Atarazanas, el edificio de las mil transformaciones

Julia Molino, que ha realizado cuatro intervenciones en el edificio, acaba de publicar una tesis doctoral sobre este BIC

22 feb 2016 / 21:26 h - Actualizado: 23 feb 2016 / 09:01 h.
"Atarazanas","Guillermo Vázquez Consuegra"
  • Atarazanas, el edificio de las mil transformaciones
  • Julia Molino lee su tesis doctoral. / Clemente Delgado
    Julia Molino lee su tesis doctoral. / Clemente Delgado

Probablemente muy pocas personas conocen mejor que ella las Reales Atarazanas de Sevilla; seguramente, ninguna las ama tanto. Hasta tal punto quedó fascinada por este Bien de Interés Cultural la arquitecta Julia Molino, tras veinte años de trabajo en el edificio y cuatro intervenciones junto al arquitecto Antonio Barrionuevo. Acaba de leer una tesis doctoral que ha titulado Aspectos arquitectónicos de las Atarazanas de Sevilla. Permanencia y transformación, en la que pretende, ajena a la controversia sobre el actual proyecto de creación de un centro cultural, «revalorizar y potenciar las cualidades de un edificio que ha demostrado tener capacidad para absorber cualquier función; de hecho ha albergado los astilleros, una aduana, un hospital, almacenes, talleres...», argumenta.

Un trabajo de investigación que empezó a redactar «cuando recibimos la invitación para el concurso del Caixaforum», en el que participó junto a Barrionuevo y a dos arquitectos catalanes. Su devoción por las Atarazanas venía de mucho antes, del año 1988 en el que la Junta les encargó la primera y más significativa de las intervenciones, realizada entre 1990 y 1992 con un presupuesto de 173 millones de pesetas (1,04 millones de euros).

Una actuación en la que «se dibujó el edificio completo, se midió todo. Se arreglaron las grietas de las bóvedas de las naves 2 y 4, quitamos falsos techos, tabiques, rebajamos la cota un metro porque los arcos estaban asfixiados...», evoca Molino. De aquella prístina obra, estando la Real Maestranza de Artillería aún ocupada por militares y encaminada a señalar la idoneidad del edificio para alojar el Museo Andaluz de Arte Contemporáneo, procede la cubrición con un piso de albero amasado con cal sobre los escombros que entierran cinco metros las pilastras que sostienen los arcos de las siete naves que sobreviven.

Luego vinieron otras tres intervenciones junto a Barrionuevo, aunque menores, orientadas a su apertura a la vista pública, a la creación de la Sala Fundición Atarazanas –en la que se recuperó su cubierta original– como un espacio en el que se respira paz, y a la reparación de la buhardilla del cuerpo de cabecera, de forma respectiva.

Transformaciones, todas ellas, «logradas mediante el descubrimiento y el respeto del orden interno de la arquitectura original, que eligió para su configuración un elemento tipo, la nave», recalca Julia en su tesis, que le ha permitido «conocer y entender mucho mejor en qué radica lo verdaderamente esencial de la obra, y así obtener claves de intervención, que permitan adecuarlo idóneamente a otro uso, sin que el edificio deje de ser fundamentalmente el mismo».

Ese conocimiento exhaustivo del terreno –«he medido cada ladrillo, he estado allí día a día durante años», recuerda la arquitecta, responsable también del Muelle de Nueva York entre otros muchos proyectos– es lo que le autoriza a hablar con conocimiento de causa de unas Atarazanas que «sólo visualizamos y pisamos parcialmente», ya que «continúa enterrada unos seis metros por debajo de la actual cota de la ciudad. En las campañas arqueológicas se comprobó y se dató el perfecto estado de conservación de las arcadas y su cimentación», recoge Julia en su tesis. Y por ello pide, desde la serenidad alejada de la vehemencia, que «se actúe con respeto al orden que tiene el edificio, y no se transgreda».

No quiere polemizar

Sin más ambición que la de contribuir a un próspero futuro para las Reales Atarazanas y sin ánimo de avivar la polémica suscitada en la ciudad por el proyecto de Guillermo Vázquez Consuegra, la arquitecta afirma «que la nueva arquitectura que se realice en las Atarazanas debe valorar en primer lugar las obras de carácter general para la restauración íntegra del edificio, e introducir con sutileza los elementos para su adecuación a las exigencias de confort y seguridad propias de nuestro tiempo, y para la necesaria articulación, en la actualidad inexistente fundamentalmente en las naves altas».

Aunque Molino entiende que «bajar la cota hasta la base de las pilastras en una, dos o tres naves no es tan caro y la cimentación está fantástica. En las siete sería una operación quizás demasiado ostentosa y costosa, pero en una parte sí se puede hacer con facilitad», razona. En otras palabras, «debería reconocer y recuperar la identidad de sus espacios, aflorando en parte la verdadera dimensión de las naves originarias, desvelando capas que nos permitan contemplar simultáneamente en su interior la historia patrimonial de la ciudad de hoy y de la ciudad de ayer».