Baltasar fue el alcalde de la sonrisa

La cabalgata del centenario contó con un monarca que cambió la Plaza Nueva por el lejano Oriente. Dicen que era casi idéntico al alcalde de Sevilla, Juan Espadas

05 ene 2017 / 22:37 h - Actualizado: 05 ene 2017 / 23:22 h.
"Cabalgata de los Reyes Magos","La magia recorre las calles de Sevilla","Juan Espadas"
  • La del rey Baltasar fue una de las carrozas más aplaudidas por los sevillanos. Dicen que el monarca se parecía mucho este año al alcalde Juan Espadas. / Fotografías: Manuel Gómez
    La del rey Baltasar fue una de las carrozas más aplaudidas por los sevillanos. Dicen que el monarca se parecía mucho este año al alcalde Juan Espadas. / Fotografías: Manuel Gómez
  • Coronación del rey Baltasar en el balcón de la Universidad de Sevilla.
    Coronación del rey Baltasar en el balcón de la Universidad de Sevilla.

Llegaba la carroza del Baltasar a la calle Feria entre un gentío que se dejaba la garganta pidiendo caramelos al monarca. «¡Aquí, aquí estamos, tíralos aquí!». Y su majestad a lo suyo, como llevaba haciéndolo desde un principio, no paraba de repartir toda una colección de golosinas, caramelos y alguna que otra sorpresa que dejaba más que satisfechos a los insaciables niños que lo esperaban con su bolsa de plástico en la mano. Entre tanto derroche dulce se colaron unos pequeños libros titulados Cuentos del Rey Baltasar que volaban desde la carroza. En sus páginas tres historias con alma de fábula y una cuarta que se escribía en esos momentos y en la que se narraba la historia de un alcalde que repartía ilusión como uno de los tres Magos de Oriente. Pongamos que hablamos de Sevilla.

Tanto se parecía este Baltasar a Juan Espadas que hubo quién ayer aseguraba que había visto al alcalde subido en la última carroza del séquito real. ¿Y si realmente lo era? Ya se sabe que la magia que inunda Sevilla en la tarde de cada 5 de enero es capaz de hacer posible hasta lo que parece una utopía. También que el regidor cambiara por unas horas el bastón de mando por un turbante oro y plata y la Plaza Nueva por el lejano Oriente, su patria de papelillos y purpurina. «Aquí está el ángel de la guarda de Sevilla, el protector de todos los ciudadanos», vociferaba el speaker ateneísta mientras era coronado en el balcón del Rectorado. Ahí fue, al abrir sus brazos para saludar a los que le aplaudían a pie de calle, cuando empezó a sentirse monarca de la ilusión.

Bajo el negro que inundaba su rostro y el rojo intenso de sus labios se asomaba una sonrisa que no parecía tener fin y que le encendía los ojos con un brillo especial. Quienes le conocen confiesan que lo tenía grabado a fuego desde hace varios días, que se le notaba al pasear por la calle, al hablar con la gente, y que incluso había quien le paraba para contarle la lista de deseos con la que este año debían cumplir los Reyes. Y él feliz, «cómo nunca lo habíamos visto», contaban. Una emoción que fue a más cuando la carroza se asomó a los Jardines del Valle, el lugar en el que desde hace años había compartido la tarde de la cabalgata con sus familiares, y donde regaló una de las lluvias de caramelos más intensa de todo el recorrido.

Desde su carroza volaban caramelos –de propaganda, como deben ser–, pelotas de gomaespuma y unas viseras de Tussam –puro merchandaising municipal– que hicieron furor entre los que tuvieron la puntería de cogerlas. Pero sin duda, el regalo más especial de todos fueron unas moneditas de plata que homenajeaban los 25 años de la Expo 92 que se conmemoran en este 2017. Junto a ello, una incesante lluvia de estrellas doradas que a cañonazo limpio anunciaba la llegada del último de los Reyes. Aunque al hablar de colores hubo a quien le surgió la duda. «Yo no entiendo por qué tira pelotas azules y no rojas. ¿No es socialista?», preguntaba un joven. Pero lo cierto es que a este Baltasar lo único que parecía importarle era que la felicidad de los sevillanos fuera al menos tan intensa como la suya.

A cada grito de «¡caramelos, caramelos!», el monarca respondía cumpliendo el deseo –ayudado por dos beduinos muy parecidos a Luis Duarte y Miguel Bazaga, sus escuderos en esto de las Fiestas Mayores– y hasta dando algún que otro salto en su trono para deleite de quienes le jaleaban. A Espadas ni se le vio el pelo. Cuentan que Baltasar fue siempre su rey favorito y quizás este año el último de los Magos de Oriente le haya concedido un sueño inolvidable con algunas horas de adelanto. Ya se sabe que un 5 de enero en Sevilla todo puede hacerse realidad. Pídanselo a Baltasar que en esto de los temas de la ciudad parece tener buena mano.