Bohórquez y Queipo de Llano en la Macarena: la otra memoria

Los dos generales, que serán exhumados próximamente en la basílica de la Esperanza, jugaron papeles de importancia en la historia de la corporación de la Madrugada

26 oct 2022 / 04:00 h - Actualizado: 26 oct 2022 / 04:00 h.
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  • Queipo y el cardenal Segura en la antigua Universidad de la calle Laraña.
    Queipo y el cardenal Segura en la antigua Universidad de la calle Laraña.

La historia no siempre es idéntica a la memoria; mucho menos si esta se construye sobre un relato más o menos interesado; al servicio de un determinado interés. La evocación de hechos pasados despierta distintas reacciones según, cómo, cuándo... La recentísima aplicación de la llamada ley de memoria democrática –que la hermandad de la Macarena va a acatar sin pestañear- pretende ajustar cuentas con un pasado que ya no se puede cambiar. Pero ésa es otra historia... Es un debate que, en realidad, nunca ha pertenecido al día a día de la calle sino que ha descendido de los despachos de la política –decidida a fomentar lo que separa en vez de lo que une- a la conversación cotidiana. Las preocupaciones de los sevillanos en general y de los macarenos en particular son otras. Mejor dejarlo ahí...

No se trata ahora de analizar el papel que los generales Bohórquez y Queipo de Llano detentaron en los sucesos que desembocaron en la Guerra Civil o la durísima represión posterior. Seguro que hay voces más autorizadas. El objeto del presente trabajo sólo pretende repasar apresuradamente, sin opinar demasiado, el papel que ambos militares desempeñaron en un momento de extraordinaria relevancia histórica, devocional y patrimonial de una hermandad que había emprendido una apasionante epifanía a lomos del Regionalismo y acabaría redondeando su propia impronta en pleno nacionalcatolicismo.

No hace falta subrayar las airadas reacciones que sigue despertando la controvertida personalidad de Queipo de Llano ni la dureza de sus acciones. Mucho más desconocida es la figura del ubriqueño Francisco Bohórquez Vecina, cuyo legado, al cabo del tiempo, fue mucho, muchísimo más trascendental para la hermandad de San Gil aunque su papel como coronel auditor de guerra sigue estando lleno de esquinas negras. Fue elegido hermano mayor en plena guerra, el 26 de junio de 1938. Para entender las circunstancias de la elección, ajena al verdadero seno de la corporación, hay que constatar que contaba con poco más de un año de antigüedad en la nómina de la hermandad en la que había ingresado el 17 de abril de 1937, poco más de un año antes. En realidad no conocía a los macarenos ni las interioridades de la cofradía pero su condición de militar pesó a la hora de pensar que podría imponerse al tradicional carácter levantisco del tradicional macarenismo.

Bohórquez y Queipo de Llano en la Macarena: la otra memoria
El general Francisco Bohórquez junto a Carmen Polo y Juanita Reina en la actual basílica de la Macarena.

Sea como sea, al general Bohórquez hay que reconocerle una implicación sincera con el gobierno de la cofradía y el imparable proceso que, además de otorgar al palio gran parte de su definitiva fisonomía, desembocaría en la construcción de la actual basílica y pondría a la propia hermandad a las puertas de la coronación canónica de la Virgen de la Esperanza, algunos años después de su muerte. De hecho, su mandato se extendió durante 17 años excluyendo el período de excepción impuesto por la autoridad eclesiástica entre 1942 y 1946. A los avances en la orfebrería del paso de palio –incluyendo la peana diseñada por Castilla Romero- hay que añadirle el primer palio de Elena Caro, inspirado en el fundamental palio rojo de 1908 que había ideado Rodríguez Ojeda.

Queipo, por su parte, había sido nombrado Hermano Mayor Honorario el 22 de septiembre de 1936, apenas dos meses después del alzamiento militar que él mismo había encabezado en Sevilla sumando violencia, suerte, audacia y escasos efectivos para convertir a Sevilla en la cabeza de puente en la península de la rebelión que se había cocinado en África. A la sombra de la Giralda la Guerra Civil se redujo a un intenso, breve y cruento enfrentamiento callejero al que siguió una inmisericorde represión. El horno no estaba para bollos pero tampoco conviene olvidar el incendio intencionado de los templos, la persecución social y religiosa y la destrucción de un ingente patrimonio devocional que se cebó especialmente en las cofradías sevillanas en los años de la mitificada II República. No había que irse muy lejos: la Hermandad de la Macarena –que había tenido oculta a su imagen titular en distintos momentos- residía en esos momentos en la iglesia de la Anunciación por la destrucción del templo de San Gil.

La corona como tributo de guerra

Queipo llegó a recibir la corona de oro de la Virgen de la Esperanza, el 18 de octubre de 1936, en el transcurso de la procesión triunfal que siguió al reencuentro de la sagrada imagen con el pueblo de Sevilla después de ser oculta en el célebre cajón de la clínica de Martín Villa. Se trataba de que, con el producto de su venta, se ayudara a sufragar los gastos de guerra del bando nacional. Pero el general, en un estudiado golpe de efecto, anunció la devolución de la joya en coincidencia con su nombramiento de Hijo Adoptivo y Predilecto de Sevilla, el 9 de febrero de 1937. Unos días más tarde, el 27, se produjo la entrega de la presea, jurando las Reglas de la corporación que lo recibió como hermano de número. El general, ahora sí, era un cofrade de pleno derecho.

Pero aún quedaba un paso más: la ratificación de aquel protocolario nombramiento de Hermano Mayor Honorario por parte del cabildo general de hermanos que se produjo el 25 de junio de 1936 en medio del clima de exaltación patriótica que siguió a la victoria del primero de abril. Pero Queipo era un verso suelto en la nueva España del Movimiento y un continuo dolor de cabeza para el flamante caudillo que, cuando tuvo oportunidad, lo relevó al mando de la capitanía general de Sevilla –había sido convertida en un auténtico virreinato por parte de Queipo- para ascenderle de una patada a un destino sin verdadero contenido en la Italia fascista de Mussolini.

Un nuevo templo para la Esperanza

Mientras tanto, el general Bohórquez –hermano mayor efectivo- tenía puesto el punto de mira en la construcción de un templo propio para dar culto a la Esperanza en el solar de aquella taberna –la antigua casa Cornelio, punto de reunión de anarquistas- que había sido literalmente bombardeada por orden del gobierno republicano en 1931. Había metido en el ajo al propio Queipo que aún en plena guerra llevó a exponer el asunto en sus célebres –y tétricas- charlas de Radio Sevilla. Queipo logró implicar a los pesos pesados del macarenismo para que la construcción de la nueva sede de la hermandad –en unos momentos de especial carestía, con el país sumido en la autarquía- pudiera ser una realidad. Y así, el Domingo de Resurrección de 1941 se colocaba la primera piedra de la futura basílica...

Pero hay otros capítulos poco conocidos en los que Francisco Bohórquez, desde su condición de hermano mayor, tuvo que lidiar con la figura del cardenal Pedro Segura, aterrizado en la archidiócesis sevillana el 2 de octubre de 1937 tras el fallecimiento del cardenal Ilundáin. Segura, monárquico convencido, nunca disimuló su antipatía por el nuevo régimen del 18 de julio y la tramoya falangista. Bohórquez, como el propio Queipo, no tardaría en sentir esa inquina que se tradujo en una fiscalización de la vida interna de la hermandad de la Macarena espoleada por ciertos disidentes del propio seno de la corporación que acabaron siendo depurados, logrando una breve paz con el prelado.

La hermandad intervenida

Bohórquez volvió a ser elegido hermano mayor el 29 de junio de 1941 contando con el respaldo del cuerpo de hermanos pero los tiras y aflojas con la autoridad eclesiástica no habían concluido. Mientras los macarenos soñaban con su nuevo templo el párroco de San Gil exigía la vuelta de la cofradía a su antigua capilla. Pero hubo más. El intervencionismo eclesial iba a derramar la última gota –agarrándose a unos supuestos desórdenes en la salida de la Madrugada- al suspender a la junta de gobierno y establecer una gestora que debía durar cinco años. Todo ello, merced a un durísimo decreto que, entre otras medidas, obligaba a la cofradía a recoger el paso de la Virgen antes de las diez de la mañana del Viernes Santo y amenazaba con la total extinción de la corporación a la menor falta. Había una perla más: retiraba el título de ‘Fervorosa’ de su denominación oficial.

Bohórquez y Queipo de Llano en la Macarena: la otra memoria
Evita Perón fue recibida en olor de multitudes en el nuevo santuario macareno en 1947.

Mientras tanto, la Hermandad había recibido como Hermano Mayor Honorario al mismísimo Franco, que juró el cargo en presencia de su íntimo enemigo Gonzalo Queipo de Llano, el 7 de mayo de 1943. Sería interminable nombrar las numerosas dificultades que tuvo que salvar aquella gestora impuesta por la autoridad eclesiástica en la que no faltaron macarenos providenciales. Pero la situación era insostenible. Después de no pocas vicisitudes, la Vicaría acabó autorizando la convocatoria de elecciones que devolvieron la vara dorada a Francisco Bohórquez el 10 de marzo de 1946 por una abrumadora mayoría. Había que volver a ponerse manos a la obra, removiendo Roma con Santiago, para sufragar las ambiciosas obras de la basílica que había planeado Aurelio Gómez Millán.

Culminado el empeño, Segura se prestó a oficiar la dedicación el 18 de marzo de 1949. Las imágenes titulares fueron trasladadas al día siguiente en medio de una explosión de júbilo macareno en el que a la vez que se deshacía por completo el cortejo por la apoteosis popular, Queipo y Bohórquez entraban abrazados en el nuevo templo. Hasta Segura, rendido a aquel fervor, recibió a la Virgen desde el flamante presbiterio: “¡Bienvenida seáis señora, a vuestra casa...!” El día 20, finalmente, se iniciaba el tradicional septenario doloroso con una gran solemnidad. La hermandad de la Macarena empezaba a escribir un nuevo capítulo en su larga historia. Y sería uno de los más fecundos.

Pero Bohórquez, revestido ya de auténtico macareno y decidido a emprender una ambiciosa campaña de relaciones públicas, aún guardaba algunos ases en la manga como la introducción de Juanita Reina como nuevo estandarte popular de la cofradía. Tampoco hay que olvidar la entrada de personajes y donantes providenciales como la Viuda de Banús, la duquesa de Montoro –aún no era duquesa de Alba- y hasta la mismísima Eva Perón, recibida en olor de multitudes en junio de 1947. En esa ola se fraguó la construcción del nuevo paso del Señor de la Sentencia, la renovación de numerosos enseres del cortejo nazareno y el propio exorno del nuevo santuario de la Esperanza. La Macarena ya era un icono universal.

Bohórquez y Queipo de Llano en la Macarena: la otra memoria
Entierro del general Bohórquez en 1955 en el nuevo templo de la Macarena. Foto: @manolocampbell

El ocaso de Queipo y la muerte de Bohórquez

Retirado del servicio activo, Queipo había retornado a Sevilla para recluirse en la hacienda Gambogaz que había recibido como regalo de la ciudad después del alzamiento. Franco le había concedido finalmente la Laureada que siempre ambicionó y hasta un marquesado que nunca usó para sí. Murió el 9 de marzo de 1951 siendo sepultado al día siguiente en la tumba -preparada desde 1942- que se había dispuesto en la capilla izquierda, a los pies del templo de la Esperanza Macarena de la que será desalojado a corto plazo.

Paralelamente, la popularidad del general auditor en el seno de la vieja corporación de San Gil se iba a traducir en su aclamación como Hermano Mayor Honorario Perpetuo en el cabildo general de cuentas de 1951 y la autorización eclesial para que se presentara a un nuevo mandato, siendo reelegido hermano mayor el día de San Pedro de 1952. Bohórquez seguía desempeñando una febril actividad al frente de la hermandad pero todo iba a detenerse a comienzos de noviembre de 1955. Una inoportuna caída en una cacería le produjo una fractura de fémur. Una semana más tarde, el 10 de noviembre de 1955, falleció siendo enterrado en el cementerio de San Fernando.

La Virgen fue vestida con una saya negra, prestada por la Soledad de San Lorenzo. La junta de gobierno no tardó en mover los hilos necesarios para que los restos del general Bohórquez –un hermano mayor fundamental en la historia macarena- fueran sepultados a los pies de la Virgen de la Esperanza. Hubo que acudir, salvando la oposición del vicario pero contando con la complicidad de Bueno Monreal –que ya había sido nombrado arzobispo coadjutor de Sevilla para berrinche de Segura- hasta la nunciatura apostólica en Madrid que trasladó los trámites hasta Roma. Finalmente, los restos de Francisco Bohórquez fueron inhumados en la cripta del presbiterio de la actual basílica de la Esperanza Macarena el 20 de marzo de 1956. Ahí llevan 66 años entre el recuerdo, cada vez más lejano, de los que alcanzaron a vivir aquellos tiempos apasionantes y la indiferencia de los macarenos de hoy.