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El milagro de recuperar la sonrisa

Lola Román es paciente de Arpa, donde recibe tratamiento para la afasia. En solo un año, Lola ya es capaz de enviar mensajes a través de WhatsApp y comunicarse con su familia

Manuel Pérez manpercor2 /
10 sep 2017 / 00:02 h - Actualizado: 11 sep 2017 / 16:47 h.
"Salud","Afasia"
  • Lola acompañada de su hija Cristina y profesionales de la Asociación para la Rehabilitación y la Prevención de la Afasia (Arpa). / Manuel Gómez
    Lola acompañada de su hija Cristina y profesionales de la Asociación para la Rehabilitación y la Prevención de la Afasia (Arpa). / Manuel Gómez
  • Lola se ayuda de un bastón para andar, pero suele moverse en silla de ruedas.
    Lola se ayuda de un bastón para andar, pero suele moverse en silla de ruedas.

Nadie le dijo a Cristina Velasco que solo un año después del ictus que sufrió su madre, y que afectó gravemente al hemisferio izquierdo de su cerebro, volvería a sonreír como lo hace ahora. Lola Román acude periódicamente a la Asociación para la Rehabilitación y Prevención de la Afasia (Arpa) para recibir el tratamiento a este trastorno del lenguaje que padece desde aquel ictus que cambió la vida de su familia.

«Yo decía: no sé qué hacer con ella. No es mi madre». Así lo cuenta su hija Cristina, que nunca tiró la toalla con su madre, a pesar de las dificultades. «Si a mí me llegan a decir que, un año después, mi madre estaría así, yo no hubiera llorado tanto». Seguramente no habría palabras para describir qué se siente al vivir estas situaciones, pero Cristina tenía claro que lo importante era salir adelante. Con un timbre de voz firme y sereno, Cristina destacó la labor de Arpa. La afasia de Lola era tan aguda que, en un principio, «ni siquiera los profesionales de Arpa sabían si iban a poder ayudarla», confiesa Cristina. Pero la recuperación es pública y notoria. En solo un año, Lola ya es capaz de enviar mensajes a través de WhatsApp, como demostró su hijo Antonio a través de un tuit que se viralizó enseguida. Además, Lola se entretiene con Facebook es «una afásica que ve Pasapalabra y que es fan de Christian Gálvez», reconoce su hija Cristina, que explica que los pasos que se han dado «han sido agigantados».

No obstante, la vástago de Lola avisa: «yo no quiero que nadie crea en los milagros». Aunque Cristina reconoce que la recuperación de su madre es un milagro, explica que detrás hay «muchísimo trabajo de fondo». El meollo de la cuestión es que Lola «ejercite lo máximo posible el cerebro para que, poco a poco, vaya recuperando funciones», explica Cristina para justificar la labor de Arpa. Una labor de la que se siente «muy contenta», ya que, gracias a las actividades que realiza en la asociación, la evolución de Lola ha sido «sorprendente y positiva», según Cristina. «Cuando empezó, estaba en una fase global en la que ni entendía ni comprendía nada de lo que le dijeras. Ahora entiende todo lo que se le dice y poquito a poco le va saliendo palabras» cuenta la hija de Lola, quien afirma que «los propios médicos se sorprenden cuando ven a mi madre».

Médicos que no le dieron muchas esperanzas. «Me dijeron que no contara con ella, que mi madre se moría», cuenta Cristina mientras su madre, sentada en su silla de ruedas, mantiene una sonrisa intacta en sus labios mientras mira de reojo a su hija. Lola es capaz de andar, con ayuda de un bastón, distancias muy cortas. Algo que no ha caído del cielo, sino que es fruto de «muchísimo esfuerzo». Cristina afirma entre risas que en el hospital le decían que tenía a su madre «sometida a un entrenamiento militar». Y es que Lola «ha puesto lo máximo, porque ella es alegría». Si no, que se lo digan a su nieta Irene –sobrina de Cristina–, que se queda dormida junto a su abuela mientras ella le canta.

Para Cristina «es primordial que la gente no desahucie a sus paciente» y que se les asegure «una calidad de vida aceptable» a estas personas, porque son «personas útiles y válidas». «La clave es invertir en ellos», afirma Cristina, quien lamenta que la Seguridad Social no cubra el tratamiento de rehabilitación a los afectados por afasia. «En un mundo ideal, Arpa no existiría porque la Seguridad Social cubriría esto», narra Cristina.

Afortunadamente, la labor de Arpa es fundamental en estos casos. «Esto es una reactivación del cerebro y cuanto más lo ejercites, más lo activas y más funciones recupera», explica Cristina, quien afirma que «ya no es solo el habla, sino el hecho de que se esté trabajando constantemente con el cerebro». Y es que si Lola no acudiera a Arpa, «entraría en depresión y su cerebro se atrofiaría», cuenta su hija, quien no duda en decir que «seguiremos en Arpa por siempre jamás».

El ictus provocó que Lola estuviera 15 días en coma. En ese momento, dice Cristina, «lo que realmente me importaba es que viviera. Mi orden de prioridades era otro». La afasia se convertía así en un mal menor que se hizo patente cuando, una vez superado el coma, Lola no era capaz de comunicarse. «Intentabas hablar con ella no entendía nada, ni lo más básico... Ahí ya me afectó». «Mi vida antes era mejor», reconoce Cristina ante las evidentes limitaciones que supone la afasia. Ello no es óbice para «valorar las cosas de otra manera». Y es que, al final, la sonrisa de Lola no es más que el premio a un esfuerzo sobrehumano para hacer frente a la adversidad. Una sonrisa que es casi un milagro y que regala día tras día a quienes la rodean.