Hoy se conmemora la onomástica del santo más popular de los últimos tiempos, San Pío de Pietrelcina (1887-1968). Conocido como el fraile de los estigmas, Padre Pío fue un sencillo y humilde sacerdote capuchino portador de otros muchos dones místicos como las sanaciones milagrosas, las visiones, el olor de santidad, el éxtasis, las bilocaciones o la clarividencia. San Juan Pablo II lo canonizó en el año 2002, en un multitudinario acto religioso. Los padres capuchinos de Sevilla llevan a cabo su celebración litúrgica, como memoria obligatoria, junto toda la Iglesia. Debido al COVID-19, este año no darán a venerar a los fieles las reliquias que atesoran del santo, tanto en la Capilla de San José como en el Convento de los Capuchinos.
El 23 de septiembre de 1968 fallecía en el convento capuchino de San Giovanni Rotondo (provincia de Foggia) un sacerdote que durante cinco décadas llevó los estigmas de Cristo para redimir las almas pecadoras. Un verdadero santo, muy querido entre sus devotos y seguidores e incluso entre los no creyentes. Llamó la atención durante su vida terrenal por tener todas las gracias sobrenaturales, una concentración de carismas única en la historia de la Iglesia.
Hay que destacar la impresionante cantidad de milagros que realizó en vida y que se han visto multiplicados después de su muerte. Tal y como señala Laureano Benítez Grande-Caballero en su libro El Padre Pío. Mensajes del santo de los estigmas, si este santo “goza hoy de una popularidad tan portentosa es de debido a que los maravillosos dones que Dios le concedió los sigue derramando a manos llenas hoy día a todo aquel que le invoca con fe, y en cantidad incluso mayor que cuando vivía entre nosotros".
En Sevilla los hermanos capuchinos celebran anualmente la festividad del Padre Pío y exponen a los devotos y el público en general sus reliquias, consistentes en algunas de las telas que envolvían las heridas provocadas por los estigmas del santo. Sin embargo, este año no se darán a venerar estos objetos para el culto debido al COVID-19, aunque sí se celebrarán misas en su honor.
Eduardo Rodríguez Márquez, OFM capuchino y guardián de la orden religiosa en Sevilla indica que “nosotros celebramos su festividad junto a toda la Iglesia, es memoria obligatoria. Al haber sido hermano capuchino, disponemos de reliquias de San Pío de Pietrelcina. Son las telas que llevaba alrededor del costado y que tapaban las heridas de los estigmas. Estas llagas de Cristo las tuvo durante 50 años y nunca tuvo una infección”. Los estigmas sangrantes los tenía en las manos, los pies y el costado al igual que Jesucristo. Es poco conocido que también se manifestó otra llaga en el hombro derecho, justo donde el Señor llevó la cruz camino del Calvario; era la más dolorosa al reflejar en el cuerpo el peso de una cruz donde están todos los pecados del mundo.
Se puede afirmar que el Padre Pío es el santo más multitudinario de la cristiandad y el padre Eduardo Rodríguez nos comenta que “es archiconocido y el santo más popular. Todos sus fenómenos místicos, que están testificados, como la bilocación, las curaciones milagrosas, el olor de santidad que emanaban de sus estigmas, etcétera, lo convierten en un santo muy especial. Por decirlo de forma coloquial, le ha echado la pata a San Antonio”. Tanto es así que el Juan Pablo II lo canonizó, ya que le tenía una gran devoción -Padre Pío le profetizó que sería elegido Papa- y era consciente de su santidad, elevándolo a los altares el 16 de junio de 2002.
Padre Pío pertenecía a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y es por ello que el sacerdote Eduardo Rodríguez Márquez explica a El Correo de Andalucía que “para nosotros San Pío de Pietrelcina tiene un significado especial. Considero que su enseñanza más destacada es la confianza que tenía en la oración. El Padre Pío fue un regalo para la Iglesia y es un camino de conversión. Destaca su labor de reconciliación. Para ser persona hay que estar reconciliado y ello es un convencimiento. El Padre Pío es un maestro del encuentro del Señor a través de la reconciliación”.
Este popular santo fue durante un fraile humilde que dedicó su vida a decir Misa y a confesar (la gente hacía colas y colas para recibir la confesión del padre capuchino), que no escribió libros, ni fundó ninguna congregación. Un auténtico religioso cuya vocación fue sufrir por la salvación de las almas. Pese a ello, aceptó con resignación la persecución de la jerarquía de la Iglesia en dos etapas de su vida, de 1923 a 1933 y de 1960 a 1964. Aclara el capuchino Eduardo Rodríguez que “fue el padre Gemelli quien inició la difamación. La Pontificia Universidad Gregoriana, a través de sus publicaciones, sí lo defendió. Posteriormente, la Iglesia rectificó, afirmando que los estigmas del Padre Pío no eran falsos, sino sobrenaturales”.
En opinión de Laureano Benítez, el hecho de que algunas autoridades de la Iglesia no creyeran en sus milagros y sus dones místicos, tachándolo de charlatán e impostor, “fue el instrumento del que Dios se valió para sacar a la luz otros dones extraordinarios del estigmatizado: la total obediencia a sus superiores, su perfecta humildad y su increíble paciencia. Con esta experiencia de ser un ‘varón de dolores’ el Padre Pío elaboró una mística de la Cruz, que constituye el centro de su espiritualidad y su magisterio”.
Uno de los milagros más famosos que hizo en vida fue el de Gemma di Giorgio, un niña ciega, que no podía ver porque sus ojos carecían de pupilas. Su abuela la llevó al convento de San Giovanni, para que se confesara con el santo, ya que estaba cerca su Primera Comunión. Al salir del confesionario comenzó a ver ante el estupor de los presentes, su caso dio la vuelta al mundo. Muchos de los milagros del Padre Pío se debieron a la intervención de su Ángel Custodio, asegura Laureano Benítez, cuya devoción aconsejaba con mucho énfasis y en sus cartas se refiere diciendo: “Invoca a tu Ángel de la Guarda, que te iluminará y te conducirá por el camino verdadero de Dios. Es Dios el que te lo ha puesto, cercano está de ti; por tanto, debes valerte de él”.
En España cada vez hay más grupos de oración que devocionan al santo. En Sevilla es el padre Manuel Orta el que coordina estos grupos y los padres capuchinos de la capillita de San José y del convento de la Avenida de los Capuchinos también tienen entre sus devociones más importantes a San Pío de Pietrelcina. “Además del Padre Pío, los tres amores de los capuchinos son la Divina Pastora, fray Leopoldo de Alpandeire y el beato Diego José de Cádiz; son para nosotros la Trinidad de Andalucía”, apunta el sacerdote Eduardo Rodríguez.
Además en Sevilla hay una barriada dedicada al Padre Pío, creada en los años 60 del pasado siglo, pero desgraciadamente muy abandonada por las autoridades municipales. Según nos detalla el guardián capuchino Rodríguez Márquez, “es un caso único que le dedicaran en vida del Padre Pío un barrio. Tengo entendido que uno de los contratistas o arquitectos que promovieron y construyeron estas viviendas frecuentaba el Convento de los Capuchinos, ya que era devoto del santo. Este señor en cuestión propuso el nombre al Ayuntamiento y le dieron el visto bueno”.
En sus 50 años como sacerdote en el Convento de San Giovanni Rotondo se calcula que más de 2 millones de personas tuvieron contacto personal con él. Es el tercer santuario más visitado del mundo católico -tras el Vaticano y Guadalupe en México- con unos 8 millones de fieles y peregrinos.
El Padre Pío, cuyo nombre de pila era Francesco Forgione, nació el 25 de mayo de 1887 en la localidad italiana de Pietrelcina, perteneciendo a una humilde familia. Desde pequeño sintió la llamada de Dios, entró como clérigo de la orden capuchina el 6 de enero de 1903 y el 10 de agosto de 1910 fue ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento. Desde septiembre de 1911 empezaron a aparecer en sus manos los primeros estigmas no permanentes, repitiéndose cada semana hasta el 20 de septiembre de 1918 que surgieron las llagas definitivas de Cristo en sus manos, costado y pies. El 28 de julio de 1916 llegó por primera vez al Convento de San Giovanni Rotondo donde permaneció hasta su muerte a los 81 años.
Una de sus oraciones más conocidas es: “Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración”.