De ‘Mena’ a sastre: «Todos me ayudaron y los que no pudieron, me aconsejaron»

Un joven de Costa de Marfil relata su periplo tras pasar por un centro ‘Mena’ de Andalucía

26 nov 2019 / 14:06 h - Actualizado: 26 nov 2019 / 15:35 h.
"Inmigración","Menores","Polígono Sur"
  • Moise aprende a confeccionar una falda en el taller de costura de Don Bosco, en el Polígono Sur. / Jesús Barrera
    Moise aprende a confeccionar una falda en el taller de costura de Don Bosco, en el Polígono Sur. / Jesús Barrera

Moise dejó su país natal, Costa de Marfil, hace más de un año. La moda le había gustado desde pequeño, y su madre siempre le decía que tenía que convertirse «en un sastre famoso». Tenía 16 años cuando ella murió, y ese sueño parecía cada vez más inalcanzable. Su padre los había abandonado hace tiempo, tanto a él como a su hermana pequeña, y a la muerte de su madre empezaron a vivir con una vecina que les acogió. A ella también se la llevó una enfermedad, y Moise casi acababa de cumplir los 17 años. «Fue como una señal».

Es el comienzo de un viaje que llevaría a Moise a un centro de ‘Menas’ en Andalucía, pese a que estas instalaciones levanten ciertos recelos allá donde se instalen, como ocurrió en el barrio sevillano de la Macarena. «Desde que he llegado no he tenido un sólo problema con un español, todos me han ayudado y los que no han podido ayudar, me han aconsejado». El suyo es el relato de muchos jóvenes que llegan a nuestras costas en busca de una segunda oportunidad, y que aprovechan su estancia en estos centros para aprender a integrarse de pleno en la sociedad.

La huida a Marruecos

Moise no lo tuvo fácil. Cuando tomó la decisión de huir a Europa, no se despidió de su hermana, que ahora tiene 15 años. «Sabía que lloraría y tenía miedo de acobardarme. De no ser capaz de dar el paso». La primera parada fue Marruecos. Conocía a un comerciante que viajaba al país fronterizo con asiduidad. Antes había probado en el aeropuerto, pero la falta de pasaporte y la minoría de edad no eran buenos aliados. Más de cuatro mil kilómetros después, consiguieron llegar a Marruecos. Allí empezó a trabajar durante unos meses en la construcción, gracias a un conocido que le facilitó el trabajo. De esta forma conseguía «ahorrar algo de dinero» y, mientras tanto, él y su amigo alquilaban la habitación a una mujer de la ciudad.

De ‘Mena’ a sastre: «Todos me ayudaron y los que no pudieron, me aconsejaron»
Tras meses en la construcción, ahora Moise sigue intentando convertirse en sastre. / Jesús Barrera

Ella tenía tres hijas y no podía pagar un viaje a Europa para las cuatro, «pero hizo todo lo posible por ayudarnos a salir de allí». En un acto de generosidad, dice Moise, aquella mujer les ayudó a reunir los contactos y el material necesario para huir del país, pese a que ella y su familia tendrían que quedarse en tierra. Una vez en Tánger, lo más difícil fue encontrar un rincón de costa que no estuviese vigilado por la policía. A las cinco de la madrugada, quince personas iban a salir del país en una pequeña patera. El oleaje empeoraba y muchos se acobardan ante el peligro. Finalmente sólo salieron doce, y Moise y su amigo estaban entre ellos.

Una patera pequeña y un peligroso oleaje

Lo peor fue mantenerse inmóvil durante el viaje. Estaban apretados, y el más leve movimiento podía volcar la patera, y ese sería el fin de su trayecto. Salvamento dio con el bote casi cinco horas después. «No todo el mundo tiene permitido llegar, así que tuvo que haber sido una obra de Dios», creía Moise. Pero estar fuera del mar no significaba estar fuera de peligro. Sabían lo que tenían que hacer, porque conocían las historias de quienes habían emprendido ese viaje antes que ellos. «Y había que mentir».

Mentir era el principal consejo para no ser deportados, y después de un viaje tan largo no pensaban dar media vuelta. Moise y su amigo se separaron en aquel momento, aunque siguen en contacto gracias a Internet. Él fue trasladado a un centro de menores en Jerez, el Manuel de Falla, mientras que su acompañante llegó a Almería con otro grupo de migrantes que sí superaba la mayoría de edad.

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Los papeles, «mi principal preocupación»

En Jerez aprendió a hablar español gracias a Joaquín, su tutor. Aun guarda un buen recuerdo de él, pero le perdió la pista cuando llegó a Sevilla para saber más sobre costura en el centro de Don Bosco, en el Polígono Sur. «Empezar en un sitio nuevo siempre es difícil, y volver a dejar a la gente que conocí en el centro de Jerez fue duro», recuerda. «Me hacía ilusión empezar en el taller y aquí tengo una buena profesora, Mónica, que me enseña. Es agradable ver cómo mejora mi técnica cada día así que una vez más, he tenido suerte». Su paso por este centro ha sido de los últimos eslabones de una larga travesía.

Echando la vista atrás, Moise sabe que le han mentido sobre Europa. Que no había posibilidades infinitas y que conseguir papeles no es sencillo. «Ahora mismo, esa es mi principal preocupación». En mayo acaba el curso de costura, y mientras espera una renovación de los documentos que le permiten residir en el país, mantiene la vista en un ansiado permiso de trabajo con el que pueda ganarse la vida en España. «En mi país siempre hay guerra o conflicto político, y alguien que nunca ha estado allí no puede entender la libertad que sentí nada más pisar Europa».

De ‘Mena’ a sastre: «Todos me ayudaron y los que no pudieron, me aconsejaron»
Detalle de Moise preparando una de las actividades de la clase. / Jesús Barrera

«Todos los días pienso en cuándo volveré a verla»

Casi todas las semanas habla por teléfono con su hermana pequeña. Le cuenta historias de su vida en España y siente que ella le escucha con ilusión. Como si fuese un héroe. «Y todos los días pienso en cuándo volveré a verla. Al fin y al cabo, mi hermana es toda mi familia».

En busca de esa nueva oportunidad, en unos meses terminará sus prácticas en el taller de costura y cuando ese momento llegue, Moise espera que esta historia acabe como empezó: con el sueño de llegar a ser un «famoso sastre en España» como quería su madre.