«¿Qué tal Pilar? ¿Cómo se encuentra?», le preguntan. «Estoy mejor, estoy mejor. De la nariz ando ya un poco más tranquila, hoy me duele menos», se lleva las manos a esta parte de la cara, donde aun tiene las vendas de una operación reciente. «Pilar, me alegro mucho de saludarla. Y de que se encuentre mejor, aunque todavía tenga esos puntos en la nariz». Pilar le da las gracias, y le recuerda que son «como una familia» para ella. Al despedirse, vuelve a pulsar el botón que lleva en su muñeca, a modo de pulsera, y así finaliza la conexión con Marta al otro lado de la máquina de teleasistencia, un servicio de atención a la dependencia proporcionado por la Junta de Andalucía.
Hace años que la guarda bajo el televisor. Es una herramienta útil, dice, pues está operativa las 24 horas -los 365 días del año- y ayuda a muchos mayores, que generalmente viven solos, a tareas tan sencillas pero imposibles para ellos como pedir un taxi, solicitar una cita médica o avisar a alguien en caso de emergencia. Pero lo que también buscan, además de ayuda, es algo de conversación -y de calidez- como la que Pilar encuentra en Marta, una de sus principales compañías. Aunque sólo conozca su voz.
Las secuelas de la edad no perdonan
Y es que si no, los días de Pilar Gómez García suelen ser muy solitarios. Amanece temprano, a las seis de la madrugada. Se levanta sin despertador, casi religiosamente, y se sienta a esperar. Una mujer le ayuda con las tareas del hogar que ella sola no puede realizar, como ir a la compra o limpiar su pequeña casita al otro lado del río. Otras ocupaciones, como hacer la comida o poner una lavadora, dice que prefiere hacerlas ella misma. «Siempre he sido una persona muy activa, ¿sabes? Con los años me doy cuenta de que cada vez hay más cosas que no puedo hacer sola, y de la frustración suelo acabar llorando» -también lo hizo ese día, recordando a su marido-. «En general, lloro bastante. Por eso, las pocas cosas que me quedan, prefiero hacerlas yo misma».
Pilar no puede salir sola de su casa. Algunos días, una vecina pasa a recogerla y la acompaña a ir a misa. Foto: El Correo.
Viuda, sin hermanos, sin hijos y con el contacto familiar más cercano en una sobrina 'segunda', ella es una de las muchas mujeres que envejecen solas en una tierra tan longeva como la andaluza. Cuando Pilar nació, en 1929, el mundo era muy diferente al de ahora: las mujeres rara vez salían a la calle si no era en compañía de su padre o hermanos varones. O de su marido, después de haberse casado. El suyo murió hace más de 20 años, y fue entonces cuando se mudó a vivir ella sola en una casa más pequeña, también en Coria del Río, pues éste es el pueblo que la vio nacer y en el que ha pasado los últimos 90 años.
Pioneros en estudiar la soledad no deseada en la tercera edad
Para ahondar en casos como el de Pilar, la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación puso en marcha este 2019 un estudio en el que la comunidad andaluza es pionera. Aunque han existido otras investigaciones similares, esta es una de las pocas que analiza, a nivel autonómico, cuáles son los patrones que configuran la soledad no deseada en edades avanzadas, así como qué perfiles son los más propensos a sufrirla.
«Todo apunta a que uno de los puntos álgidos de esta problemática son los hogares unipersonales, donde se da con asiduidad. Sin embargo, si no lo analizamos con una lupa científica podríamos caer en el error de relacionar, sin rigor alguno, los hogares unipersonales con la soledad no deseada. Y no tiene por qué ser algo vinculante». Así se expresaba Juan Manuel García, profesor del departamento de Sociología de la UPO y principal investigador del estudio de la Junta de Andalucía. Mediante una muestra de 2.000 personas mayores de 55 años -edad en la que la Junta fija el comienzo de un posible envejecimiento pasivo- tratarán de conocer qué rasgos de su alimentación, actividad física o vida social determinan que nuestros mayores crezcan de una forma más o menos activa.
Daniel Salvatierra, director general de Personas Mayores y Pensiones no Contributivas. Foto: El Correo.
«A veces pecamos de repetir demasiado que estamos aumentando la esperanza de vida. Pero, ¿a qué precio?», Daniel Salvatierra es el director de Personas Mayores y Pensiones no Contributivas de Andalucía, y uno de los principales impulsores del estudio. Para él, el éxito radica no sólo en analizar la esperanza de vida por separado: también requiere hacer balance con la calidad con la que envejecemos. «Todo el mundo habla de soledad no deseada. Poco a poco, también en sede parlamentaria. Pero yo creo que se hizo empezando por el tejado: primero hay que conocer el problema, y así sabremos cuáles son las soluciones más efectivas para atajarlo».
«¿Que en qué ha cambiado el mundo? En todo»
Mientras los resultados del estudio llegan, volvemos a Coria del Río y con Pilar. Ella sí que dio una pista de algo que podría haberle ayudado a envejecer -y vivir- de otra forma. Algo que, además, echa en falta: «la cultura».
«Yo soy analfabeta, nunca fui al colegio porque empecé a trabajar desde muy joven, pero si hay algo que tengo claro es que no hay nada que te ayude a crecer y a desarrollarte como persona más que la lectura y el aprendizaje». También admira de los nuevos tiempos la vitalidad, así como las «nuevas libertades», pero reconoce que en muchos sentidos, otras limitaciones han crecido.
A la izquierda, la madre de Pilar. A la derecha, uno de sus hermanos, fallecido a los 18 años. Foto: El Correo.
«¿Que en qué a cambiado el mundo? En todo. Hoy nadie quiere lo que tiene, y siempre se busca ir a más: hay que viajar, hay muchísima variedad para comer en la calle, hay que hablar todos los idiomas. Pero yo, sin duda, hubiese preferido vivir en esta época. Habría disfrutado de todo lo que no pude hacer en su día, sin miedo a que me critiquen por hablar con un hombre o por irme a estudiar fuera. La gente joven sabe que puede disfrutar de la vida, y eso es lo más valioso. Yo les invito a vivir hoy por todos los que ya no podemos».
De momento, Pilar está pasando estas fiestas navideñas con su sobrina mientras se sigue buscando un diagnóstico para la enfermedad de la soledad.