Crónicas dominicales

¿Aguantaremos la sacudida de la izquierda?

La izquierda que gobierna España está actuando según sus intereses, como todos los gobiernos. Nos ha llenado de estupidez y de retos importantes. Han surgido resistencias, ¿sabremos distinguir los miedos, propios de la edad, del avance histórico?

17 oct 2021 / 04:52 h - Actualizado: 16 oct 2021 / 12:55 h.
"Crónicas dominicales"
  • Pedro Sánchez junto a los expresidentes del Gobierno , Jose Luis Rodriguez Zapatero y Felipe Gonzalez. EFE/ Biel Aliño
    Pedro Sánchez junto a los expresidentes del Gobierno , Jose Luis Rodriguez Zapatero y Felipe Gonzalez. EFE/ Biel Aliño

El desafío que conlleva escribir sin obedecer a nadie salvo a tu razón y tu conciencia acarrea la obligación de evitar en lo posible que las emociones inútiles estropeen el texto. España se encuentra en estos momentos en un momento crucial, habitamos en el centro de una dinámica histórica clave para nuestro futuro, no sé si nos percatamos del todo de ello.

Esto es lo que hay

Aquí gobierna la izquierda, la izquierda que tenemos es ésta: una socialdemocracia subida al carro del que se había bajado en el siglo XIX y, más en concreto en la España de hoy, desde el congreso de Suresnes y desde que Felipe González renunció al marxismo y se dedicó a ser un hombre de Estado que actuaba y actúa con pragmatismo dentro de su contexto geopolítico. Aquella frase histórica que González pronunció en los inicios de los años 80 lo dice todo: «Prefiero morir apuñalado en el metro de Nueva York que de aburrimiento en las seguras calles de Moscú».

Pedro Sánchez hubo de luchar contra el felipismo que lo quiso crucificar a través de medios como El País y de personas como Susana Díaz, y decidió arrimarse al final a esa izquierda ilusionada pero confundida y demasiado inexperta representada por Podemos. Para rematar su venganza personal contra los antiguos barones de su partido, se fue con ERC y con Bildu, dos formaciones de la izquierda separatista, la primara procedente de la pequeña burguesía catalana con un converso al frente -Rufián- y la segunda heredera del brazo político de ETA, de tendencia marxista-leninista, por tanto.

Esto es lo que tenemos, un aliño de izquierdas con el que bastantes personas de izquierda no están de acuerdo. Pero es lo que hay, una nueva generación de españoles -aunque muchos no se consideren así- que nos ha colocado un reto histórico ante nuestros ojos. ¿Qué hacer en un país que ha estado atado por la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía? ¿Por la España del “que inventen ellos”? ¿Por la España de la Andalucía negra y el valle de lágrimas esclavizante?

El reto en su contexto

El reto lo tenemos delante. Se divide en varios sub-retos a los que hay que hacerles frente. Proceden unos del clásico espíritu de la izquierda y otros de estos tiempos de posmodernidad. Entonces está surgiendo la resistencia a los cambios que acompañan en la Historia a todo instante donde alguien aprieta para sacarnos de nuestra zona de confort y de aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Miren, España se está convirtiendo en un país de viejos -pronto engrosaré sus filas- pero no es país para viejos, en realidad, el mundo no es para los viejos y me refiero para los viejos de mente que los hay en todas las edades. Más que nunca, este es el mundo del “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”. Y llevamos siglos dormidos, al menos desde 1898, cuando un Estados Unidos ya metido en la revolución industrial nos expulsó de Cuba enfrentando su tecnología a una armada vieja pero prepotente. Ya estábamos corruptos como país hasta el punto de que nos reímos de Isaac Peral y de su submarino.

Ahí estuvo la Generación del 98 alzando la voz, pero el miedo a la libertad nos trajo a Franco como en el siglo XIX nos había traído a otros militares reaccionarios, la España del XIX es una lucha continua por la modernidad o por el conservadurismo. Ganó el segundo, tiene sus ventajas, desde luego, Franco creó la clase media con la que Juan Carlos I levantó eso a lo que llamamos democracia que cambió todo para que nada cambiara sustancialmente. Esta idea se recoge en el libro que sobre el exrey fugado ha publicado en Francia la periodista Laurence Debray bajo el título Mon roi déchu (Mi rey caído). De inmediato, la prensa inquisidora de izquierdas (hay otra de derechas) se ha rasgado las vestiduras ante estas palabras del rey que son sencillamente un hecho histórico, ¿o es que la España del 600, los planes de desarrollo y el turismo la levantó Adolfo Suárez? Ni todo lo que hizo Franco es negativo ni todo lo que hicieron los bolcheviques lo es, afirmar eso es escribir con el hígado, no con la cabeza.

Lo que el mundo exige es a la vez más cruel y más propio de la naturaleza humana: olvidarse de ideales caballerescos y de la justicia e incluso de la democracia y encauzarlo todo por medio de la tecnología y de una apariencia de libertad. Es algo que se lleva pergeñando desde hace décadas, nos encaminamos hacia un unipolarismo multipolar, esto es, un nuevo equilibrio del terror donde varias potencias se vigilarán estrechamente hasta que lleguen a un acuerdo de gobierno mundial bajo el mercado preñado de Inteligencia Artificial (IA), si es que llegan. La resistencia humana de una minoría -la minoría es la que mueve la Historia- se vencerá, en principio, a través de la adicción del humano a las “máquinas” y mediante el lavado de cerebro en lo que se refiere a memoria histórica universal. Todo ello es ya bien visible. Arrebátale a una persona su formación en Historia y Humanidades en general y podrás hacer con ella lo que desees.

Los retos

Curiosamente, la izquierda española y de otros países, a este aspecto -que es lo sustancial- apenas le hace caso. Pertenece al terreno de lo complejo y ahí nadie quiere entrar a fondo. No obstante, es el emperador de los cambios. La falta de preparación de la izquierda actual y su deseo de protagonismo y ganancia ideológica inmediata la lleva a centrarse en situarnos delante otros retos también interesantes y que sin duda se consolidarán en el futuro a menos que surja de nuevo un miedo al cambio atroz que lleva al fascismo al poder. Y aun con el fascismo veríamos hasta qué punto se detendría la dinámica porque el fascismo no deja de ser capitalismo con otra cara.

Señalaré algunos de los retos que hemos de afrontar con valentía, los retos que, dentro de un siglo o menos, se dirá, cuando ya estén bastante implantados, que empezaron ahora, cuando estamos viviendo:

Los derechos de la mujer y de los homosexuales. No necesitamos que nos lo digan unas feministas apasionadas y ciegas a veces de rencor o una fiesta del orgullo gay. Mujer y hombre poseen los mismos derechos, nadie puede ser discriminado por su condición, lo recoge la constitución de 1978. Punto. Lo demás sobra, sobran privilegios especiales y sobran que nos quieran adoctrinar ahora usando la ley del péndulo. A cada uno -artículo neutro- según su capacidad y su trabajo. Tampoco hacen falta lenguajes inclusivos sino hechos. «No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones» (Deng Xiaoping-Felipe González).

Los derechos de los animales. En gran medida es un prejuicio cultural humano pero no está mal, hay que poner en práctica la empatía con esos seres vivos, sobre todo con los que nos han acompañado desde hace milenios y nos han ayudado a sobrevivir. A los más mayores a veces nos parece una idiotez, no es así, es un avance, aunque nos fastidie que cambien los tiempos.

El aborto. ¿Quién defiende al nasciturus? La persona que lo lleva dentro y la que ha contribuido a engendrarlo. El Estado y los empresarios. Pero el Estado -que somos todos- y los empresarios están ahí para que cuando nazca tenga un horizonte de vida digna, no para que las personas que lo han engendrado decidan matarlo utilizando su libertad individual. Deben existir leyes de legalización del aborto, lo que no deberían existir son los abortos.

La eutanasia y el suicidio. Son derechos del individuo como tal. Incluso actos de valentía. Esto es difícil de aceptar por la mayoría de las personas, a mí me afecta muchísimo, pero es lo que habrá en el futuro. La obligación de la comunidad es que nadie piense en quitarse de en medio y que la eutanasia sea superada por la amortalidad que permita elegir la muerte. La eutanasia, bien razonada, es un acto de valor social e individual.

Las viviendas. No es un país católico ni democrático aquel en el que unas pocas personas posen varias viviendas vacías y otras muchas ninguna. ¿Quiere este hecho decir que las primeras son superiores y trabajadoras y las segundas inferiores y vagas? Entonces, si creemos que es así, elevémoslo a categoría de ley, como las castas en la India. Pero no coloquemos una vela a Dios y otra al Diablo. O bien dejemos a la izquierda que haga su papel, quienes deseen que lo critiquen y que voten en las elecciones un cambio de gobierno. Pero no me hablen después de Cristo y la Virgen ni me los saquen a pasear por las calles utilizándolos de escudo. Para ir a votar hay que salir de una vivienda digna.

Gasto público y la UE. ¿Cómo es posible que los mismos que siempre tienen a EEUU en la boca como modelo a seguir no hagan más que criticar el gasto público de la izquierda en España? EEUU no sólo es el país más endeudado del mundo al que se podría llevar a la quiebra si quisiéramos, sino que sus presidentes estimulan el endeudamiento. ¿Y cómo es posible que hayamos permitido las humillaciones de la UE? Quiero pensar que cuando la izquierda habla de un país 2030 y 2050 sea cierto y esté a la altura de los más grandes, si bien soy muy escéptico, porque:

La cuestión hispana. Debe enfrentarse al problema de España que son sus separatismos, Lo que vemos ahora es sólo el aperitivo del plato fuerte, el que puede salvarnos o destruirnos. No hay que tener miedo a formar una confederación de estados hispanos, siento nostalgia por esa Historia de tan alto rigor que estudié en la universidad, creo que la están destrozando, pero la Historia es un proceso largo y lento en este aspecto que incluye también a quienes la distorsionan y terminan por debilitar a un país robándole las ilusiones.

La estupidez. Es el reto más llamativo que nos ha colocado esta izquierda. Afirma Cipolla en su opúsculo sobre la estupidez que el estúpido es el que hace algo sabiendo que no sólo no le va a traer ninguna ventaja, sino que le va a perjudicar. En ese sentido estoy de acuerdo con el comunicador Carlos Herrera cuando afirma que en España ya no cabe un tonto más. Pero hay que hacerles frente, con la democracia, a esos estúpidos para colocarlos en su lugar correspondiente. Sólo un estúpido tira piedras contra su propio tejado; como cantaba Carlos Puebla y Los Tradicionales en la revolución cubana: “Nuestro vino de plátano, nuestro vino, y si sale agrio es nuestro vino”.