Amate recupera poco a poco la normalidad, a pesar de El Prenda

Los vecinos se quejan de que la «excesiva» presencia de la prensa ha perturbado la «tranquilidad» del barrio. Otros tratan de quitar hierro al asunto

Manuel Pérez manpercor2 /
25 jun 2018 / 20:17 h - Actualizado: 25 jun 2018 / 23:22 h.
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  • José Ángel Prenda (d) sale de su casa para dirigirse a los Juzgados. / Manuel Gómez
    José Ángel Prenda (d) sale de su casa para dirigirse a los Juzgados. / Manuel Gómez

El barrio de Amate vive una calma tensa. Desde hace unos días, varias cámaras de televisión se han apostado frente a la casa de uno de sus vecinos. Pero no es un vecino cualquiera. Se trata de José Ángel Prenda. Tiene 28 años de edad y sobre él pesa una condena de nueve años de cárcel por un delito de abuso sexual, aunque aún no la está cumpliendo debido a que la sentencia todavía no es firme.

Llegó a Amate, al barrio que lo vio nacer, el pasado sábado de madrugada tras cumplir dos años de prisión preventiva. Muchos vecinos celebraron su vuelta. «Es inocente, es un niño bueno y me alegro de tenerlo otra vez aquí», dijo Francisco, un vecino muy cercano a Prenda.

Era lunes. El tiempo estaba nublado y por las inhóspitas calles de Amate corría una agradable brisa. En una de las plazas, varios periodistas se agolpaban ante la casa de Prenda. «Qué pesados, todos los días aquí... ¡Qué pesados!», recriminó una mujer a estos periodistas que, al fin y al cabo, solo hacen su trabajo.

La casa contigua a la del líder de La Manada tuvo sus puertas abiertas de par en par. La habitan familiares de Prenda, quienes no quitan ojo a los movimientos de la prensa. La casa del condenado se abría de vez en cuando. Hasta ella llegaban, a cuentagotas, amigos de Prenda. Con el rabillo del ojo miraban a las cámaras mientras abrían la puerta de la vivienda de su amigo, que estuvo encajada toda la mañana.

«Lo que tienen que hacer es dejarse de tanta fiesta y respetar a las mujeres», recriminaba Amparo, quien confesó sentir miedo por la presencia de Prenda en el barrio. «Aquí hay gente muy buena, pero solo sale lo malo», remachaba la señora mientras se asía con fuerza a un carro de la compra de tela verde fosforito.

Hasta ahora, Prenda no se ha escondido. Desde su llegada a Sevilla ha frecuentado bares de copas y discotecas. Sin ir más lejos, el mismo sábado salió de fiesta con sus amigos. Está todo estudiado y su abogado, Agustín Martínez Becerra, le ha dado una consigna: actuar con normalidad. Prenda sabe que tendrá detrás de él a una cámara de televisión con cualquier movimiento que haga. «Ahora mismo es un héroe en su mundillo», afirmaba Rafael, otro de sus vecinos. «No aspira a nada más y la televisión le sube el ego», reconocía.

No resulta descabellada esa afirmación, pues Prenda ya actúa como un animal televisivo. «Voy a hacer como la Pantoja...», decía a su llegada a la casa tras pasar por el Juzgado de guardia de Sevilla mientras se llevaba el teléfono a la oreja para evitar a la prensa. «Estoy hablando por teléfono... Quillo, ¿quieres que diga tu nombre en directo o qué?», decía Prenda jactándose de ello con una pícara sonrisa.

Mientras tanto, Amate quiere olvidar este episodio. Quiere recuperar la normalidad y la tranquilidad. Los niños, ya de vacaciones, toman la calle para jugar al fútbol con dos piedras como portería, pero el dedo acusador sigue levantándose: «Ahí vive el Prenda, el de La Manada», decía una mujer a su hija.