Años de esfuerzo para alcanzar la meta

En un mercado laboral precario como el actual, el funcionario es el rey, pero el recorrido para llegar hasta ahí no ha sido fácil en ningún caso. Un privilegio, sí, pero ganado a pulso

30 ene 2017 / 07:00 h - Actualizado: 30 ene 2017 / 07:00 h.
"Educación","Empleo público","Opositar, una opción de vida"
  • Alumnos de un instituto de Tomares a comienzos de este curso. / Pepo Herrera
    Alumnos de un instituto de Tomares a comienzos de este curso. / Pepo Herrera

Licenciados en Derecho, Arquitectura, Historia del Arte o Periodismo, o con solo la EGB, algunos de ellos nunca pensó que acabaría trabajando para las administraciones públicas. Pero un buen día, hartos de buscar una salida laboral en condiciones optaron por encerrarse en casa, coger los amplios y aburridos temarios, y buscar una salida laboral que hoy les permite vivir tranquilos y conocer los años de crisis –pese a las congelaciones y a alguna paga cobrada con retraso–, solo por los familiares y amigos cercanos que la sufren.

Todas las personas que muestran aquí su testimonio hoy tienen un empleo fijo –salvo el último, que anda en ello preparándose para ser bombero–. Con origen y recorrido distinto, tienen en común el esfuerzo, la dedicación y el encierro con los codos sobre la mesa durante años. Ahora ven el futuro con tranquilidad... pero se lo han ganado.

Carmen Jesús Esteban

«No considero que sea un privilegio. Sacrifiqué mucho»

Carmen estudió Derecho y su primera intención no fue estudiar unas oposiciones, «pero por la época intenté trabajar en un bufete, pero era muy cerrado, y las entrevistas que me salían era de comercial. Además no me gustó mucho ejercer. Y empecé primer grado de Justicia... y tardé». De lo que se arrepiente ahora: «Debí prepararme antes, cuando terminé la carrera, que había menos competencia».

Finalmente en 1998 se examinó por primera vez, y no sacó la plaza, aunque aprobó los dos primeros exámenes, pero estaba trabajando. «En 2002 había más gente y a pesar de llevar dos años estudiando de nuevo me quedé en el tercer examen (informática), y ya en 2005 aprobé los tres», explica. Hoy, tras aprobar un nuevo examen de promoción interna en 2010 tiene su plaza de administrativo en la delegación de Consumo del Ayuntamiento de Sevilla. «Y podría ascender por promoción interna otra vez, pero no estoy muy motivada», señala.

A Carmen no le gusta que se considere un privilegio tener una plaza fija hoy en día, «he sacrificado mucho. Estoy más tranquila, pero también me lo he currado. Fue un trabajo enorme conseguir esto, una dedicación muy grande, y hoy es mucho peor», afirma, por la gran cantidad de personas que se presentan para las pocas plazas que salen.

Javier Martínez

«Cuando aprobé mis amigos ganaban más»

Este gaditano, licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, jamás pensó que acabaría como funcionario en el cuerpo general de auxiliares de la Administración General del Estado. «Estuve trabajando en una galería de arte y empecé a estudiar para sacar alguna plaza de Conservación de Museos de la Junta, pero como hay una parte común muy fea de Procedimiento Administrativo iba a las oposiciones de ayuntamientos, Diputación, de la Junta y del Estado, y aprobé por casualidad el primer examen de estas y me preparé para el segundo». Concluyó la carrera en 2003, empezó a estudiar en 2006 y tres años después las aprobó. «Iba a un preparador que me ayudó muchísimo, te enseña a estudiar para preparar un tipo de examen concreto, tipo test, en el que se trata de que no caigas en la trampa en el poco tiempo que tienes para contestar», explica.

Cuando aprobó, por su nota, «solo pude coger fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en Cataluña, para trabajar en las oficinas de la Policía Nacional. Estuve siete meses en Girona, pero como Rubalcaba se presentaba por Cádiz se abrieron bastantes oficinas en la provincia y llegué a Chiclana –su localidad natal–, donde estuve año y medio, y luego me dieron plaza en Puerto Real, y ya logré el concurso de traslado a Sevilla donde hoy tengo mi destino definitivo».

Javier no descarta volver a estudiar unas oposiciones para promocionar, «pero hacer la de Conservación de Museos es muy complicado, tienes que hacerlo por libre y salen muy pocas plazas». Hoy recuerda que «cuando aprobé, mis amigos de Chiclana eran albañiles, estaban encantados y ganaban más, pero ellos sufrieron la crisis. Cuando lo aprobé no era un privilegiado, pero ahora sí».

Otra de las ventajas que encuentra es que «te permite cumplir con tus obligaciones sin hacer caso a un jefe. Puedes prestar bien un servicio público sabiendo cómo hay que hacerlo. Un servicio público de calidad si eres como hay que ser», concluye.

Marta Sánchez

«Viendo como está el periodismo me siento afortunada»

Marta acabó la carrera de Periodismo en 1997 y estuvo trabajando como periodista durante tres años antes de decidir ponerse a estudiar para ser profesora de Lengua y Literatura de Secundaria. «Trabajaba en el gabinete de prensa de un organismo público, con contratos de seis meses, sin horas y sin una seguridad, y me puse a estudiar por tener un trabajo en condiciones y por la estabilidad que ofrecía», afirma.

Así, empezó a estudiar a comienzos de año para una convocatoria que tendría lugar en junio «y solo aprobé el primer examen. La parte teórica era fácil, pero la práctica, al no ser de la rama de Filología, era dura». Ese tiempo estuvo en una academia, pero lo dejó cuando no aprobó, y siguió estudiando. De nuevo, dos años después las convocaban y «me preparé sin ningún tipo de academia, y aprobé. Me beneficié de que cambió la oposición y el comentario de texto era más fácil para la gente de Periodismo», destaca.

Y ahí comenzó un largo recorrido hasta hoy: «primero estuve dos años de práctica –provisional– en Dos Hermanas, y al tercer año pedías destino, obligado, y me dieron Nerva (Huelva), como primer destino definitivo, y no podías pedir traslado hasta el segundo año, pero estuve tres y me volvieron a dar Dos Hermanas», donde sigue, y «solo aspiro a tener plaza en un centro más cercano a mi casa, en Sevilla».

Marta reconoce que «al principio me sentía mal, porque no era mi vocación, pero viendo la situación del periodismo me siento afortunada». Eso sí, no lo tiene fácil: «El trabajo de profesor cada vez es más complicado, pero a nivel de puesto de trabajo tienes todos los derechos».

Aitor Moreno

«Siempre he tenido claro que quería ser funcionario»

Estudió Arquitectura Técnica «pero siempre he tenido claro que quería ser funcionario, y a la oposición que había me presenté», Justicia, indica Aitor, quien explica que «en Arquitectura Técnica las plazas que se sacan por oposición son muy pocas. Me presenté a alguna en ayuntamientos, donde salía una sola plaza, y después de intentarlo varias veces lo di por imposible. En Justicia tengo un familiar funcionario y me animé».

Y aprobó a la segunda «en 2012, tras llevar dos años estudiando». En el caso de Justicia «te examinas por una comunidad autónoma. Yo me presenté en Madrid y allí estuve dos años, y entonces puedes concursar a nivel nacional. Me fui primero a Canarias y ahora estoy en Utrera, y tengo que estar dos años para pedir otro traslado. Mi objetivo es llegar a Granada –de donde es–, pero el concurso funciona por antigüedad y siempre lo piden gente que lleva muchos años».

Hoy es tramitador en los juzgados de Utrera. «Por mi titulación solo puedo aspirar a gestión, una categoría superior, pero estoy matriculado en Derecho en la UNED para poder ir hasta secretario». «Estuve dos años encerrado estudiando para conseguir esto mientras otra gente estaba divirtiéndose. Me lo he currado», concluye.

Luisa Sierra

«No gano mucho pero tengo calidad de vida»

Los auxiliares administrativos del SAS puede que sean los que menos ganen o uno de ellos entre todas las administraciones públicas. Pero fue ahí donde, tras ver un anuncio en el tablón de una oficina del INEM entró a trabajar en 1996 Luisa. «Yo había estudiado hasta selectividad e hice FP Informática, y en el anuncio pedían una persona con manejo de informática, y en 1996 no había tanta gente, además pedían unos programas de los que yo había hecho un curso de 700 horas, y como no tenía nada estable me presenté», explica.

Al aprobar la plaza tuvo la oportunidad de entrar en el SAS. Allí le hicieron dos contratos de seis meses y posteriormente pasó a ser interina casi seis años. «Empecé a preparar las oposiciones aunque no acababan de salir y dudaba si empezar la carrera –Dirección y Administración de Empresas–. Empecé y cuando estaba en segundo sacaron las oposiciones y tuve que dejar varias asignaturas mientras me preparaba con un profesor por las tardes». Fue duro, pero lo logró: «Las saqué con la máxima nota, para poder entrar, porque otra gente tenía más puntos al llevar tanto tiempo sin convocarlas», destaca.

Acabó su licenciatura y podría optar a plazas superiores –de los grupos A o B–, «pero salen pocas plazas y con una niña pequeña tengo poco tiempo, pero espero en un futuro prepararme y avanzar, y sigo pendiente cuando salen plazas nuevas, pero hace falta constancia en el estudio y ahora mismo me resulta muy difícil», señala Luisa, quien cuenta la mejora que ha supuesto en su día a día, el tener su plaza: «Para mí es un privilegio. Yo soy mileurista, no gano mucho, a pesar de tener varios trienios, pero me permite vivir y tener calidad de vida. Valoro mucho tener las tardes libres y disfrutar de mi hija».

Gerardo Hernández

«Desde que entré en el Ayuntamiento me tocó la lotería»

Gerardo estudió hasta la EGB y trabajó como carpintero, pero hoy, a sus 53 años, está tranquilo, tiene plaza de personal laboral fijo en el Ayuntamiento de Sevilla y se siente un privilegiado: «Para mí, desde que entré en el Ayuntamiento me tocó la lotería», afirma, pero el camino ha sido lento y difícil.

«Trabajaba como carpintero, donde se cobraba poco y mal, siempre te debían dinero, y por mediación de un primo mío que sacó las oposiciones en 1993 me trajo la solicitud y la eché». Como para ser peón le pedían cosas de oficios «iba preguntando en las ferreterías por las herramientas, cada uno se buscaba la vida para prepararse el examen», se presentó y aprobó pero con una nota baja, por lo que no obtuvo plaza, pero sí entró en una bolsa, «y continué en la carpintería», señala.

En esas estaba cuando «me llamaron un día para hacerme un contrato de seis meses en 1995 y como el trabajo en la carpintería iba mal aproveché ese contrato de peón en mantenimiento de colegios, me dejaron un mes parado y me hicieron otro de cuatro meses, y otra vez parado», relata Gerardo, poco antes de que llegara su primer gran momento: «Me volvieron a llamar, pero con la suerte de que me dieron una comisión de servicio para suplir un vacío dejado por un trabajador de parques y jardines, y ahí estuve tres años».

Ya en las oposiciones de 1998 –un año antes en el BOE– «me preparé y conseguí mi plaza con buena nota más los puntos que tenía –trabajaba en el vivero Miraflores–», explica. Su plaza es de peón en mantenimiento de colegios, pero solo estuvo unos seis meses en ese puesto. «Fui a hablar con plantilla por si podía cambiar el horario por motivos familiares y salió una plaza en Cultura, con el tiempo salió en concurso de traslado y cogí la plaza fija, y temporalmente estoy en el teatro Alameda».

Durante este tiempo, por promoción interna ha sacado plaza de ayudante de carpintería y la de oficial primera de carpintero, pero las tiene en excedencia y continúa como peón. «Todo el que esté ahora mismo en un empleo público es un privilegiado», reconoce Gerardo, si bien recuerda que «yo estuve dos años sin salir a la calle, mi mujer me preguntaba las 1.700 preguntas, pero me alegro, porque tengo estabilidad económica y tranquilidad».

Pablo Gómez

«Sé que un empleo público, si lo cuidas, es para toda la vida»

Es el más joven, 24 años, estudio hasta Bachillerato y aún está en la tarea de sacar una plaza como bombero «un trabajo que me gusta mucho, además de que sé que un empleo público, si lo cuidas, es para toda la vida», cuenta Pablo. La preparación es ardua: «El primer año en la academia vas dos días a la semana, cinco horas cada día, es cuando te dan todo el material, y el segundo año vas un día a la semana, dos horas, para repaso o te preguntan para prepararte para los exámenes». A esto hay que sumar la parte física, tres veces por semana.

Pablo cuenta como uno de los inconvenientes de las oposiciones a bombero que «son distintas en cada Ayuntamiento, con preguntas distintas. Por ejemplo, en Sevilla no te piden el psicotécnico, pero en todo el país sí, y también en pueblos de la provincia».

Aún le queda otra condición para poder optar a una plaza en cualquier oposición: «Me tengo que sacar el carnet de conducir C, para camión, y me tengo que sacar unos euritos». Después optará a una plaza en cualquier lugar de España, «lo importante es meter la cabeza».