Análisis
Sevilla, los pisos turísticos y un alcalde atrapado entre la Junta y la oposición
José Luis Sanz ya sabe dos cosas en su año y pico de mandato, la oposición no le va a dar ni agua y la Junta no le va a resolver los problemas.
El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, tras la aprobación del presupuesto para Sevilla. / Rocío Ruz /Europa Press
José Luis Sanz se hizo un video de campaña con el mensaje de "puedo parecer un tipo serio y lo soy". Sabían sus asesores que su imagen de tipo soso, sieso, dirían los andaluces, no le beneficiaba y quisieron darle la vuelta al asunto. Desde luego que el alcalde de Sevilla no cumple para nada el perfil del político ‘agradaor’, ese que va dando besos y abrazos y diciéndole a cada uno lo que quiere oír. No tiene don de gente ni cae bien de entrada, como sí ha conseguido su jefe, Juanma Moreno.
A Sanz no le han regalado nada. Se hizo una campaña de 600 días para llegar al cargo y sudó mucho para ganarse la confianza de Moreno. La cúpula del PP andaluz desembarcada desde Málaga no lo quería ver ni en pintura. No es un ‘agradaor’ pero sí que tiene muy claro lo que quiere. Lo probó en Tomares, donde llegó castigado y se coronó con 14 años de mayorías absolutas y una gestión sin apenas tachas.
En el ayuntamiento de Sevilla quiere sumar trienios para desarrollar un modelo de ciudad, romper con la maldición de los alcaldes del PP en Sevilla, ninguno ha repetido más de un mandato, y tener tiempo para desplegar un proyecto. Quizás pedir tantos años como Francisco de la Torre en Málaga, cumplirá 27 años cuando acabe su último mandato, es una utopía pero, al menos, dos mandatos, o tres… Con eso funciona en su cabeza. Por eso ha decidido tomar decisiones controvertidas y siguen sin ponérselo fácil.
Dos cosas aprendidas
Un año y pico después de llegar a la alcaldía ya sabe dos cosas. Una, que la oposición no le va a ayudar en nada en la ciudad de Sevilla y que su decisión de gobernar en minoría, sin dar entrada a Vox, le complica de forma importante su mandato. El PSOE no piensa darle oxígeno. Ni una concesión en todos estos meses. Ni una tregua en ningún tema caliente de la ciudad. La prueba: presupuestos aprobados el 8 de agosto y con una maniobra legal rebuscada que ha resultado eficaz.
La segunda cosa que ha aprendido es que tampoco cuenta con un Gobierno andaluz que le vaya a resolver sus problemas. Hay respeto mutuo, se cuidan los espacios, se alaban en público, hasta ahí. El alcalde de Sevilla ha pedido manos libres, que se lleven de su equipo a quien le impusieron en las listas de número dos, Minerva Salas, que le buscaran acomodo en el nuevo organigrama de la Junta de Andalucía y hasta hoy, su petición ha sido ignorada.
Lo más llamativo es que se hizo público que el alcalde quería que Salas saliera hacia una Consejería, posiblemente como medida de presión, pero ni por esas. Habrá que ver a quién se le ocurrió trasladar a la opinión pública la ‘operación Minerva’ cuando ni estaba atada ni garantizada su salida. Un error de principiante en política y el alcalde no lo es. Sanz ha puesto en marcha un plan B, ha movido las piezas de su gobierno, resituado con más responsabilidad a su núcleo de confianza y relegado en un segundo círculo a quien no considera que le vaya a ayudar en su gestión.
Tensión con Turismo
Sanz se pasó toda la campaña diciendo que era “el candidato de Juanma en Sevilla” pero no lo fue. Lo colocó Pablo Casado antes de que el PP saltara por los aires y tuvo que trabajar mucho para tener la bendición del presidente de la Junta. Sus relaciones son buenas con algunos consejeros sí y con otros, no. Con el consejero de Turismo, Arturo Bernal, hay una relación fría, por ser prudente en el calificativo. No es el único alcalde de capital andaluza que admite en privado que no es fácil el trato con el consejero Bernal.
Las ciudades más turísticas tienen un problema con el turismo desbordado y, sobre todo, con los pisos turísticos y el decreto aprobado por la Consejería, donde se fijan las reglas para poner coto a estas licencias, da márgenes estrechos de movimiento. ¿Tasa turística? Ni hablar. ¿Quejas por el turismo desbordado? Ojo porque cuestionar el modelo, incluso aunque sea para protegerlo e impedir que muera de éxito, será reprendido desde la Junta por poner en riesgo la principal industria de Andalucía.
“En Sevilla no cabe ni un piso turístico más”, repite como un mantra Sanz. Cuando se le pregunta si tiene Sevilla un problema con los apartamentos turísticos es claro: "Sí". La principal industria de la ciudad, esa que hay que mimar y cuidar porque nos va la vida, y el PIB, en ello, está generando "problemas de convivencia".
Hay diagnóstico pero no tratamiento
Con el diagnóstico no hay dudas pero acto seguido, hasta el momento ha sido imposible poner soluciones. El alcalde quiere recortar de forma drástica las licencias en el casco histórico y en Triana y regular el número en el resto de barrios. La oposición exige una moratoria. Sanz dice que sería ilegal dentro de los márgenes que le pone el decreto de la Junta. En Barcelona se puede pero en Sevilla la legislación autonómica es diferente y Sanz no quiere acabar denunciado como Ada Colau.
Con todo, el alcalde de Sevilla va tejiendo su relato ante los votantes con tres ejes simples. El turismo es bueno pero hay que regularlo. La oposición tiene la culpa, no me deja aprobar limitaciones. La Junta no me permite hacer más. Estos días se ha anunciado que plantea cortar el agua a aquellos pisos turísticos que sean ilegales. Rápidamente han salido a decirle que es una medida efectista, sensacionalista, tomada para salir en los medios de comunicación pero sin base legal. La asesoría jurídica del ayuntamiento asegura que sí cabe dentro de la legislación.
¿Se imaginan un bar o una tienda sin licencia y que pudiera seguir abierta sin que se pudiera tomar ninguna medida? Si la respuesta es no, ¿por qué hay que permitirlo con un piso turístico? Es un negocio como otro cualquiera. No se lo van a poner fácil, la patronal de apartamentos turísticos está de uñas. La izquierda dice que es un señuelo para que ganen los hoteles. La Junta en privado que es “una ocurrencia” y en público que cuidadito con alimentar la turismofobia. Nadie ha salido a aplaudir la medida pero lo mismo hay sevillanos que se lo van a agradecer.
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