La resistencia del comercio sevillano al Black Friday: "Nos comprometen, no podemos permitirnos esas rebajas"

Desde hace unos años, la última semana de noviembre se ha convertido en un dolor de cabeza para el pequeño comercio. Lo que solía ser la campaña previa a las ventas de Navidad, ahora también es la época del Black Friday, donde una buena parte de la sociedad aprovecha el bombardeo continuo de ofertas que se lanzan esos días para hacer sus compras navideñas, algo que las tiendas locales no pueden ofrecer. "Nos comprometen, no podemos permitirnos esas rebajas". Son palabras de Ellavled Alcano, diseñadora de la marca textil Telitas, en una conversación con El Correo de Andalucía.

Esto se debe a la desigualdad en el ámbito de la digitalización y a los descuentos abusivos que imponen las grandes marcas, algo que aparta del mercado al comercio local. "El Black Friday es una estrategia de marketing creada por y para las grandes marcas con generosos márgenes y volumen de ventas en sus productos y nosotros es imposible hacerlo", señala a este periódico Claudia Soler, diseñadora y cofundadora de la tienda de complementos Amaawa.

Un escenario de ofertas permanente

En los últimos 10 años, el escenario del sector comercial ha cambiado drásticamente. Antes había dos épocas de rebajas al año: enero y julio. Estaban reguladas entre sindicatos, asociaciones de consumidores, comerciantes y empresarios. "Era un momento para dar salida al stock acumulado durante una temporada, nos podíamos preparar para ello", ha comentado Rafael Bados, presidente de la Confederación de Comercio de Andalucía, en una conversación con Onda Local de Andalucía. Ahora, el escenario de ofertas es permanente. Las rebajas de invierno terminan en marzo y las de verano se alargan hasta septiembre y cuando llega el mes de noviembre las newsletters de las marcas empiezan a impactar a sus clientes con los descuentos del Viernes Negro.

Ante esta situación, el pequeño comercio no puede competir en el pulso con los gigantes que viven de las ofertas y que, cuando las lanzan, alcanzan hasta el 70% de descuento.

"Esto afecta a un sector vital de la economía de nuestra tierra porque en Andalucía 1 de cada 4 trabajadores forma parte del sector comercial", apunta el presidente de la confederación.

Artesanía para combatir el consumo masivo

En el Pasaje Mallol número 8, en el corazón del barrio de San Julián, hay un corralón de artesanos de diversos gremios. Entre ellos, está la marca Telitas Laboratorio Textil, un taller de ropa con tejidos reciclados y donde también se hacen arreglos.

Detrás de la máquina de coser está Ellavled Alcano, una venezolana afincada en Sevilla que lleva muchos años luchando contra el consumo masivo desde su propio negocio. "Yo no hago Black Friday, creo que es una gran manipulación, y me parece absurdo que la sepamos y caigamos en ella", reflexiona la artesana desde su mesa de trabajo. No es que esté en contra de las rebajas, pero insiste en la diferencia entre esperar a que un precio disminuya para comprar un producto de necesidad a simplemente comprar porque algo está rebajado.

Este "día loco", como lo llama ella, no se vive tanto en el barrio de San Julián, para ella "un pulmón donde se respira artesanía en cada calle" y donde se lucha porque la economía circule en la misma zona consumiendo productos de proximidad.

Honestidad en los precios y poco margen

En pleno corazón del casco antiguo, en la calle que recién se ha colado en el eje comercial de la milla de oro, la calle San Eloy, se encuentra en el número 21 la tienda Amaawa. Una tienda de complementos de mujer con una firma propia de medallas de vírgenes y santos, conocida especialmente por su capilla. "Nuestros precios son honestos todo el año, por lo que no tendría sentido para nosotras hacer rebajas del 40%", señala Claudia Soler, cofundadora y artesana de la marca. En la misma casa blanca donde está el comercio también tienen un taller desde donde se llevan a cabo collares, pendientes y su propia firma de medallas liderada por Claudia Coll. "En nuestro caso, el margen es tan ajustado que perderíamos dinero si tuviéramos que poner esos descuentos", reconoce la diseñadora.

A escasos metros del Ayuntamiento, en la calle Méndez Núñez, está desde hace tres años la tienda Ana Salas. Es una artesana de la porcelana y la cerámica que lleva a cabo todo tipo de complementos para vestir y para el hogar. "En mi caso no hago ni rebajas, porque creo que el cliente puede venir todo el año y siempre se va a encontrar con los mismos precios", reconoce Ana Salas.

Sobre cómo le afecta el bombardeo continuo de ofertas de las grandes marcas Salas responde con mucho conocimiento de causa: "Como consecuencia, el pequeño comercio no puede competir ni estar en las grandes calles comerciales porque el alquiler sube mucho".

La ley que protege al libro

El sector del libro es uno de los más blindados a la hora de enfrentarse a las ofertas. Tanto es así, que desde 2007 en España se aplica la Ley del Libro, que limita al 5% los descuentos en las librerías. El único momento en que se pueden encontrar libros con una rebaja del 10% es en las ferias del libro.

En pleno barrio de Los Remedios, en la calle Asunción, se encuentra la Librería Palas, que hoy es la segunda más antigua de la ciudad. "Esta ley nos protege, sin ella creo que las librerías pequeñas no podrían sobrevivir, algo que está sucediendo en Estados Unidos y en Inglaterra, donde la red de librerías independientes está desapareciendo", destaca Sonia Domínguez, librera.

"Cuando alguien compra un libro está pagando un 10% al autor, un 30% a la editorial, un 30% a la distribuidora y un 30% a la librería, entonces, si tuviéramos que hacer un descuento salvaje del 25% no ganaríamos nada", insiste Domínguez.

El pequeño comercio, otro ritmo de vida

"A nosotros no nos interesa ese mundo con tanta competencia por vender, no tenemos una época de rebajas definida, aquí la gente viene a disfrutar, es un espacio de encuentro donde todo se vive de una manera más calmada". Son las palabras de Pablo de la Oliva, encargado de la papelería Más Papeles. Esta tienda ubicada en una ya reformada calle Zaragoza, lleva abierta al público desde 1984, cuando María de la Oliva decidió emprender un negocio alrededor del mundo de la papelería artesanal. "No es que estemos en contra de este fenómeno, pero no lo sentimos como una necesidad", se reafirma Pablo, haciendo énfasis en que el consumo masivo no representa a su idea de negocio. En esta papelería donde la calidad prima en todos sus productos, los grandes descuentos son incompatibles, pues en ocasiones solo tienen una o dos piezas de stock por producto.

Ante este escenario, mientras Sevilla se engalana para recibir una de las épocas más ajetreadas del año y las tiendas se preparan para recibir a un séquito de vecinos y visitantes en busca de regalos para Navidad, los comercios locales siguen luchando -aunque en desventaja- contra el consumo masivo. Y aunque la situación es compleja, siguen abriendo las persianas de sus locales con ilusión para transmitirle al cliente la importancia del consumo consciente y de calidad.