Los últimos de Sevilla (VI)

Javier Pedrote, el portero de Los Remedios que dejará de vivir en el bloque que guarda

Este sevillano del Tiro de Línea se mudó a la calle Virgen de la Antigua a residir y trabajar en un edificio que tendrá que abandonar cuando se jubile a finales de 2025

Uno de los últimos porteros que viven en el bloque que guardan.

Uno de los últimos porteros que viven en el bloque que guardan. / CARLOS DONCEL

Carlos Doncel

Carlos Doncel

Sentado en una silla que necesita con urgencia un tapicero, dentro de una garita con varias cartas y folletos por entregar, Javier Pedrote cuenta los meses que le faltan para su jubilación. "Tengo pensado retirarme a finales de 2025, me queda ya muy poco", dice este sevillano de 65 años. Trabaja de portero en un edificio de la calle Virgen de la Antigua, en el barrio de Los Remedios. Y como era habitual hace décadas, vive en el mismo bloque que guarda, en un piso de 30 metros cuadrados situado en la azotea.

Javier comienza su jornada laboral a las nueve de la mañana. Lo primero, recoger la basura de las puertas de los vecinos y tirarla. "Luego barro la entrada y limpio todas las zonas comunes. Y cuando llega el cartero, clasifico los sobres y paquetes", detalla Pedrote. Así hasta la una del mediodía. Por la tarde se encierra en el despacho que tiene en el rellano desde las cinco hasta las ocho. Una rutina serena que le reporta un apartamento tan exiguo como su sueldo.

Son pocos los que aún ejercen esta profesión en el lugar en que residen. "Hace años, en casi todos los bloques de este barrio había un portero. Ahora somos cuatro, y solo dos vivimos en los edificios donde trabajamos", señala Javier. "Quedan algunos también en El Porvenir y Nervión, pero este es un oficio que se está perdiendo", añade. En su comunidad aún resiste esta figura. Al menos hasta diciembre del año que viene.

Una moneda al aire

Este portero nació en un barrio más humilde y periférico, el Tiro de Línea. Allí estudió hasta los 12 años, cuando le tocó empezar a trabajar. "Curré desde pequeño en muchos sitios, pero no me tenían asegurado. Por eso todavía no me puedo jubilar", cuenta resignado Javier Pedrote.

Y entre empleos precarios consiguió mantenerse hasta que a finales de los noventa se quedó sin trabajo. "Tenía 40 años y estaba muy desesperado, no encontraba nada", recuerda. En esa búsqueda encontró a la Asociación PM-40 (Parados Mayores de 40), donde le comentaron que había muchas sustituciones de porteros durante el verano. "Me apunté a ese plan, y al poco tiempo nos llamaron a mí y a otra persona. Como solo había un puesto, lo echamos a suerte tirando una moneda al aire". Y perdió.

Pero aún tendría otra oportunidad: "Me dijeron que no me preocupase, que saldrían más opciones. El 2 de julio de 2001 me avisaron y vine a esta comunidad", rememora Javier. Esta vez sí tuvo fortuna: la presidenta del bloque le ofreció quedarse a trabajar y la cesión de una pequeña casa en la parte más alta del edificio. "Aquí llevo ya 23 años, al final se ha convertido en mi segundo barrio".  

Javier Pedrote, portero de un edificio de Los Remedios

Javier Pedrote, portero de un edificio de Los Remedios / CARLOS DONCEL

Sin relevo a la vista

Tener un servicio así no es barato. Además, las zonas acomodadas que se lo pueden permitir, como Los Remedios, "están llenas de bloques antiguos que hay que arreglar", según Pedrote. "Esas obras al final cuestan mucho dinero a los vecinos. Y cuando en una comunidad deciden prescindir de algo, lo primero que hacen es despedirnos a nosotros", asevera.

Eso, o se espera a que se jubile para que sea una empresa externa quien realice esas tareas. "Cuando me retire, estoy seguro de que no voy a tener relevo. Contratarán a una agencia que mandará a alguien que en tres o cuatro horas reparta el correo, recoja la basura y haga algo de limpieza", comenta este portero.

En diciembre de 2025, cuando cobre al fin la pensión, tendrá que abandonar el piso en el que vive junto a su perro. Se irán a Coria del Río, donde se ha comprado un apartamento. "Voy a echar de menos el barrio, muchísimo", augura. Y este hombre de habla calma, sencillo, dejará el manojo de llaves que lleva al cinto y el bloque al que llegó tras lanzar una moneda al aire.