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«Cuando cortas un árbol has perdido 40 años»

Enrique Figueroa. El ecólogo pide a la población un mayor aprecio para quienes prestan tantos servicios

28 jun 2017 / 08:24 h - Actualizado: 28 jun 2017 / 08:24 h.
"Medio ambiente","Árbol: el vecino esencial"
  • Enrique Figueroa, en el campus de Reina Mercedes. / Javier Cuesta
    Enrique Figueroa, en el campus de Reina Mercedes. / Javier Cuesta

Anda Enrique Figueroa, referencia sevillana y española en el ámbito del medio ambiente urbano, de celebración: en este Día Mundial del Árbol festeja también su cumpleaños. Una doble efeméride que le sirve para hacer balance de la relación que la ciudad mantiene con el arbolado. De entrada, echa en falta «una cultura de árbol» en la ciudadanía andaluza en general. «Mucha gente habla de los árboles como los desconocidos vecinos. La idea no es mía, lo leí Barcelona, donde tienen mucha arboricultura. Y eso es bien fácil de corregir, es fácil crear una cultura del árbol. Pero la ciudadanía debería conocerlo porque es un vecino y porque presta un servicio».

Figueroa, catedrático de Ecología de la Universidad de Sevilla, califica esos servicios como «tremendos», argumento suficiente para que insista en la necesidad de conocerlos, incluso de identificarlos por su nombre. «Que el vecino reconozca el papel que tiene en su salud y lo valore, que pida árboles y esté contento de tenerlos. Cuando conoces el nombre de una persona te aproximas más a ella», y posiblemente sería más fácil que la sociedad reconociera los servicios exosistémicos que prestan los árboles. Servicios como generar oxígeno, atrapar contaminación y contribuir a la salud, también psíquica en tanto que permiten una percepción de naturaleza en plena urbe.

Anda quejoso Figueroa con una actuación municipal en su barrio del Porvenir –«Me han podado unas jacarandas. No sé por qué»–, y al mismo tiempo advierte de un problema general que se incrementará a medida que pasen los años. Porque, de acuerdo con los datos oficiales de la Junta de Andalucía, la posición biogeográfica de Sevilla la hace especialmente vulnerable al cambio climático. «Sevilla tiene un problema: el escenario de cambio climático. Para Sevilla y su entorno las perspectivas son muy malas. ¿y qué puedes haces? Como mínimo, poner arboles y agua», resume de manera sencilla.

Y no es que Sevilla no tenga árboles. Con 36.000 naranjos como especie más extendida y emblemática, la ciudad cuenta con cerca de 300.000 ejemplares. De manera irregular, eso sí. «Me preocupan mucho los barrios: están desabastecidos de zonas verdes y parques. Ha habido una desatención de espacios verdes que un alcalde no puede solucionar en dos o en cuatro años». En todo caso, la receta de Figueroa para estos barrios, tanto como para el resto de la ciudad, es clara: «Cuidar los árboles que tenemos y plantar más. Y bien plantados, y luego gestionarlos bien». También por cuestiones prácticas, porque cuestan dinero. Y tiempo, porque el tiempo de la naturaleza se mueve en una escala imposible de asumir por los humanos. «No puedes cortar un árbol por capricho, porque has perdido 40 años. Tenemos que darle una vuelta a la cabeza y corregir lo que se ha hecho mal».

Porque hay un listado de actuaciones que se han ejecutado, y se ejecutan, mal en Sevilla. Una destaca precisamente por la ausencia total de árboles: «Marqués de Contadero es la barbaridad más grande desde la Expo, que fue la época de las barbaridades. Es la más gorda que recuerdo en los últimos años. Y Almirante Lobo», una actuación en la que lamenta la banalización del espacio público.

Sobre actuaciones recientes que considere positivas, Figueroa alude a la plaza de Juan Antonio Cavestany, aunque con algunos peros. «Cada vez que se planta un árbol es bueno. El parque en Juan Antonio Cavestany es bueno, pero me parece que es otro error. Aunque por lo menos tenemos otro espacio más fresco».

La administración

«No creo que los organismos públicos tengan que tomar las decisiones solos, hay mucha gente a la que preguntar. Esto de que el que decide es el que está no me parece adecuado. ¿Habrá gente a la que preguntar?», cuestiona Figueroa, y recuerda que la ciudad cuenta con tres universidades públicas. Por ejemplo.

Sobre las equivocaciones que se han cometido y se cometen en Sevilla, aclara que hay que contestar dos preguntas principales. Uno: ¿la administración pone siempre el árbol adecuado en el sitio adecuado? Y dos: ¿lo pone en buenas condiciones? «Porque si lo pone sin suelo, el árbol va a sufrir». Y otro problema habitual: «Por razones variadas se poda mal en bastantes sitios». De forma que, en muchos casos, el problema es un error en la plantación, «porque el árbol tiene muy poco alcorque, es muy escaso en volumen y la tierra no es la adecuada. Y empezamos a tener que podarlo», y se produce la disfunción, porque el árbol pierde belleza y funcionalidad «y alguien decide cortarlo y poner otro. Eso no vale, porque vas a tener otro pero en 30 años».

«Soy muy crítico», reconoce y advierte al mismo tiempo. Por ejemplo, critica actuaciones en las que se suprimen árboles cuando se levanta el pavimento, cuando se podría, apunta, «restituir el pavimento sin tocar los árboles. Hemos perdido salud».

Otro árbol con tanta mala fama como presencia en las calles de Sevilla, empezando por su emblemática Plaza Nueva, es el plátano de sombra: «En Sevilla hay plátanos de sombra espléndidos sin podar. Los de las calles, muy castigados con las podas, están todos podridos», aclara. «Creo que al plátano en Sevilla no tiene que irle mal. Pero la poda excesiva durante 40 años los ha deteriorado, y ahora muchos tienen formas monstruosas. Es una podredumbre inducida, aunque el Ayuntamiento dice que no», y por eso los acaba talando. «Si lo cuidas es un árbol muy fresco y da mucha sombra», resalta sobre sus virtudes Enrique Figueroa, de nuevo en contra de la postura oficial.