El precio del aroma de Sevilla

Los puntos de venta ambulante de incienso decoran y perfuman el Centro en los días más intensos del calendario. Las ventas crecen de forma notoria en la Cuaresma. El mostrador de Fiances de la calle Córdoba exhibe 28 tipos.

05 mar 2017 / 07:00 h - Actualizado: 04 mar 2017 / 21:25 h.
"La Semana Santa en cifras"
  • Javier y Rogelio se afanan en ultimar los detalles del tenderete ambulante de la calle Córdoba. / Jesús Barrera
    Javier y Rogelio se afanan en ultimar los detalles del tenderete ambulante de la calle Córdoba. / Jesús Barrera

Es el primer viernes de Cuaresma y el trasiego de viandantes en la calle Córdoba es continuo. El cielo desafía a los presagios de una noche intensa de cultos y viacrucis y el comercio aumenta los decibelios con el alzamiento de las persianas y la apertura de las cajas registradoras. Entre la antigua plaza del Pan renombrada con la advocación del Señor de Pasión y la del Salvador, dos de las arterias del corazón de Sevilla, aparece un coqueto y diminuto punto de venta ambulante de incienso. Es la carta de presentación del mítico establecimiento Fiances, el museo del noble material de color cenizo y aspecto polvoriento de Sevilla. La fragancia de una ciudad que altera su rutina para embellecer sus balcones con palmas rizadas y colgaduras y que bulle los primeros viernes de marzo en la calle Jovellanos, allí donde habita un Cautivo, el de la capilla de San José, de tez morena que enamora a las ancianas que, asidas a su cordón dorado, imploran por la salud de sus hijos y nietos.

Apenas son las 9.30 de un día de rituales y tradiciones y Javier, montador, se afana en cuidar el toldo transparente que evitará que el agua apague el aroma de los 28 tipos de incienso del punto móvil de Fiances, cuya tienda fija se enclava a sólo unos metros. Rogelio, otro de los trabajadores de la empresa, adecenta el mostrador para saciar la curiosidad de Miguel, un marbellí que ha acudido a Sevilla por turismo. «Allí es imposible que exista un comercio así», asegura bajo la cariñosa mirada de sus dos hijos. «Sevilla es especial en ese aspecto», añade mientras busca la imponente Colegial del Salvador. Sevilla es una ciudad que sorprende de forma repentina a sus visitantes, aunque mantiene inalterables unas tradiciones heredadas de generación en generación. La venta de incienso suele prolongarse desde septiembre hasta Feria. En Fiances, donde el cliente dispone de la posibilidad de comprar kits con cáscara de naranja seca, pétalos de rosas, cisco, sándalo y madera de sándalo además del característico incienso, hasta cuatro personas diferentes enarbolan su sonrisa para expedir el aroma de la vieja Híspalis en bolsas de plástico. «Cada vez es más habitual que el turista internacional consuma este producto», asegura Rogelio.

A apenas unos metros, ya en plena plaza del Salvador, una dependienta sonríe a una clienta que compra té rojo para combatir la ansiedad. «Ahí tiene el mostrador de los inciensos», interpela la encargada de satisfacer al personal que acude al herbolario Esencia de Sevilla a otra mujer que ha aparecido de forma apresurada. En una de las estanterías, unas pequeñas bolsas de 100 gramos, vendidas al precio de 5 euros, que custodian el olor del Cristo de Burgos o la Virgen del Rocío.

Un curioso itinerario

Los puestos de la calle Córdoba, donde cerrar los ojos y rememorar en silencio el caminar del Cristo de Burgos o el Crucificado de los Milagros de Utrera es una simple cuestión de imaginación, no son los únicos puntos de venta en Sevilla. El tenderete improvisado de la calle Tetuán esquina con Jovellanos o la sonrisa de Enrique, el vendedor del Patio de Banderas, perpetúan en los sentidos una tradición que integra el ideario de una ciudad de ritos íntimos. En la calle García de Vinuesa, junto a la Catedral, un vendedor de cupones excusa a su compañero de fatigas por su ausencia. «Los días de lluvia suele faltar», señala a apenas un palmo del acerado en el que un hombre de mediana edad cautiva a los sevillanos con su característico olor a incienso. «Mañana estará aquí seguro. No falta los fines de semana», apunta a modo de disculpa.

La compra de la preciada resina genera empleo, unos 15 en el ámbito artesanal en los puntos de venta itinerante, en una urbe en la que las cofradías son patrimonio inmaterial del personal que cada Domingo de Ramos se apodera de los rincones para interpretar de forma genuina la Semana Santa, una fiesta con fragancia propia y eterna en el tiempo.

La famosa firma Fiances es, gracias al impulso de su fundador, el malogrado artista y pintor Adolfo Fiances, la cuna del incienso de Sevilla. Su viuda es la encargada de dirigir un negocio que funciona a pleno rendimiento en Cuaresma, la época en la que crea aromas únicos para aquellas cofradías y hermandades que encargan el diseño de su propia línea. Las personas que acuden al establecimiento podrán adquirir el kit completo para el neófito por sólo 9,50 euros. El pack para los amantes de la Semana Santa que pretenden recrear de forma íntima en su salón la estación de penitencia de un palio por Francos o la Cuesta del Rosario contiene 10 pastillas de carbón, una chimenea de La Cartuja y una bolsa de dos cucharadas de incienso de palio, una esencia conseguida gracias a la fusión de azahar, jazmín y rosas, una base floral a la que la viuda del artista añade naranja amarga y canela. El del palio, de un aroma suave, es el tipo ideal para los que deciden iniciarse en la técnica.

La fragancia que aterriza en Sevilla en forma de incienso procede en ocasiones de Grecia, Oriente Medio o África. Fiances, que es un motor de creación de empleo en la industria relativa a la fiesta sacra, ya ha logrado expandir su marca allende las fronteras autonómicas y en los últimos años han sido decenas de hermandades de Zamora, Salamanca o Valladolid las que han recurrido a su elegante combinación para perfumar las calles por las que transcurre su estación de penitencia. Su tienda fija de la plaza del Pan o el punto ambulante de la calle Córdoba son el corazón del que emana el perfume de Sevilla.