre la historia y la leyenda

Ya en Sevilla, Cristóbal de Rojas y Sandoval, que se encuentra enterrado en Lerma junto a su sobrino, el duque que fuese valido de Felipe III, terminó la capilla real de la catedral hispalense y auspició la devoción al Dulce Nombre de Jesús, aprobando en 1572 las reglas de la cofradía erigida en la parroquia de San Vicente e instalada posteriormente en el convento de San Pablo el Real (hoy parroquia de la Magdalena).

Asimismo, el prelado, cuya introducción de la disciplina tridentina fue crucial para la configuración de la Semana Santa actual, dio su visto bueno a la fundación de la Hermandad y Cofradía de la Expiración de Nuestro Señor Jesucristo, que en ese año de 1575 irrumpió en el universo cofrade promovida por el gremio de los plateros.

El paso del Santísimo Cristo de la Expiración

El paso del Santísimo Cristo de la Expiración / César López Haldón

Además de estos artesanos, la futura Hermandad del Museo sería favorecida por los escribanos públicos y corredores de la Lonja, además de hidalgos sin oficio y clérigos regulares, primero en la parroquia de San Andrés y más tarde en el convento de la Merced, tras firmar un acuerdo con la orden redentora de cautivos en 1577.

Hasta la llamada Capilla de los Confesionarios —desaparecida a lo largo del siglo XVII— fue trasladado ese año el Cristo 'de papelón' que la corporación encargó a Marcos de Cabrera, un personaje escurridizo del que sabemos que se casó dos veces y que, amén de realizar trabajos de escultura para Sevilla y su provincia —además del Crucificado del Museo, talló a Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Iglesia de San Bartolomé de Utrera, realizó la Cabeza del Rey don Pedro ubicada en la calle del mismo nombre, e incluso pudo gubiar al Cristo de las Tres Caídas de Triana—, puso rumbo a América en el año 1580.

Eso sí, para la historia quedaría la leyenda que, recogida por el historiador Ceán Bermúdez y ligada por siempre a la Hermandad que en 2025 conmemorará su 450 aniversario, cuenta que, impresionados por la calidad del Santísimo Cristo, y para evitar que fuese reproducido, los hermanos tiraron los moldes al río Guadalquivir.