Arte en el campo de refugiados

Amigos del Pueblo Saharaui de Sevilla ultiman la organización el XI festival Artifariti en Tinduf

27 oct 2017 / 09:03 h - Actualizado: 27 oct 2017 / 09:10 h.
"Cultura","Artes plásticas","Refugiados"
  • Arte en el campo de refugiados
  • Arte en el campo de refugiados
  • Arte en el campo de refugiados
  • Arte en el campo de refugiados
  • Arte en el campo de refugiados

El paisaje de los campos de refugiados de la Hamada argelina, donde desde hace más de 40 años mantienen los saharauis su sueño de independencia en condiciones inhumanas, cambia desde hoy y hasta el 7 de noviembre su ambiente habitual de mera supervivencia para convertirse –en condiciones tan precarias como apasionantes– en un festival de arte contemporáneo: Artifariti, que este año alcanza su XI edición. Es el único certamen de arte que se celebra en un campo de refugiados.

Con la organización internacional de Artifariti carga desde sus inicios la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla, mientras que el gobierno en el exilio de la República Árabe Saharaui Democrática corre a cargo de aspectos logísticos –y de los artistas locales–.

Artifariti ha conseguido que un pueblo nómada sin tradición en artes plásticas añada estas expresiones a su patrimonio tradicional de literatura oral, explica el director artístico del encuentro, Federico Guzmán. «Al principio les extrañaba mucho», recuerda, «un festival de arte contemporáneo en medio de las jaimas».

Hoy en los talleres participan con ganas los habitantes –es el mayor acontecimiento que rompe la rutina monótona del desierto– y han surgido las primeras promociones de artistas locales de la Escuela de Arte y de la de Cine del Sáhara Occidental.

Todo un esfuerzo que tiene raíces sevillanas –y por el que un número significativo de artistas hispalenses acude a exponer en Artifariti–.

Estas exposiciones artísticas, explican Guzmán y el presidente de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Sevilla, Fernando Peraita, son en su mayor parte obras que se hacen in situ y con la casi nada disponible que hay en la cercana ciudad de Tinduf.

«No tiene sentido que los artistas nos pidan bronce o polispán para crear», relata Peraita. «Guzmán ha hecho cosas muy buenas con hierro de forja reciclado, y afortunadamente los jóvenes saharauis se dedican mucho al vídeo».

Los artistas, asimismo, conviven con familias enteras de saharauis, en sus jaimas. Y padecen las mismas penalidades que ellos: la escasez de agua o incluso desastres naturales como las inundaciones de 2015 o la llegada de miles de moscas.

«Los artistas pagan por exponer aquí. Incluso gente que para traerlos al Centro de Arte Contemporáneo de Sevilla cobran cantidades elevadas», explican los organizadores sevillanos. Pero Artifariti (que este año incorpora a sociólogos y antropólogos y siempre sitúa el arte en el contexto de la lucha y la causa saharaui) se monta de la nada con los escasos medios de una asociación de amigos y de un Gobierno sin país.

Su presupuesto sería mil veces menor que cualquier festival semejante que se celebrara en Andalucía.