Discapacidad, factor de riesgo en la violencia de género

El protocolo andaluz de salud contempla a estas mujeres que tienen casi el doble de posibilidades de ser maltratadas

15 nov 2015 / 20:54 h - Actualizado: 15 nov 2015 / 20:55 h.
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  • Manifestación en Sevilla el pasado 8 de marzo contra la violencia machista. / El Correo
    Manifestación en Sevilla el pasado 8 de marzo contra la violencia machista. / El Correo

Las mujeres con discapacidad son más vulnerables frente al maltrato. Tienen casi el doble de posibilidades de ser maltratadas y constituyen una de las bolsas de violencia más ocultas. Según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2015 del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, un 23,3 por ciento de las mujeres con discapacidad reconocida (superior a un 33 por ciento) reconoce haber sufrido violencia física, sexual o miedo frente a un 15,1 por ciento de quienes no sufren discapacidad.

«Esta realidad es muy poco conocida», lamenta Syra Borrás, una de las autoras de un trabajo que ha sido recientemente premiado en el VI Congreso para el de Estudio de la Violencia de Género contra las Mujeres 2015. Borrás junto con Amalia Suárez, que trabajan en la secretaría general de salud pública y consumo de la Consejería de Salud, destacan en su artículo la prevalencia de la violencia por parte de la pareja o expareja en las mujeres con discapacidad o con diversidad funcional, las formas específicas en que se manifiesta cuando comparadas con mujeres que no tienen discapacidad, así como los factores que las hacen especialmente vulnerables y que dificultan el reconocimiento de la violencia o la toma de decisiones para la ruptura y denuncia por parte de las mismas.

«El problema radica en la base, en nuestro concepto de lo que es una mujer con discapacidad», asegura Borrás. Gran parte de la sociedad y de los profesionales tienen la concepción de que las mujeres con discapacidad no tienen pareja, «que son asexuadas». Por lo tanto, «los profesionales no se van a plantear ni a cuestionar que lo que pueda pasarle es que sufre un maltrato». Por ello, Borrás y Suárez lo tienen claro: «hay que comenzar desmontando estereotipos pues esto las sitúa en una posición de invisibilización respecto al maltrato».

Este es uno de los motivos por los que se ha incluido la perspectiva de discapacidad en el Protocolo Andaluz para la Actuación Sanitaria ante la Violencia de Género. Es decir, los profesionales realizan ahora una serie de preguntas encaminadas a detectar el maltrato pues en muchas ocasiones no son conscientes de que lo sufren ya que las formas en las que se manifiesta también son distintas. «Al ser mucho más dependientes, no suministrarles una medicación, dársela de manera equivocada, negarle el acceso a un teléfono, a una silla de ruedas... son formas de maltrato», relata Borras.

Este colectivo además sufre otros factores de riesgo que las hace más vulnerables. «Para ellas es más complicado defenderse, tienen más difícil el acceso a la educación y al trabajo, por lo que la dependencia económica suele estar más limitada, dependen también en muchos casos de sus parejas para los cuidados...» todo esto hace que les sea mucho más complejo decir «basta ya y romper» con sus parejas. A esto se le suma que las mujeres discapacitadas «tienden a tener una baja autoestima, debido en gran medida a la percepción social del colectivo», asegura Borrás.

El protocolo andaluz es, según las autoras, un «punto de partida», pero también un punto de inflexión, desde la negación hasta el reconocimiento de estos factores, que posicionan a las mujeres con diversidad funcional en una situación de mayor vulnerabilidad. Por ello, los profesionales les realizan cuestiones sencillas como si las han hecho sentir culpable por su discapacidad, si las descalifican o las amenazan con dejarlas y quitarles los hijos, «pues se tiene la creencia de que los jueces preferirán que se queden con los padres sin discapacidad». A partir de aquí, «si hay un indicio de que puede darse un maltrato, hay que ayudar a denunciar». «Para ellas es también más complicado aunque es un mal común que la mujer maltratada no reconozca su situación», cuentan.

Borrás insiste en que aún hay mucho camino por recorrer pues el conocimiento de esta realidad «es muy reciente» y es necesario seguir investigando sobre la materia, pues «cuando nos pusimos a investigar hay pocas referencias bibliográficas, muy pocos estudios y en su mayoría, anglosajones».