Sevilla

Un mes después de las redadas, la vida sigue en las Tres Mil: “La gran mayoría de los vecinos somos víctimas”

El 16 de octubre se desplegó la operación Vulcano, que acabó con miles de plantas de marihuana, aunque según algunos vecinos hay que "implantar medidas radicales en seguridad, educación, sanidad e infraestructuras"

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Jorge Jiménez

Carlos Doncel

Hace justo un mes irrumpió Vulcano en las Tres Mil. Y con la omnipresencia de un dios romano, no quedó esquina en todo el barrio sin agente. Esta intervención, sumada a las dos redadas siguientes, acabaron con cerca de 5.000 plantas de marihuana, 11 detenciones y cinco armas incautadas. "Pero aún queda demasiado trabajo por hacer", señala Ana (nombre ficticio), una de tantas vecinas hartas del ruido, de los problemas y estigmas que causa "una minoría". "Porque por mucho que desmantelaran aquellos días, todavía hay más que desmantelar".

Desde que se ejecutó aquel primer operativo "no ha habido una intensificación de los controles policiales", apuntan desde la Subdelegación del Gobierno en Sevilla. "Existen los mismos que antes, que ya de por sí eran muchos. El Polígono Sur está muy vigilado, aunque se diga lo contrario", afirman estas mismas fuentes oficiales. Y añaden: "A partir de Vulcano lo que sí hay es más actividad de investigación".

"Los primeros días fueron intensos, con mucha presencia policial, y luego ya se marcharon. Esa no es la solución", comenta Plácido Díaz, cura de la iglesia de San Pío X. "Habría que implantar medidas radicales en seguridad, educación, sanidad e infraestructuras, y no inyectar dinero por inyectar", declara este joven párroco. Solo así, "con el compromiso real de todas las administraciones", se conseguiría salvar una generación tras haber perdido ya unas cuantas. Solo así la barriada más pobre de España dejaría de ser además "el trastero de Sevilla".

"Aquí hay gente que se muere lentamente"

"Hay personas mayores condenadas en pisos sin ascensores y familias migrantes que malviven en una habitación. Aguantamos carreras ilegales, fiestas en la calle y clanes deteriorando bloques para poder plantar cannabis. No entran repartidores de comida y de paquetería, ni tenemos oficina de Correos", enumera Rafael García, miembro de la plataforma Nosotros también somos Sevilla. "Y la gran mayoría de los que residimos aquí, gente honrada, obrera y precaria, somos las víctimas de todo esto", resume García.

Quienes viven la realidad diaria de este barrio, aislado entre avenidas, carreteras y vías de tren, aguantan como pueden. "Es muy complicado ir a trabajar después de pasar una noche entera con la música a todo volumen. Son un cúmulo de circunstancias que hartan mucho", reconoce Asunción Morilla, voluntaria en Alborear, una asociación que lleva más de tres décadas centrada en la atención a drogodependientes. "Vivir aquí te consume la salud. Es normal que haya quien, pudiéndolo permitirse, se vaya".

"Conozco el caso de una mujer que, tras fallecer, los hijos quisieron vender su piso de Las Letanías. Una organización del narco los acosaron día tras día hasta que se lo compraron", recuerda el sacerdote Plácido Díaz. "La droga crea conflictos, provoca que los jóvenes cambien los estudios por este negocio, castiga a los que tienen su casa junto a las plantaciones. Con panoramas como este, es comprensible que muchos vecinos se marchen".

Plácido Díaz, párroco de la iglesia San Pío X, situada en el Polígono Sur. / Jorge Jiménez

Además, según Asunción Morilla, "la exclusión social y la marginación se han expandido como el aceite y se encuentran ya en otras zonas más allá de las Tres Mil Viviendas". "Lo del tiroteo es muy grave, pero anecdótico. En el Polígono Sur hay gente que se muere lentamente".

"La degradación no va en la genética"

Son las seis de la tarde de un día entre semana y en el patio de la iglesia de San Pío X esperan varias personas sin techo. Vienen a que el cura y las organizaciones con sede en el barrio les ayuden a arreglar papeles o a superar la adicción. "Intentamos paliar una mínima parte de todos los problemas que existen en este lugar, pero no somos los servicios sociales", subraya Díaz. "La verdad es que estamos desbordados, nosotros solos no podemos atender a una barriada con cerca de 50.000 habitantes".

"Estoy cansado de que se describa la miseria y no se planteen alternativas más allá del puro parcheo. El día después de la primera gran operación, el barrio seguía igual", opina Miguel Ángel Vargas, historiador del arte y residente en el Polígono Sur desde hace varios años. "La degradación no va en la genética, parte del propio abandono político", incide Vargas.

"El metro de Sevilla, por poner un ejemplo, no se diseñó para que parase en este distrito", señala este empleado de la Factoría Cultural. "Al final los recursos de los que disponemos están porque la gente los ha reclamado. En el Polígono Sur se hace evidente que las instituciones públicas no han llegado a tiempo".

Basura acumulada dentro de un contenedor en el Polígono Sur. / JORGE JIMÉNEZ

La gran decepción del comisionado

"Como hay tres administraciones -Ayuntamiento, Junta y Gobierno central-, y cada una tiene una competencia, hace años pedíamos una autoridad única: el Comisionado", rememora Asunción Morilla. Pero pasó el tiempo, y aquella institución que pensaban útil "resultó ser una gran decepción", en palabras de Rafael García. "El movimiento asociativo de nuestro distrito decayó y se descoordinó en buena parte por su culpa", afirma García.

"El comisionado actual no hace nada. Jaime Bretón no aparece ni tiene ganas de luchar, está deseando cambiar de puesto", asegura Plácido Díaz. "Una vez, dentro de esta misma iglesia, me comentó que él se conformaba con que esta zona siguiera como estaba. Que diga eso quien debe velar por sacar adelante esta situación me parece muy fuerte", confiesa este párroco.

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"Aquí los cambios son casi imposibles", admite Rafael García. Aun así, día tras día "cerca de 300 voluntarios realizan las tareas que deberían asumir las instituciones", recalca este vecino. ¿Y por qué seguir ante tantas y tantas dificultades? ¿Por qué no abandonar toda batalla y marcharse a otro lugar? La respuesta es concisa: "Porque es nuestro barrio".

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