El miedo a los árboles en la ciudad

La caída de ramas y la poda de árboles han puesto el foco en la gestión de las zonas verdes. Informar es lo único que sirve para que los vecinos no se acongojen cuando buscan la sombra

16 sep 2018 / 07:00 h - Actualizado: 15 sep 2018 / 22:27 h.
"Medio ambiente"
  • El miedo a los árboles en la ciudad

De acuerdo con la Real Academia Española, el miedo se define como «la angustia por un riesgo o daño real o imaginario». El daño imaginado genera una gran angustia. Una segunda acepción es el recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. También de acuerdo con la Real Academia, el riesgo es la contingencia o proximidad de un daño.

Maite Nicuesa considera que el miedo «es una reacción adaptativa que nos prepara para actuar ante un posible peligro. Cuando sentimos miedo, nuestro cuerpo reacciona produciendo una secuencia de efectos, tanto físicos como psicológicos». Tras los sucesos acaecidos en Sevilla desde la primavera es posible que algunos ciudadanos miren con miedo a los árboles de la ciudad. Han caído ramas, se ha catalogado árboles como peligrosos y se han eliminado determinados ejemplares. El fenómeno oscuro de la caída de ramas veraniegas sin síntomas previos, tema ya tratado en esta tribuna, preocupa a la ciudadanía por la incertidumbre que genera el carecer de capacidad predictiva, por mucha vigilancia que se tenga, debido a la inexistencia actual de indicadores robustos.

Podemos percibir el árbol como un peligro y entonces reaccionar evitando su presencia por un riesgo intuido como es la caída ramas. El miedo produce angustia ante la proximidad de un daño real o imaginario. ¿Cómo hacer que la ciudadanía no tenga miedo a los árboles? ¿Cómo lograr que los ciudadanos y ciudadanas no eviten andar debajo de los árboles en una ciudad en que es fundamental caminar bajo los árboles por sus condiciones meteorológicas? Pensamos que el camino es la información desde el conocimiento y serenidad urbana ante las contingencias del arbolado. Evitar que el ciudadano tenga miedo a los árboles no quiere decir no llevar a cabo la vigilancia científica del estado del arbolado y la evaluación correcta del riesgo.

Si la ciudadanía percibe que el arbolado de la ciudad está correctamente gestionado, admitiendo que el riesgo cero no existe en nada, y que la información que transmite es veraz y suficiente, el arbolado no le producirá angustia por pensar que una rama le caerá encima. El árbol gestionado desde el miedo –una poda excesiva tras una caída de rama podría serlo– genera árboles enfermos que pueden tener un riesgo real; es una cuestión delicada que hay que considerar.

El tema del arbolado, su gestión y las relaciones del mismo con la ciudadanía no puede ser instrumentalizado políticamente, al margen evidentemente del interés justo que cada partido político tiene por el bien de la ciudadanía y por ello debe interesarse por lo que hace el gobierno de la ciudad. Se llama democracia y, como los árboles, no debe darnos miedo, pero hay que huir de la instrumentalización que conduce al final a que la ciudadanía no comprenda nada, y con ello se genera más miedo y angustia.

Las funciones del árbol en la ciudad son muchas, y en esta tribuna hemos hablado de ellas: secuestran de forma continua dióxido de carbono, constituyen un importante biofiltro de contaminantes gaseosos y particulados mejorando la salud, constituyen un apoyo esencial para biodiversidad, atenúan los rigores estivales especialmente preocupantes en el verano y en los escenarios previstos de cambio climático, las plazas arboladas son puntos de encuentro imprescindibles para la ciudad, los árboles generan un beneficio económico a la ciudad. El árbol en cada barrio es un vecino imprescindible. ¿Cómo nos sentiríamos en nuestro barrio si un determinado vecino nos inspirase miedo? Evidentemente lo evitaríamos. Debemos explicar a la ciudadanía qué es un árbol y cómo funciona, también como los gestionamos y qué hacemos para que sus ramas no se caigan.

Y lo que hacemos de forma preventiva con los árboles, así como su gestión ordinaria, deben estar impregnados del conocimiento más actual y es te hecho debe ser conocido por la ciudadanía. Los técnicos que gestionan el arbolado urbano son competentes y realizan una excelente labor, pero los conocimientos y las tecnologías cambian. Por ello la formación continua de los técnicos y la colaboración con las universidades es esencial.

Todo el conocimiento y los avances alcanzados, así como las nuevas tecnología implantadas, deben ser conocidas por la ciudadanía, ello los alejará del miedo a través del conocimiento. Pero la mala suerte existe y el riesgo cero no tiene sentido real, esto hay que asumirlo. Pero podemos avanzar en seguridad, formación técnica y comunicación en la ciudad desde el conocimiento, sin que ello ponga en evidencia la excelente labor actual de los técnicos.

Una ciudad con casi 300.000 árboles no es fácil de gestionar, pero necesitamos este número de árboles, y más todavía, en el escenario actual y en los venideros. Desde la primavera al verano de este año el árbol ha sido un relevante protagonista de la ciudad de Sevilla. Un ciudadano ha muerto por caída de una rama y han sido eliminados casi 3.000 árboles por presentar señales de peligro para la ciudadanía. Ambos hechos han suscitado el natural debate y preocupación en la ciudad. Posiblemente el ciudadano cuando va por la calle mira hacia arriba para estar alerta por caída de ramas. Es posible que exista el miedo al árbol. Insistimos que debemos transmitir a la ciudadanía que la salud de las personas en la ciudad depende en gran medida de la presencia de los árboles, pero también debemos explicar a los ciudadanos la gestión que hacemos del árbol en cada calle, barrio o jardín y transmitir tranquilidad desde la seguridad de la labor bien hecha, con conocimientos y tecnologías al día, y con la entrega habitual, vocacional, de las personas que se dedican a la jardinería y la arboricultura. Con ello venceremos el miedo y veremos los árboles como los vecinos esenciales que nos dan salud física, psíquica y social.

Pero esto se logra con la colaboración y la ayuda de todos. El modelo de gestión, con la base científica y técnica adecuada, que decidamos llevar a cabo hoy, sobre una arboleda heredada dará lugar al legado posterior que generaremos para los futuros habitantes de la ciudad. El estudio temporal de sucesos pasados de caídas y su relación con eventos meteorológicos, la incorporación de nuevas tecnología en la gestión del arbolado, el incremento continuo de conocimiento y la información a la ciudadanía, son esenciales. Y con ello venceremos el miedo al árbol, un miedo que puede carecer de base; pero el miedo siempre genera angustia aunque se base en nada real.

El modelo de gestión sobre el arbolado que llevemos a cabo hoy dará lugar a la arboleda que daremos a las generaciones venideras. Tenemos una gran responsabilidad, el legado de arbolado que propiciemos debe dar lugar a una ciudad más ecológica, saludable, integradora, inclusiva, resiliente y social.