«Como escritor me aplico el lema de Pessoa: ‘Trata de ser todo lo que eres en lo más mínimo que hagas’»

Juan Bonilla Gago. Escritor. En el entorno de Sevilla reside uno de los más versátiles talentos de las letras españolas, nacido en Jerez, que ha logrado abrirse paso en el parnaso cultural y periodístico sin emigrar forzosamente a Madrid. Galardonado en la última edición del Premio Nacional de Narrativa por su novela ‘Totalidad sexual del cosmos’, en 2021 Juan Bonilla ha publicado su poemario ‘Horizonte de sucesos’ y su sarcástica novela ‘El mejor escritor de su generación’. Y el 29 de septiembre llega a las librerías su nueva versión de ‘Nadie conoce a nadie’, titulada ‘Nadie contra nadie’.

Juan Bonilla, ganador del Premio Nacional de Narrativa por su novela ‘Totalidad sexual del cosmos’. / EL CORREO

Juan Bonilla, ganador del Premio Nacional de Narrativa por su novela ‘Totalidad sexual del cosmos’. / EL CORREO / Juan Luis Pavón

Juan Luis Pavón

Prolífico, brillante, tenaz, versátil, inconformista, divertido, riguroso,... La trayectoria de Juan Bonilla es la denodada aventura que muchos ansían y pocos materializan. Vivir por y para la literatura. Pasión y profesión. En su haber, con novela, poesía, relatos, periodismo, ensayos, traducción, crítica, coordinación de revistas y suplementos literarios, comisario de exposiciones. Nacido en Jerez en 1966, afincado en Sevilla (vive en Mairena del Aljarafe), también ha residido en Barcelona, Madrid, Roma y Londres, a través de sus creaciones y colaboraciones contribuye a tender puentes de cosmopolitismo desde la capital andaluza. Ha recibido numerosos galardones, como el Premio de Novela Vargas Llosa, por 'Prohibido entrar sin pantalones', inspirada en las vicisitudes del poeta futurista ruso Vladimir Mayakovski. El más importante hasta la fecha es el Premio Nacional de Narrativa, otorgado en octubre de 2020 por su novela 'Totalidad sexual del cosmos'.

El 29 de septiembre es la fecha fijada por la Editorial Seix Barral, del Grupo Planeta, para que en las librerías y en las plataformas digitales esté disponible 'Nadie contra nadie', la nueva versión que Juan Bonilla ha escrito de 'Nadie conoce a nadie', su segunda novela, que publicó por vez primera en 1996, y que fue muy leída por la popularidad que alcanzó la película estrenada en 1999, dirigida por Mateo Gil y protagonizada por Eduardo Noriega, Paz Vega y Jordi Mollá, basada en su argumento y personajes: Un juego de rol en el contexto de la Semana Santa de Sevilla y convertir en realidad la broma de boicotear las procesiones y amedrentar al gentío. La conmoción y polémica por los incidentes acaecidos en la Semana Santa del año 2000, cuya autoría no se aclaró, pusieron aún más el foco en la ficción ideada por Juan Bonilla, quien no tenía ninguna intención de ser fuente de inspiración de gamberros o de resentidos, ni que le preguntaran durante décadas por aquello en lugar de por sus logros como creador. Hasta el punto de que en el año 2009, en un acto público en Sevilla para presentar su libro de relatos 'Tanta gente sola', una de las personas que asistía tomó la palabra para felicitarle por 'Nadie conoce a nadie', y Juan Bonilla respondió: “Me parece ahora un coñazo insoportable, una novela fallida de principio a fin, ya no me gusta, de la misma manera que 'Los príncipes nubios', de 2003 [Premio Biblioteca Breve, traducida a 7 idiomas], sí me sigue gustando”.

¿Cuáles fueron los libros y los escritores que le marcaron en tus primeras lecturas, y en su iniciación como persona apasionada por el mundo de la creación literaria?

Empecé a ser lector literario en la adolescencia. No tuve una infancia muy lectora, más allá de los tebeos, de los periódicos deportivos, que sí que eran una de mis lecturas favoritas, y de la Biblia, por influencia religiosa. Realmente, hasta la adolescencia no descubrí la magia o la potencia que estaba encerrada en los libros, y coincidió con mi llegada al Instituto de Educación Secundaria Alvar Núñez, de Jerez de la Frontera. Ahí nos hicieron leer libros como 'Insolación', de Emilia Pardo Bazán, y 'El árbol de la ciencia', de Pío Baroja. Y fuera del instituto, con otros alumnos, nos asomábamos de vez en cuando a las librerías y encontrábamos por nuestros propios medios, o nuestros propios miedos, otros autores que no se estudiaban en el instituto, como Charles Bukowski, que nos impresionó mucho cuando éramos chavales. En esa época, si hubo un autor que verdaderamente me fascinó fue Borges. Para mí, Borges era la literatura. Y todo lo que recomendaba, todo lo que prologaba, todo lo que traducía, lo leía como si fuera maná que me iba a salvar. Borges fue para mí el escritor más importante de esa época de mi vida, y llegué a verlo en persona porque estuvo en Sevilla en 1984 en un seminario sobre literatura fantástica junto con Italo Calvino y Gonzalo Torrente Ballester.

Aquel encuentro en el antiguo Hospital de los Venerables, organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, concitó una afluencia enorme, muchas personas sin reserva de matrícula por estar agotadas las plazas intentaban entrar como fuera para ver y escuchar a Borges.

Es infrecuente un ambiente así, pero Borges se convirtió en un gran mito, más allá del gran escritor que fue. Como personaje era formidable, todas las entrevistas que le hicieron están recopiladas en una edición de varios volúmenes. Y como personaje era una auténtica estrella.

¿Sus inicios profesionales a través del periodismo fueron por vocación o por la búsqueda de sustento económico?

Siempre he considerado al periodismo como literatura. Casi siempre nace de un encargo, pero la necesidad económica no induce a que uno trate de ser menos de lo que es. Creo mucho en aquello que decía Fernando Pessoa: trata de ser todo lo que eres en lo más mínimo que hagas. Y a veces los encargos sacan lo mejor de ti. Me parece una tontería renunciar a un encargo que pueda ser atractivo por el hecho de que no se te haya ocurrido a ti hacerlo. Algunos de mis libros son encargos que otras personas consideraron que yo podía hacer, desde la biografía de Terenci Moix a un reportaje sobre la Costa del Sol en los años pop. Por lo tanto, hay mucho de lo que yo he escrito, que no lo hubiera escrito si no hubiera habido alguien que me lo hubiera pedido. Creo en la figura del escritor como un artesano. Creo que la escritura es una tecnología, una artesanía, y se compone de una serie de saberes que uno puede manejar, lo mismo para escribir cosas que te pide el cuerpo, por decirlo así, o te pide el alma, o para escribir cosas que te pide un editor, una revista o una editorial. El mundo de la cultura está lleno de obras maestras que surgieron de un encargo. La 'Eneida' fue un encargo. El 'Guernica' de Picasso salió de un encargo. Preguntarse por dónde nace una obra no dice mucho acerca de la obra misma. Ella tiene que hablar por lo que es y no por si nació de la petición o encargo de alguien.

Quien le lea puede corroborar que es un espíritu libre, que rompe compartimentos estancos, que en usted abunda tanto la cultura de la calle como el fundamento intelectual.

Si ve eso, me alegro mucho, porque trato de desdibujar todas las fronteras posibles. Fronteras entre alta cultura y baja cultura, fronteras entre géneros literarios... Solo sirven académicamente para poder estudiarlas, para poner orden en el caos. Pero yo creo que la literatura está fuera de esos círculos. Trato de buscar constantemente esa mezcla. No tenemos que renunciar a nada. Nunca he visto la necesidad de tener que renunciar y tener que escoger al poeta alemán Hölderlin, de comienzos del siglo XIX, respecto a la poesía popular de Manuel Alejandro, al que no le han dado el Premio Príncipe de Asturias, a pesar de haber escrito de los mejores poemas de amor populares de todos los tiempos, como lo son muchas de sus canciones. Puedo disfrutar perfectamente de ambas poesías, se le llame a una alta cultura y a otra como baja cultura. Y no veo por qué no se pueden utilizar elementos y herramientas que estén en la frontera entre ambas.

¿Cuál es la génesis de su novela 'Totalidad sexual del cosmos'?

Es una novela en la que se dibujan sobre todo dos personajes. Uno es la pintora Nahui Olin, de nombre civil Carmen Mondragón, personaje fascinante de la cultura mexicana, sobre todo en los años 20 y 30 del siglo pasado. Y después decidió escaparse de su casa y olvidarse del mundo, mientras crecían leyendas sobre ella. Mujer de belleza formidable, fue pintora y poeta, posó para pintores como Diego Rivera, o fotógrafos como Edward Weston. A mí lo que me fascinaba de veras era la historia de la persona que la redescubrió. Nahui Olin, olvidada, muere en 1978. Y un joven restaurador mexicano, Tomás Zurián, se enamora de una de las fotos que le hicieron a Nahui Olin, y se preguntó quién fue esa mujer y qué fue de esa mujer. Sin la figura de Tomás Zurián yo no hubiera escrito la novela. La voz que suena en la novela es la de Tomás Zurián, quien cuenta la novela es Tomás Zurián. Es la historia de una búsqueda constante, y es un homenaje a esos investigadores oscuros que se pasan toda la vida en pos de historias del pasado, que traen al presente y que nos hacen redescubrir figuras que no serían nada sin sus investigaciones.

Y a la capacidad de hacer realidad la imaginación.

Se mezclan las dos historias, la historia fascinante de Nahui Olin, que cruza la primera parte del siglo XX como una estrella fugaz, causando escándalos con todas sus performances y con su manera de estar en el mundo. Y por otra parte, la figura del investigador, de Tomás Zurián. Porque en el fondo, lo que yo quería escribir era una historia de amor entre fantasmas, una historia de amor entre gente que no podía haberse conocido porque no habían coincidido en el tiempo en este planeta. Y la única vía para coincidir es que uno tratara de salvar del olvido a la otra.

La mayor facilidad que hay en la actualidad para buscar y encontrar datos sobre personas y hechos que en su época fueron malentendidos, postergados o manipulados, es un filón cada vez más importante. Pensemos, por ejemplo, en cómo se ha revalorizado la figura de Tesla como científico e inventor en el ámbito de la electricidad y los campos magnéticos, o las matemáticas de raza negra como Katherine Johnson, que fue clave para que la NASA pudiera enviar astronautas a la Luna.

La relectura de la Historia, de lo que somos, casi siempre es una lucha contra la historia oficial que heredamos. Heredamos una historia escrita de una manera donde fácilmente se descubren lagunas. No tenemos por qué renunciar a toda esa riqueza porque alguien haya decidido que hay que establecer una jerarquía de valores que es la que heredamos. Todos esos esfuerzos por poner en su sitio y por devolver al presente un montón de nombres importantes, que además tuvieron vidas apasionantes, me parece una de las cosas más significativas de estos últimos años.

En España, la recuperación del sevillano Manuel Chaves Nogales es un ejemplo relevante.

Efectivamente. Es un caso fundamental y es ahora uno de los escritores imprescindible para representar el siglo XX español. Representa la dificultad de introducir en el canon a un autor que hoy valoramos como imprescindible. En los años de instituto estudiábamos a Larra y su periodismo como parte de nuestra tradición literaria. Pero después no hay más referencias al periodismo en el estudio de la Literatura, como si en España no hubiera habido más, cuando todo nuestro Romanticismo del siglo XIX se fundamenta en el gran periodismo. Y durante el primer tercio del siglo XX España fue un almacén de gran periodismo. La recuperación de Chaves Nogales está sirviendo para que nos fijemos en un montón de autores interesantes, como Julio Camba y Alvaro Cunqueiro, que estaban haciendo el nuevo periodismo muchísimo antes de que en Estados Unidos Tom Wolfe y Gay Talese lo abanderaran.

'El mejor escritor de su generación' lo escribió hace veintiún años y se publicó dentro del libro 'La compañía de los solitarios'. En 2021 se ha editado como obra singular, tras reelaborarlo y ampliarlo, y publicada por la editorial sevillana El Paseo. Hay mucho humor, que puede gustar tanto a las personas que tengan interés por ser escritor, como a las personas que les encanta ser lectores.

Es una novela en la que el autor, mediante una voz un poco sacada de quicio, que es la del narrador, trata de reflejar un momento muy determinado de nuestra historia reciente, que creo no se repetirá nunca más, de los años 90, en el que el mundo editorial se volvió un poco loco por la 'carne joven', por decirlo así, y empezó a dar estupendos adelantos por novelas que no solo no se habían escrito, sino ni siquiera se habían pensado. Quiere ser una novela cómica, todo lo cómico que se pueda ser. Y está fundamentalmente protagonizada por dos tarados. Tarado es el narrador, que tiene que escribir por obligación contractual una novela que una editorial le ha comprado por una millonada. Y su editora, que representa la voracidad inclemente del mercado.

¿Cuántos escritores y editores se han rasgado las vestiduras al sentirse reflejados en la ficción de su novela?

Los personajes literarios solo se representan a sí mismos. Si un escritor crea un personaje de un guardia civil corrupto, eso no significa que quiera decir que todos los guardias civiles son corruptos. En mi novela no se quiere decir que todos los editores sean voraces mercantilistas, ni tampoco que todos los novelistas sean impostores. Sí quería reírme de varios mitos o leyendas del mundo de la literatura: La torre de marfil, el escritor encerrado en la torre de marfil, el miedo a la página en blanco, o qué merece la pena ser contado o no... Temas que me permitían reflexionar acerca del propio hecho de por qué escribimos, teniendo en cuenta que este personaje necesita escribir para que no lo lleven al juzgado.

Ha publicado este año 2021 el poemario 'Horizonte de sucesos', editado por Renacimiento. Siempre comenta que escribir poesía es su género preferido.

Sí, y es el que menos esfuerzo me exige, porque los poemas los voy escribiendo mientras camino. Me gusta pasear, y los poemas me van viniendo. 'Horizonte de sucesos' es mi libro de poemas más largos. Abre con prosa biográfica y a partir de ahí juega a lo que expresa el título, un horizonte de sucesos, la línea imaginaria que cubre un agujero negro, la línea que señala precisamente que ahí dentro hay un agujero negro, un lugar donde nada que caiga dentro puede escapar. Me parecía que era una imagen potente acerca de lo que somos. También acerca de lo que es la poesía, esa necesidad de expresión, a sabiendas de la absoluta imposibilidad de decir algo verdadero de lo que ocurre dentro de nosotros. Como en muchos otros libros míos, hay momentos para el juego y para el humor. Hay una serie de letras con las que yo varío lo que dicen algunas canciones que me gustan mucho, hay una serie de poemas eróticos, hay una serie de poemas que reflexionan sobre el asunto tan peliagudo de la identidad.

¿Los periodos de confinamiento y restricción de la movilidad sirven de acicate para escribir con mayor dosis de libertad y con más motivación para trascender de la coyuntura adversa?

Para los escritores, a la hora de ponerte a crear, el confinamiento era una vivencia menos excepcional que para otros gremios. Muchos de nosotros ya vivíamos confinados antes del confinamiento. Es verdad que no nos dejaban pasear, pero yo tengo un patio, y me harté de dar vueltas por el patio. No creo que ese periodo vaya a ser el motor de una producción literaria de mayor calidad por parte de muchos autores.

¿Qué libro ha leído recientemente y recomienda por su calidad?

Recientemente, tuve que hacer un viaje largo en tren, y agradezco mucho el tomo de los 'Artículos periodísticos' de Álvaro Cunqueiro, publicado por la Biblioteca Castro, porque permitió que las siete horas del viaje se me hicieran cortas. Lo disfruté enormemente. Es una selección de toda su producción periodística, desde los años 30 hasta finales de los años 70 en el siglo pasado. Es un libro delicioso, igual te habla del Camino de Santiago que te hace un retrato magnífico de algunos escritores. Habla también de brujería, de remedios medicinales absolutamente increíbles e inverosímiles. Y tiene esa cosa tan maravillosa que es la calidad de página: cómo en solo dos o tres páginas es capaz de contarte una historia estremecedora.

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