José Luna Borge, nacido en Sahagún (León), lleva viviendo en Sevilla casi 40 años. Estudió Filología, ejerció como bibliotecario y documentalista en la Junta de Andalucía, pero lo que siempre ha sido su pasión es la literatura. Es un gran escritor, premiado internacionalmente, que empezó publicando poesía, luego diarios y ahora saldrá editada su primera novela "Y una tarde cualquiera, arroja mis cenizas en el mar" (Ed. Eolas). Colabora con reseñas literarias en diversas revistas, como Clarín y Epicuro. Está gratamente vinculado con El Correo de Andalucía , ya que fue director del suplemento cultural La Mirada, que se editaba en los años 90 del siglo pasado y del que conserva todos sus números.
P- Usted colaboró, durante 4 ó 5 años, en El Correo de Andalucía. Fue director del prestigioso suplemento de cultura La Mirada. Tengo entendido que guarda recuerdos muy agradables de la Redacción y del periódico que todavía tenía rotativa. ¿Fue esta publicación especializada un referente en el periodismo cultural de Andalucía?
R- “La Mirada. Suplemento de cultura” de El Correo de Andalucía fue un proyecto cultural que surgió el 2 de diciembre de 1993 y se cerró, de manera alevosa, el 25 de marzo del 2000. Fueron seis años y cuatro meses de un proyecto entusiasta que puso en marcha Francisco Lira, con el apoyo de Juan Bonilla, y que yo retomé a través del periodista y amigo Alfredo Valenzuela, que me habló del suplemento y de su cierre.
Salieron 226 números, de los que 12 fueron especiales, dedicados a escritores como Fernando Ortiz, Javier Salvago, José Antonio Muñoz Rojas, Víctor Botas, Miguel d´Ors, Eloy Sánchez Rosillo, Juan Luis Panero, Aquilino Duque, Miguel Sánchez-Ostiz, etcétera.
Aquella redacción si no era una fiesta, a mí me lo parecía, pues reinaba un ambiente cordial de trabajo y buena camaradería. Llegaba todos los jueves a media tarde a la redacción con mi número compuesto en una carpeta bajo el brazo y, en un principio, me recibía Antonio Avendaño (el director era entonces Manuel Gómez Cardeña). Después, casi siempre, Carmen Carballo o Manolo Castro. Andaban por allí Carlos Mármol, Amalia Bulnes, Alberto Guallart, etcétera, con los que sigo manteniendo relación y amistad.
“La Mirada” era un suplemento abierto en el que publicaron autores consagrados y otros que comenzaban y que hoy están bien situados (Martín López Vega, Javier Rodríguez Marcos o José Mateos). Era un suplemento de tendencia, que no tendencioso. La tendencia la marcaban mis gustos literarios, siempre procurando abrir puertas tanto a autores del pasado, de quienes se recuperaron páginas y textos importantes, como a posibles futuros autores que entonces comenzaban a hacer su camino.
No me atrevería a decir que "La Mirada" fuera un suplemento de referencia en el periodismo literario de Andalucía, pero sí puedo afirmar que era esperado, muy seguido y leído por letraheridos tanto en el ámbito andaluz como en el de otras zonas geográficas, como Madrid, Asturias, Castilla y León, Valencia o Extremadura. Por aquellos años, se publicaban otros suplementos como “Citas”, que sacaba el Diario de Jerez, “Artes y Letras” del Ideal de Granada o el diario Sur de Málaga, que también tenía el suyo. Colaboraba con frecuencia en ellos y me gustaba su línea, alguna más que otra, pero creo que “La Mirada” tenía una diferente: un mejor diseño, una buena planificación y estupendos colaboradores, desde Francisco Rico a A. Trapiello, pasando por García Martín o F. Bejarano.
P- ¿También dirigió El Mirador de los Vientos: Revista de Literatura y Arte?
R- Cuando El País absorbió a El Correo de Andalucía y asumió la gestión Alex Grijelmo, una joven promesa con ínfulas que había entrado como filólogo y terminó como periodista de toda la vida y después sería presidente de la Agencia EFE -nombrado en 1999 director periodístico de la cadena de periódicos locales y regionales del grupo Prisa; ¡gloriosos años aquellos fundacionales de los grandes grupos de comunicación!-, acabó "La Mirada".
Llegó, como digo, arrasando, como Sancho el Fuerte, pues su primera decisión fue fulminar, de un día para otro, toda la sección de cultura, todos los suplementos y fotógrafos, salvo uno. De “La Mirada” solo se salvó la cabecera que, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, tomó para un colorín que sacaba los domingos. Esa energía y claridad de ideas hizo que el periódico casi desapareciera, pero el pistolero siguió cobrando cada vez mejores piezas, hasta llegar, con esas mañas y maneras, a tocar el cielo con la mano, y ahí sigue: un triunfador nato. Ese fue el triste fin de “La Mirada”.
En cuanto a “El Mirador de los Vientos” fue un proyecto de revista literaria y de arte que me propuso el abogado y galerista César Sastre. Pintor y coleccionista de pintura, quería que la revista tuviera una sección central con láminas, en cartulina a todo color, con originales de artistas actuales como Pedro Mora Frutos, Curro González o José María Larrondo. Era una revista exquisitamente diseñada por el también pintor Javier Parrilla, que cuidaba cada detalle. Era tan minucioso que agotaba la paciencia del más entrenado. La revista enamoraba y hacía adeptos allá donde llegaba, recuerdo la celebración de Luis Alberto de Cuenca que colaboró en un número.
El proyecto, a pesar de su empeño, murió pronto, duró solo tres números. La retirada del apoyo económico que nos pasaba una empresa privada, nos dejó con el cuarto número montado, sin posibilidad alguna de tirarlo.
P- A lo largo de su amplio ejercicio como escritor ha hecho poesía, diarios, reseñas, ensayos y ahora va a salir próximamente su primera novela titulada Y una tarde cualquiera, arroja mis cenizas en el mar, de la editorial leonesa Eolas. Creo que llevaba ya tiempo escrita. ¿Puede adelantarnos el argumento?
R- Esta novela lleva unos años escrita. En su día la moví un poco, pero en vista de mi nulo espíritu comercial, la dejé descansar. El año pasado volví a ella y, tras una revisión y posterior lectura de un amigo, la puse en manos de Héctor Escobar, editor de Eolas, que la sacará este año.
Y una tarde cualquiera, esparces mis cenizas en el mar es la novela de un perdedor, la historia de un protagonista que, sobre todas las cosas, ama la libertad y persigue unos sueños que al final se hacen añicos. El lugar donde se desarrolla la acción es Barcelona, ciudad que amo, conozco y visito con frecuencia. El tiempo transcurre en trece días y el protagonista es un hombre de 45 años vencido por la vida, el pococuidado que se ha dedicado a sí mismo y la enfermedad.
P- Además, como primicia, ¿también va a publicar en breve un nuevo libro editado por Los papeles del sitio?
R- Sí, se titula Entre el miedo y el asombro (Estudios, ensayos y otras divagaciones. Es un libro que recorre la vida y la obra del poeta asturiano Víctor Botas, desgraciadamente fallecido a los 49 años en 2004. Es un escritor de la Generación del 70, la hoy dominante en el panorama poético nacional, y al lado de Miguel d´Ors, Juan Luis Panero, Eloy Sánchez Rosilla, Jon Juaristi o Luis Alberto de Cuenca, constituye lo más granado de esa generación. Se trata de un poeta de Oviedo que comenzó tarde a publicar, a los 37 años, edad poco usual, pero que en poco tiempo escribió todo lo que tenía que escribir, tanto en poesía como en novela y cuento, como si fuera algo urgente que debía hacer antes de marcharse.
P- Pese al confinamiento, ya veo que está usted muy activo intelectualmente. También colabora en diversas revistas, como Clarín y Epicuro, y hace reseñas literarias. No para.
R- La colaboración en diversos medios, sobre todo en prensa y revistas, es algo que llevo haciendo desde mis comienzos como escritor. Siempre me gustó poner por escrito aquellas ideas que van surgiendo cuando lees un libro que te gusta. He publicado en suplementos literarios y revistas, ahora lo hago en Epicuro y Clarín.
P- Una aportación importante de su obra, además de la poesía, han sido los diarios, que considera un género literario entroncado en la narrativa autobiográfica. Sus diarios publicados están recogidos bajo el título genérico de Veleta de la curiosidad. ¿Actualmente sigue trabajando en los diarios?, ¿son para un escritor como un paño de lágrimas que le sirve de consuelo?
R- El género diarístico está entroncado, efectivamente, dentro de la biografía y este, en la división canónica de poesía, teatro y novela o narración, en la narrativa. Durante muchos años, fue el gran olvidado en nuestro país; hoy, en cambio, es un género que goza de muy buena salud. Mi proyecto diarístico Veleta de la curiosidad comenzó en 2001 con mi primera entrega "Pasos en la niebla" (diario de 1997), si bien "Pasos en la nieve", que saldría un año después, corresponde a los asientos de 1995.
El diario para un escritor -y de eso saben mucho los diaristas ingleses que fueron los creadores del género-, es como el desaguadero que todo cristiano necesita para su buena salud espiritual y emocional, que decía Santa Teresa a sus monjitas. Es una válvula de escape, un paño de lágrimas y, en definitiva, un recurso al que el escritor se acoge para contar lo que pasa y lo que le pasa.
P- ¿Qué reflexiones puede aportarnos sobre la pandemia actual?
R- Las reflexiones en torno al estado de la pandemia que estamos padeciendo en este país, no pueden ir más que del asombro al horror, cualquier otro recorrido sería pura ficción.
Cuando hay muertes sin el más mínimo testimonio, cuando nos encontramos con un estado y con un pueblo mitad entre la anestesia y la hilaridad, cuando convertimos en héroes, con aplausos diarios, a los más olvidados por parte de las instituciones, como son médicos y todo el cuerpo de enfermería, cuando consentimos todo esto y no gritamos, es como para tirar la toalla y desconfiar del género humano.
P- ¿El estado de alarma que hay en España nos ha quitado libertad a los españoles?
R- Este estado de alarma que, como dice algún jurista, es un estado de excepción de facto, sí nos ha quitado, y diariamente nos quita, libertad, solo que, en el anestesiado sueño de la gran mayoría, esta idea no cabe ni cuaja. Porque, como bien dice una buena amiga periodista, ¿en qué momento se propagó la cepa del odio y crispación, la pandemia degeneró en política, el aplauso en cacerolada y el confinamiento en recorte de derechos y en poco menos que en presidio?
P- ¿La convivencia desgasta más que una lija del 14? En tiempos de confinamiento por la pandemia más, me imagino.
R- La convivencia normalmente desgasta. El roce, efectivamente, hace el cariño, pero el roce continuado va haciendo prosaico lo que antes era excepcional; “Hay amores que matan”. Si el poder absoluto destruye absolutamente, la convivencia absoluta en momentos de total confinamiento como el actual, o bien desgasta como una lija del 14, o bien remedia todos los males.
P- Me cuenta que los diálogos entre el Quijote y Sancho están siendo una de sus lecturas preferidas durante el confinamiento. ¿Es un buen recurso para pasar sabiamente las horas que tenemos que estar recluidos en casa?
R- Tenía pendiente la vuelta al Quijote y decidí hacerlo en este confinamiento. Participar de las aventuras de este personaje desnortado es una fiesta sin fin. Los diálogos entre Don Quijote y su escudero Sancho Panza son imperecederos, sólo por ellos esta obra es la más grande de todas. Sancho consigue sacar lo mejor que hay en la figura del hidalgo y este adoctrina a un labriego simple, sobrio en decires y con los pies bien asentados en el suelo. El Quijote es un libro mágico, escrito en estado de gracia.
P- En el año 2011 fue galardonado con el Premio Internacional de Poesía "Dionisia García" de la Universidad de Murcia. En tierras leonesas también ha recibido numerosos homenajes. Sin embargo, en Sevilla, donde lleva residiendo 40 años, todavía no ha tenido reconocimiento alguno por toda su obra literaria. Increíble, ¿no?
R- Sí, en 2011 la Universidad de Murcia me concedió el Premio Internacional de Poesía Dionisia García, que anualmente convoca, por mi libro Reloj de melancólicos. Me sorprendió y alegró mucho, fue como si me hubiera tocado la lotería.
En León, así es, reconocen mi obra y celebran cada presentación o charla a la que me invitan. Sevilla, donde hay muchos y buenos poetas, es una ciudad fascinante, pero tras ese encanto late un impenetrable enigma dentro de un fantástico laberinto integrado por un tupido mallazo de caminos que se bifurcan sin fin.