Cruzar el charco para luchar contra la afasia

Patricio Pauwels tiene 77 años, es de origen belga y vive en Venezuela. Todos los años viaja a Sevilla expresamente para recibir tratamiento en ARPA y mejorar «un poquitico» su habla

Manuel Pérez manpercor2 /
01 oct 2017 / 21:53 h - Actualizado: 02 oct 2017 / 08:13 h.
"Afasia"
  • A pesar del ictus que sufrió, Patricio mantiene una gran memoria y una sonrisa inquebrantable. / El Correo TV
    A pesar del ictus que sufrió, Patricio mantiene una gran memoria y una sonrisa inquebrantable. / El Correo TV

Diez años después del ictus, Patricio Pauwels sigue conservando un cerebro prodigioso y una sonrisa infinita, a pesar de la afasia que sufre como secuela. Sin embargo, a sus 77 años, Patricio todavía es capaz de coger un avión desde Caracas, capital de Venezuela, para venir a Sevilla a someterse a un tratamiento intensivo de rehabilitación de la afasia que padece. Este es el tercer año que recibe terapia por parte de la Asociación para la Rehabilitación y Prevención de la Afasia (ARPA) y la mejoría es innegable. Aunque aún queda mucho trabajo por hacer, Patricio ya es capaz de mantener una conversación más o menos fluida y mantiene intacta una memoria de hierro.

A priori, parece una auténtica odisea que un afásico cruce el océano Atlántico una y otra vez para un mero tratamiento. Sin embargo, Patricio lo hace año tras año con la mejor de sus ganas y no lo hace en vano. «Merece la pena, porque en Venezuela no hay terapeutas y yo sé que ARPA tiene buenos terapeutas», cuenta Patricio confundiendo la pronunciación del diptongo por una o afrancesada. No es baladí esta anécdota, ya que domina hasta cinco idiomas –francés, inglés, español, neerlandés y alemán–. Patricio explica que conoció ARPA cuando su mujer, ya fallecida y de la que se llena la boca hablando de ella, estaba leyendo el periódico y leyó sobre esta asociación.

Fue así como este afásico inició la aventura de venir a Sevilla intentando buscar un remedio o una ayuda para su limitación comunicativa. «Vengo a ARPA para mejorar mi habla y los ejercicios van muy bien, pero mi habla un poquitico menos», explica Patricio, que deja entrever su deje latino, fruto de haber labrado una vida en Venezuela durante más de 50 años. Y no es casualidad que Patricio, en las circunstancias en las que se encuentra, siga viajando desde Caracas hasta Sevilla única y exclusivamente para los tratamientos rutinarios de rehabilitación de la afasia, si bien es cierto que ha mantenido alguna que otra sesión a través de Skype.

«Vemos las mejoras», explica Sara Yuste, neuropsicóloga de ARPA, que destaca que en estos casos es primordial la motivación del paciente. «Es importante cambiar el chip», advierte Sara, que emplaza al lector a hacer un ejercicio de empatía para poder entender toda la dimensión de la situación. «Imagínate con un cerebro de 77 años, con un daño como el que él tuvo, y el sobreesfuerzo... Es increíble que tenga esa fortaleza», indica Sara.

La historia de Patricio es una historia de ida y vuelta. Patricio está recibiendo ahora con mayor proporción todo lo que dio de corazón y es que hace más de 40 años, en 1974, fundó junto a su mujer y un sacerdote lo que a día de hoy es el Grupo Social Cesap, una de las ONG más famosas de América latina, cuyos esfuerzos se dedican a la atención social y educativa a los más desfavorecidos. Una organización que asume un fuerte compromiso social con los sectores populares de Venezuela y en el que Patricio jugó un papel fundamental. Sin embargo, Patricio no quiere abandonar nunca su faceta de entrega y sigue ofreciendo su ayuda a quien lo necesita. Sin ir más lejos, esta semana se encuentra en Bruselas con la actual presidenta del Cesap, Diana Vegas, con el objetivo de reunirse con otras organizaciones sociales y la Unión Europea para hablar de la situación actual de Venezuela.

Aunque es de origen belga, Patricio siente un gran apego por este país latino porque su difunta esposa era oriunda de allí. «Vuelvo a Venezuela porque mi señora es venezolana y murió como tal. Veo mi vida en Venezuela», explica Patricio. Sara añade: «Se siente con el deber de seguir ayudando a ese país que ya siente como suyo».

Este cariño a Venezuela le viene del amor por su mujer. Una sonrisa ilumina su rostro cuando recuerda a su esposa. Pareciera que la afasia se le curase al instante cuando habla de ella. Sin atropellarse con las palabras, Patricio articula sin titubear: «Fuimos una pareja muy feliz y muy agradable». Sara explica que «él habla siempre de su esposa con ternura». Mientras, en la memoria de Patricio, queda intacto el recuerdo de toda una vida de amor compartida con su mujer. Una vida que estuvo a caballo entre su generosidad con los pobres y su entrega a la mujer que, aún a día de hoy, sigue dibujando en su rostro la alegría y la satisfacción del amor. Difícilmente, Patricio podrá olvidar jamás este sentimiento. Un sentimiento tan fuerte que ni siquiera el ictus logró borrar de su cabeza; mucho menos de su corazón. «Me queda su felicidad», añade con un hilo de voz lleno de nostalgia.

Patricio ha pasado de enseñar a recibir enseñanzas. Resulta paradójico que alguien con cinco carreras –Sociología, Teología, Filosofía, Magisterio y Psicología– esté aprendiendo otra vez a hablar. «Ahora él recibe toda la ayuda que dio», dice Sara, que le da a Patricio el empujón que necesita de vez en cuando para soltar algunas palabras. Y él es consciente de que la vida le está correspondiendo con la misma moneda de solidaridad que él entregó a la sociedad: «Estoy satisfecho, porque la gente pobre me ayuda a hablar mejor».