Solidaridad

Comer cuando no es Navidad

Luis Escalona, diputado de Caridad de la Hermandad del Cerro, recuerda la importancia social de las Hermandades tras la reciente campaña de vacunación de la gripe

Julio Mármol julmarand /
20 nov 2020 / 21:20 h - Actualizado: 21 nov 2020 / 04:00 h.
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  • La Hermandad del Cerro del Águila en la campaña 300.000 kilos de Ilusión
    La Hermandad del Cerro del Águila en la campaña 300.000 kilos de Ilusión

La Hermandad del Cerro del Águila ha atravesado dos días agitados. La campaña de vacunación de la gripe había llegado hasta sus puertas: como el año pasado, colaboraron con el centro de salud del barrio, prestando sus instalaciones para vacunar a los vecinos. Pero, como en tantas otras cosas, lo que ha ocurrido este 2020 no ha sido comparable a lo que ocurrió en 2019. “En ocho horas entre los dos días”, cuenta, sorprendido, Luis Escalona, el diputado de Caridad de la Hermandad, “pasaron por aquí 903 personas”. Se esperaba una asistencia mayor a la del año anterior, pero el que casi mil personas asistiesen a la Hermandad era algo que desbordaba cualquier perspectiva.

La gente entraba por una puerta y salía por otra, ya vacunada”, recuerda Luis. “Y casi todos lo hacían encantados, eso sí, aunque algunos se quejasen de que había que esperar mucho, pero es lo normal. En los centros de salud, se está dando cita para diciembre. Nosotros vacunábamos en el acto”. Bastaba acudir a la Hermandad, mostrar la cartilla sanitaria y descubrirse el brazo. El personal del centro sanitario, desplazado a la casa de la Hermandad, registraba la vacunación y hacía pasar al siguiente. “Si ellos creían que el paciente debía ponerse también la vacuna contra la neumonía, se la poníamos. No había problema”, comenta el diputado de Caridad.

En el exterior de la hermandad, y con una nevera en el maletero, un coche esperaba a que le comunicasen que andaban escasos de vacunas para dirigirse al centro de salud. Allí, llenaba la nevera y regresaba. “No ha habido desabastecimiento. Todo el que quiso vacunarse, se vacunó”, dice Luis. Jóvenes, mayores, miembros de grupos de riesgo y personas completamente sanas: “Hay dos vacunas para la gripe”, aclara. “Una, para los mayores de 65, algo más fuerte; y otra, para los demás. El personal sanitario decidía qué vacuna le correspondía a cada paciente y se le inyectaba. Ya te digo: no hubo problemas”.

La Hermandad del Cerro del Águila colabora con el centro de salud del barrio desde 2018, tanto en las campañas de vacunación como en otras, como una contra la malnutrición infantil. “45 familias dependen de nosotros”, explica Luis Escalona. “Nosotros les proporcionamos comida, así que necesitamos ayuda”. La Fundación Mas, de los supermercados Mas, comenzó, hace años, una campaña llamada 100.000 kilos de ilusión. Estos kilos se correspondían con la comida que eran capaces de reunir para enviarla a las hermandades, y otras asociaciones con propósitos sociales, ya a las puertas de la Navidad. Poco después, tuvieron que rebautizarla: 200.000 kilos de ilusión. “Ayer mismo, nos llegaron cestas de comida, más de mil kilos, de la Fundación. Pero hay que recordar una cosa: la gente no come sólo en Navidad. Nosotros necesitamos comida durante todo el año”.

El coronavirus, dice Luis, ha puesto de manifiesto una “sensibilidad tremenda” por parte de todos. “Nosotros tenemos un correo electrónico y un teléfono. Si alguien quiere donar, sólo debe contactar con nosotros y ya lo arreglamos. Nos viene bien cualquier cosa. Incluso si no quiere desplazarse, le damos la posibilidad de ingresar la cantidad de dinero que desee en nuestra cuenta”. Durante el confinamiento, este número bancario ha recibido cantidades que van desde los treinta euros hasta los quinientos. “Cada uno da lo que puede. Lo importante es dar algo”. A veces, confiesa el diputado de Caridad, “cuando hay confianza”, le recomienda al donante de comida que compre algo concreto: “La pasta está muy bien, pero en ocasiones, lo que necesitamos es aceite, Potitos o pañales”.

Si no, él mismo se pone en camino hasta un supermercado al por mayor y lo compra. “Durante los meses de encierro, yo he seguido saliendo. Y muchos de la Hermandad, también”. Un día, un policía paró su coche. “¿A dónde se dirige?”, le preguntó. “¿Es que no sabe que no se puede salir, estando las cosas como están”. Luis le explicó que iba en busca de unas mascarillas para distribuirlas entre los más ancianos de la Hermandad. “Sí, pero eso, ¿cómo me lo justifica usted?”, insistió el policía, con lo que él tuvo que mostrarle el documento que le permitía estar en la calle. El tono del hombre se rebajó: “Qué buena Hermandad la del Cerro”, le dijo, para acabar despidiéndose con un “Anda, tira”. “La verdad”, añade, divertido, Luis, “es que el policía tuvo mucho arte”.

“Ahí fuera hay casos de extrema necesidad”, indica el diputado de Caridad. “Y prueba de ello es que, tras el confinamiento, algunos nos han llegado a decir que ya no necesitaban nuestra ayuda, ya fuera porque habían cobrado el ERTE o porque se habían reincorporado al trabajo. Eso demuestra que su necesidad era real”. Otros, incluso, se han unido a las tareas de la Hermandad. “Me he puesto en riesgo, entre comillas, porque creo que era necesario”, asegura Luis. “Había gente que dependía de nosotros”.

En definitiva: Las Hermandades no viven sólo para la Semana Santa. Hay cincuenta tres semanas más en el año. Y la gente, como Luis Escalona, a lo largo de la conversación, dice varias veces, no come sólo en Navidad. El hambre no entiende de fechas.